Por Socorro Valdez Guerrero

El grito fue a una sola voz. Emotivo, enérgico, firme, ¡decidido! La solidaridad fue evidente, mostró esa unión. El respaldo no salió de ningún bolsillo, salió del ¡Corazón!, de esa fraternidad a prueba de fracturas, de intentos de quebrar. Diez años de reencuentro de “Los Reporteros”. De esos, no fabricados, no a modo, no de los que aplauden, sino de los de a pie, de los que a diario viven circunstancias, muchas veces adversas para informar.

Fue un nuevo sueño real, como aquel que nació en una cantina. De una loquera que llegó lejos, a ¡una década! Una década nada fácil en este 2019. Una labor de reunir reporteros que casi se fractura. Una reunión que se salvó por esa ayuda incondicional, ese arrojo y empecinamiento de la organización que los junta. Ese apoyo fue de quienes creen en la unión gremial y saben agradecer al periodismo real, al que critica, al que difunde, al que no alaba. Saben no romper, no dividir ni impulsar odios.

Y así, por fin, a punto de claudicar, ¡hubo fecha, lugar, y cena! Para la tradicional fiesta de reporteros. Y gracias a ellos, sí a ellos, empujaron y dieron la mano para salvar una tradición anual. Ellos que saben no dividir e impulsar un gremio unido, ofrecieron para convivir el Teatro Ferrocarrilero. Por supuesto que, gracias, también a aquellos, que amenizaron con la música y que nos deleitaron con ese dulce sabor chocolate que reforzó con un pastel el compañerismo. También hubo con que mostrar el

orgullo de ser reporteros mexicanos -tequila- y una disposición inmediata de nuestros pares, que sin chistar respondieran al auxilio para cubrir lo que faltaba. Y ¿estaban todos?, ¡no! No todos. Era evidente las ausencias, unas que la enfermedad arrancó, y otros -14 tan sólo en este año- que murieron por esa violencia no contenida contra el gremio. No estaban, todos, pero su recuerdo rondó en ese salón ferrocarrilero. Engalanaron la reunión con su presencia en nuestras mentes. Con los aplausos en su honor. Con las lágrimas de algunos y con su ¡Recuerdo!

¿Y aquellos que siempre van? También estuvieron presentes, aunque las circunstancias se los impidió en forma física. Y llegaron otros, otros que nunca habían estado en esa reunión, que no es de renombres, sino de rostros, que no es de cargos, sino de fraternidad, que no es de medios grandes o chicos, sino de trayectorias. Que no era ni será nunca de silencios ni de mordazas. Que es de libertad, de compartir satisfechos porque estábamos ahí una vez más.

En un encuentro que se disfruta. En un encuentro de risas, incluso, de lágrimas al recordar ausencias; de abrazos fraternos, de alegría que evidencia ¡Unión! De ¡Compañerismo! Que retumbó en aquellas columnas del teatro de ferrocarrileros. Que contagió el entusiasmo y vibró al llegar la foto oficial en esa lona que también se nos dio con cariño. Que nos la ofrecieron sin interés y con esa foto que hizo alzar a unos el puño y a otros la voz.

Volvimos a sentirnos ¡Uno! ¡Éramos uno! Y Ahí, en ese teatro, sí, ahí, gritamos: ¡Está la verdadera prensa nacional! No había “Fifis”, no había “Chairos” había ¡Reporteros! Jóvenes, de antaño, señores y señoras de la pluma, de la lente, de oficinas de prensa, que saben ser ¡Uno! No para denostar, sólo para convivir. Para sentirse orgullosos de un gremio, de volvernos a ver, de unirnos y de alzar esa voz, que sólo advierte ¡aquí estamos! ¡Aquí estamos los reporteros que no aplauden! Y estamos ¡unidos!

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