Urge recuperar confianza perdida

Al rendir su primer informe de labores, el presidente de la Suprema Corte de Justica, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, habló claro de los vicios, corruptelas y nepotismos, pero al mismo tiempo sembró advertencias de que el proceso de limpia de malos funcionarios será hasta sus últimas consecuencias, porque está decidido a recuperar la confianza de la ciudadanía y establecer un sistema de justicia que reclama la sociedad en su conjunto.

Dijo que el Poder Judicial han sido opacados por vicios y prácticas que lo debilitan frente a la sociedad y que lastiman su legitimidad. “Nos hemos anquilosado, ha aumentado la corrupción y se ha arraigado un nocivo corporativismo judicial, lo que ha impedido un acceso efectivo a la justicia”.

Por un lado, reconoció, el sistema de carrera judicial no ha sido eficaz para desterrar el nepotismo, existen cotos de corrupción -aislados   pero lastimosos- y el Poder Judicial no ha logrado construir con la ciudadanía una relación de confianza.

“Por ello queremos sacar de nuestras filas a los malos servidores públicos, a los corruptos, por supuesto, pero también a los mediocres. Que quede claro que esto se acabó. Que no toleraremos a los servidores públicos que anteponen sus intereses personales a los de la justicia. Estamos limpiando la casa y no cejaremos en este compromiso”.

Aquí el discurso pronunciado ante el presidente Andrés Manuel López Obrador: “El Poder Judicial de la Federación—esta noble institución que me honra representar—es uno de los pilares fundamentales   de   nuestro   sistema constitucional. Para el adecuado funcionamiento del delicado engranaje republicano, es indispensable una rama judicial fuerte, autónoma, independiente y, sobre todo, que goce de la confianza social. 

Contar con jueces honestos, valientes, preparados, sensibles y comprometidos con los valores constitucionales, es tan necesario para una sociedad libre y democrática, como lo es la integridad del sistema representativo en su conjunto.

Mucho se ha logrado al respecto en las últimas décadas. El Poder Judicial ha alcanzado un grado de fortaleza institucional que le permite dar salida a los conflictos, brindar certidumbre al orden jurídico, y ejercer un control efectivo de la constitucionalidad de las normas y actos del Poder Público, en defensa de las atribuciones y competencias constitucionales y de los derechos humanos de las personas, contribuyendo a la gobernabilidad, la seguridad jurídica y el estado de derecho.

Un cuerpo de alrededor de 1500 juzgadores imparte día con día justicia federal en nombre de la Unión. Lo hacen en condiciones muchas veces heroicas, en lugares apartados, lejos de sus familias, con largas jornadas de trabajo, enfrentando con aplomo las presiones mediáticas, del poder económico y también de la delincuencia organizada. 

A ellas y a ellos, así como a todo el personal de carrera judicial y administrativo, que se entrega con honestidad y excelencia al servicio público, les expreso mi total reconocimiento.

La Corte se ha comprometido  con  la  defensa  de  los  derechos  humanos,  estableciendo interpretaciones  que  buscan  darles  efectividad  para  hacerlos  una  realidad  en  la  vida  de  las personas. Hemos entendido a los derechos como la vía para la construcción de una sociedad justa  e  igualitaria,  en  donde  todas  las  personas  puedan  vivir  con  dignidad,  libres  de discriminación, y con acceso a oportunidades que les den la verdadera libertad de perseguir sus sueños, sin importar la cuna en que nacieron.

Pero, no podemos dejar de reconocer que, a pesar de esta tendencia  histórica  del  Poder Judicial a desempeñar plenamente el papel que le corresponde en nuestra democracia, sus esfuerzos han sido opacados por vicios y prácticas que lo debilitan frente a la sociedad y que lastiman su legitimidad.

En estos años nos hemos anquilosado, ha aumentado la corrupción y se ha arraigado un nocivo corporativismo judicial, lo que ha impedido un acceso efectivo a la justicia. Por un lado, el sistema de carrera judicial no ha sido eficaz para desterrar el nepotismo. Por el contrario, esta práctica, profundamente arraigada en la cultura institucional, se recrudeció en años recientes.

Es cierto que la vocación por la judicatura se transmite en el seno familiar y que existen generaciones de jueces y magistrados intachables. Pero la falta de transparencia y  la  discrecionalidad  para  el  otorgamiento  de  nombramientos  han  debilitado  al  sistema meritocrático, han generado desigualdad en la carrera judicial, y han propiciado conflictos de interés inaceptables.

El nepotismo generalizado afecta negativamente el correcto desempeño de  nuestras  funciones  e  impide  que  los  ascensos  se  obtengan  en  condiciones  de  igualdad, todo lo cual nos desacredita y deslegitima nuestra labor. Por   otro   lado,   existen   cotos   de corrupción –aislados   pero   lastimosos –que   dañan profundamente la impartición de justicia.

La corrupción judicial genera desigualdad, impunidad y perpetúa el círculo vicioso del crimen y la violencia. La corrupción judicial es un flagelo que debilita a todas las instituciones públicas, porque erosiona la confianza en el sistema mismo. Un poder judicial percibido como corrupto pone en entredicho la capacidad misma del Estado para  cumplir  sus  fines.  Un  poder  judicial  percibido  como  corrupto  carece  de  la  fuerza  y legitimidad  para  desempeñar  adecuadamente  el  rol  equilibrador  que  constitucionalmente  le corresponde.

Finalmente,  el  Poder  Judicial  no  ha  logrado  construir  con  la  ciudadanía  una  relación  de confianza. No ha habido un proceso de apropiación, por el cual la sociedad reconozca como suyos  a  los  jueces  federales  y  como  valiosa  la  labor  que  desempeñan. 

Los  jueces  muchas veces son percibidos como miembros de una élite a la que protegen y preservan. Muchas veces son vistos como agentes que actúan sin tomar en cuenta la realidad social, sin miramiento a las  circunstancias  particulares  que  impiden  el  goce de  los  derechos,  denegando  justicia  a aquellos grupos a quienes históricamente les ha sido vedada.

Es por todo ello que a partir de mi elección como presidente el pasado 2 de enero –con el voto de mis pares–en el Poder Judicial hemos emprendido un proceso de autorreforma que busca renovar de fondo nuestra identidad y ética institucional.

Queremos  sacar  de  nuestras  filas  a  los  malos  servidores  públicos,  a  los  corruptos –por supuesto–pero también a los mediocres, a los que no están a la altura de la investidura que ostentan,  así  como  a  los  que  entienden  esa  investidura  como  privilegio  y  no  como  servicio.

Queremos desarticular las estructuras y la cultura del patrimonialismo judicial; queremos repetir hasta que se haga costumbre, que no es posible juzgar desde una perspectiva del privilegio; que debemos evolucionar con la sociedad de la que somos parte y a la que servimos; y que debemos rendirle cuentas de nuestro actuar.

El primer gran eje de acción para la renovación del Poder Judicial es el combate al nepotismo y a la corrupción, lo que pasa por un fortalecimiento y transformación de fondo de las políticas públicas en materia de carrera judicial. En  esta  línea  de  acción,  el  Consejo  de  la  Judicatura  aprobó  un  acuerdo  general  que reglamenta la carrera judicial en relación con la reincorporación, adscripción y readscripción de magistrados de circuito y jueces de distrito, en el cual se establecen procedimientos y criterios para la toma de decisiones en torno a esos rubros.

Derivado  de  dicho  acuerdo,  y  por  primera  vez  en  los  25  años  de  historia  del  Consejo  de  la Judicatura, se aprobó una Política de Adscripciones, en la que se desarrollan los supuestos y razones que justifican los cambios de adscripción, mismos que pueden ser consultados por laciudadanía  y  por  las  y  los  propios  titulares. 

Lo  anterior,  de  conformidad  con  los  estándares constitucionales  e  internacionales  en  materia  de  independencia  judicial,  particularmente  los señalados por el Comité de Derechos Humanos y la Relatoría Especial sobre la Independencia de magistrados y abogados, así como, en el ámbito interamericano, por la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

La implementación de esta política ha resultado en 569 movimientos, que incluyen primeras adscripciones y readscripciones, de las cuales 98 se han dado por causa de nepotismo.

En el caso del circuito judicial de Jalisco, el Consejo advirtió que se había convertido en una zona de riesgo para la impartición de justicia, por lo que se llevaron a cabo readscripciones y suspensiones tendientes a desarticular redes de influencias y cotos de ilegalidad existentes, lo que ha permitido avanzar en las investigaciones conducentes.

En el rubro de ratificaciones operó un cambio radical de paradigma. Anteriormente se ratificaba inercialmente  a  los  juzgadores  federales  siempre  que  no  hubieran  cometido  conductas extremadamente  graves;  se  trataba  prácticamente  de  un  trámite  administrativo,  de  un  pase automático.

Prueba de ello es que, durante los 15 últimos años, la única causa de no ratificación fue la existencia de infracciones disciplinarias graves.

Hoy en día, se hace una evaluación comprehensiva bajo criterios de excelencia y honestidad, para  garantizar  que  sólo  las  personas  que  cumplan  con  los  estándares  constitucionales continúen impartiendo justicia.

Como medida fundamental, además de la reorientación de la carrera judicial, el Consejo de la Judicatura  aprobó  un  Plan  Integral  de  combate  al  nepotismo,  cuya  implementación  se materializará en los próximos meses, conformado por un conjunto de medidas preventivas y reactivas que buscan erradicar esta práctica —tan nociva como arraigada—de manera que el ingreso  y  permanencia  en  la  carrera  judicial  se  definan  por  los  concursos  públicos  y  la meritocracia.

Tales medidas comprenden: el fortalecimiento de los “puertos de entrada” a la carrera judicial; la definición de tipos administrativos para inhibir y sancionar este fenómeno; la creación  de  un  Comité  de  Integridad  que  revisará  ciertos  nombramientos  cuya  legitimidad pueda generar dudas; la implementación de un buzón de denuncias, y el establecimiento de una plataforma electrónica para la identificación de redes familiares.

En el rubro de combate a la corrupción hemos adoptado una política de cero tolerancia. Este año   se   impusieron   por   parte   del   Consejo   diversas   sanciones   por   responsabilidades administrativas,  las  cuales  han  incluido  la  destitución  e  inhabilitación  del  servidor público.

Dentro  de  esos  casos,  hay  16  que  tienen  que  ver  con  irregularidades  patrimoniales, nombramientos que pretendieron encubrir posibles casos de nepotismo o actuación tendiente a  engañar  a  otras  autoridades  o  a  obtener  beneficios  de  las  partes  en  juicio. 

Al  respecto, destaca  la  destitución  de  un  Juez  de  Distrito  por  corrupción,  haber  actuado  en  contra  de constancias, y haber incurrido en errores inexcusables en un caso de pederastia, así como las destituciones  de  dos  Magistrados  de  Circuito  por  notoria ineptitud  y  graves  irregularidades detectadas en sus declaraciones patrimoniales.

Asimismo,  a  la  par  de  que  se  abatió  el  rezago  en  la  atención  de  quejas,  denuncias  y procedimientos  disciplinarios  de  oficio  que  existía  el  año  pasado,  se  observó  un  marcado aumento  en  la  presentación  de  quejas.  Los  expedientes  de  investigación  administrativa  y  jurisdiccional  prácticamente  se  triplicaron  respecto  de  2018. 

Esta  tendencia  atípica  en  la presentación  de  quejas,  sin  duda,  habla  de  una  mayor  confianza  de  la  sociedad —y  de  los propios miembros del Poder Judicial—en que las mismas serán resueltas y que, de probarse los hechos denunciados, habrá consecuencias.

En  cuanto  a  la  revisión  de  las  visitas  ordinarias  que  permiten  auditar  permanentemente  el funcionamiento de los órganos jurisdiccionales, los dictámenes aumentaron en un 255%. Esto se ha acompañado de un replanteamiento en los criterios de productividad y estabilidad laboral que se exigen a las y los juzgadores federales.

Se implementó un Programa Anual de Verificación de Situación Patrimonial, que permite dar seguimiento adecuado a la evolución patrimonial de los servidores públicos del Poder Judicial.

Por lo que hace a la responsabilidad penal, se presentaron cuatro denuncias ante la Fiscalía General  de  la  República  en  contra  de  Magistrados  de  Circuito.  En  uno  de  los  casos,  el inculpado ya fue vinculado a proceso y se encuentra en prisión preventiva.

Asimismo, aumentó el  desahogo  de  solicitudes  ministeriales  relacionadas  con  investigaciones  sobre  hechos delictivos atribuidos a servidores públicos en un 158% frente al 2018.

Por  último,  para  asegurar  que  los  funcionarios  judiciales  puedan  desarrollar  sus  funciones libres de presiones, amenazas o intimidaciones y proteger su independencia e imparcialidad, el Consejo  elaboró  199  evaluaciones  de  riesgo  a  servidores  públicos  con  la  finalidad  de determinar las medidas de seguridad que requieren.

La  corrupción  y  el  nepotismo  se  alimentan  de  la  impunidad  que  mucho  tiempo  los  ha acompañado.  Que  quede  claro  que  esto se  acabó.  Que  no  toleraremos  a  los  servidores públicos  que  anteponen  sus  intereses  personales  a  los  de  la  justicia.  Estamos  limpiando  la casa y no cejaremos en este compromiso.

Hay  una  gran  mayoría  de  juezas,  jueces,  magistradas  y  magistrados  de  la  más alta honorabilidad. A ellas y ellos, mi público reconocimiento y mi llamado a seguir trabajando juntos por un Poder Judicial renovado, abierto, cercano a las personas y con credibilidad.

Para  que  cada  vez  sean  más  los  buenos  servidores  públicos, esta  administración  tiene  un compromiso firme con la construcción de un nuevo perfil del juzgador federal.

Se están rediseñando los procesos de selección de juzgadores, a fin de que permitan identificar de  mejor  manera  la  idoneidad  de  las  y  los  aspirantes  y  se  impidan  fraudes  como  los  que ocurrieron en el pasado.

Así,   para   el   concurso   para   juezas   de   distrito,por   primera   vez   los   cuestionarios correspondientes fueron aplicados por un sujeto totalmente ajeno al Consejo de la Judicatura: el Centro Nacional de Evaluación (CENEVAL), con décadas de experiencia y prestigio en la elaboración de pruebas relacionadas con los servicios profesionales de carrera. Las preguntas de los cuestionarios se resguardaron en todo momento por el CENEVAL.

Por su parte, en el concurso para magistradas de circuito, se tomaron medidas novedosas para resguardar la secrecía de los reactivos que conformaron el cuestionario de la primera etapa. En los rubros de formación de futuros juzgadores y  capacitación y actualización de quienes ya lo  son,  el  Instituto  de  la  Judicatura  Federal  fortaleció  sus  programas  académicos  sobre derechos  humanos,  centrándose  en  temas  como  derechos  de  los  pueblos  y  comunidades indígenas,  feminicidio  y  violencia  contra  mujeres,  migración,  género,  libertad  de  expresión  y derechos económicos, sociales, culturales y ambientales.

Para  este  efecto  ha  sido  estratégica  la  relación  con  la  Corte  Interamericana  de  Derechos Humanos,  que  ha  impartido  en  las  aulas  del  Instituto  un  curso  de  actualización  sobre  su jurisprudencia.

El  perfil  del  nuevo  juzgador  que  saldrá  de  las  aulas  de  la  Escuela  Judicial  será  el  de  un profesional  con  un  dominio  de  los  temas  sustantivos  como  la  dogmática  de  los  derechos fundamentales, el derecho internacional de los derechos humanos, la teoría constitucional, el derecho  comparado;  y  conocedor  también  de  saberes  instrumentales,  como  la  teoría  de  la argumentación, la teoría de la interpretación y la teoría del precedente.

Pero, sobre todo, un juez  o  una  jueza  que sepa  juzgar  con  perspectiva,  que  sepa  ponerse  en  los  zapatos de  los demás, atento a sus propios prejuicios, y capaz de identificar las barreras sociales que impiden el acceso a la justicia. Un juez o una jueza con sensibilidad social y que entienda el impacto de sus fallos en el camino hacia un país con mayor justicia social.

La renovación del Poder Judicial para garantizar su independencia de cara a la sociedad no puede lograrse sin cambios profundos en su funcionamiento administrativo. Una mejor justicia implica también una mejor administración, más eficiente y austera; que mantenga su cercanía con la  sociedad;  y  que  administre,  con  esmero  y  diligencia,  los  recursos  que  la  sociedad  le confiere.

La administración se ha enfocado en innovar los procesos de recursos humanos, financieros, materiales y tecnológicos, bajo el principio de máxima transparencia y rendición de cuentas, para  que  los  órganos  jurisdiccionales  cuenten  con  las  condiciones  adecuadas  para  impartir justicia pronta y expedita, teniendo en el centro una política de austeridad republicana. Uno de los principales logros es que el ejercicio del presupuesto alcanzó una eficiencia en el uso de  los  recursos  del  99%,  abatiendo  una  tendencia  histórica  de  subejercicio,  incluso  con partidas que iniciaron sin recursos, lo que implicó un mayor esfuerzo de contención del gasto para su reorientación hacia áreas prioritarias.

Se  generaron  ahorros  del  orden  de  2,600 mdp,  que  se  destinaron  a  proyectos  estratégicos dirigidos a fortalecer la función jurisdiccional.

Con  lo  hasta  aquí  dicho,  queda  claro  que  hemos  dado  inicio  a  una  autorreforma  profunda, decidida y con rumbo claro. Nuestro compromiso con esta renovación es absoluto: los datos y las cifras dan cuenta de ello. Pero  es  cierto  que,  para  darle  profundidad  y  estabilidad  a  estos  cambios,  son  convenientes reformas legales que le den continuidad al proceso emprendido.

El momento social es propicio para  ello,  pues  coinciden  en  el  tiempo  las  demandas  de  cambio  social  y  la  voluntad  de alcanzarlo. Es  el  tiempo de una  reforma  judicial  que emane de nuestras filas,  que  responda a  nuestras necesidades y que tenga en cuenta nuestra experiencia. Por ello, hemos entablado un diálogo institucional con los otros Poderes, para dar inicio a los trabajos sobre una “Reforma con y para el Poder Judicial”.

Se trata de un esfuerzo de Estado que parte de un intercambio constructivo, en el que el Poder Judicial juega un rol protagónico, como salvaguarda de su autonomía y de su independencia. En  el  marco  de  estos  trabajos,  próximamente  presentaremos  nuestra  propuesta  de  las reformas que consideramos oportunas para la consolidación de la transformación que hemos impulsado en esta administración”.

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