Una sustancia psicoactiva, es decir aquella que al ingerirse afecta o modifica procesos mentales como percepción, emociones, inclusive el estado de ánimo, puede ser motivo de abuso o producir una adicción. En todos los casos su consumo implica un riesgo, señalaron expertos del Centro de Prevención en Adicciones “Dr. Héctor Ayala Velázquez”, de la Facultad de Psicología de la UNAM.
En la conferencia Cuidando mi salud y evitando el consumo de sustancias psicoactivas, como parte del Ciclo de promoción de la salud y el autocuidado de la Facultad de Ingeniería (FI), Marco Antonio Callejas García explicó que un uso frecuente modifica hábitos y acciones.
Puede tener una progresión, comenzando por lo experimental, cuando tenemos curiosidad por probar, a uno social, con amigos, por ejemplo, dos veces al mes; al habitual, cada semana o diario; al abuso, con afectaciones en la salud, la familia y el rendimiento escolar y laboral; y la dependencia, cuando la gente lo necesita y tiene síndrome de abstinencia, es decir, un deseo intenso por volver a consumir y “siente que se muere” si no lo consigue.
Callejas García detalló que las sustancias psicoactivas se clasifican en depresoras, o sea deprimen el sistema nervioso y disminuyen nuestras funciones, nos vuelven torpes, con lagunas de memoria, etcétera. Entre esos productos están el alcohol, solventes, marihuana o heroína.
En el caso de las estimulantes, como las metanfetaminas, cocaína, nicotina o cafeína, aceleran el sistema nervioso; y las alucinógenas modifican la percepción de los sentidos.
De menos a más
Yeimy Ailin González Aguirre precisó que las drogas de inicio, como el alcohol, son las que guían a otras más fuertes. A corto plazo se presentan problemas de coordinación y atención; a largo plazo dañan el sistema gastrointestinal, producen enfermedades hepáticas y disminución de respuesta inmunológica.
Otra es el tabaco, principal causa de enfermedad pulmonar obstructiva crónica. El cigarro y el vapeador tienen numerosos perjuicios a la salud: la nicotina aumenta la presión, disminuye el oxígeno o produce mal aliento, lo cual es perjudicial hasta en las relaciones sociales, además de que causa osteoporosis.
Un ejemplo más es la mariguana, la cual daña el sistema respiratorio y ocasiona asma, bronquitis o cáncer de pulmón. A mayor consumo puede generar ataque de pánico, paranoia, brote psicótico o esquizofrenia, junto con el deterioro de la atención y la memoria.
González Aguirre recordó que 70 por ciento de la población no consume alcohol; en cambio, en la que sí lo hace, seis por ciento tiene dependencia al beberlo a diario y de forma desmedida. La mayoría tiene una ingesta explosiva en el fin de semana, por ejemplo. “Eso nos expone a accidentes, problemas sociales y familiares, pérdida de memoria, situaciones vergonzosas, etcétera”.
“Sentirme bien”
La responsable académica de dicho Centro de Prevención en Adicciones, Lydia Barragán Torres, dijo: hay que identificar las consecuencias; si en una reunión una persona se dedica solo a beber es más probable que termine con vómito y “la cruda”.
Los “precipitadores” pueden ser los relacionados con lo externo: personas, lugares y momentos; e internos, lo que le ocurre a la persona, como estrés, ruptura en la relación de pareja, etcétera, señaló en el auditorio Sotero Prieto de la FI.
Depositamos en las sustancias la función de “sentirme bien”, en lugar de desarrollar habilidades relacionados con el bienestar. Hay que regular los estados de ánimo; si hay ansiedad, hay que desacelerarse sin que se requiera algún consumo. Una respiración profunda, pausada y lenta, que llega hasta el vientre, puede ayudar, destacó.
En tanto, Francisco Javier García Ramírez reconoció que decir “no” a la invitación de hacer uso de sustancias suele costar trabajo. La primera técnica para lograrlo es responder: “no, gracias, por el momento no quiero, estoy priorizando mi salud”.
Si alguien me insiste que vaya al bar o fume, podemos sugerir otras opciones de actividad: “¿por qué no vamos al cine, o a mi casa a jugar videojuegos?”. O bien, realizar actividades sin relación con el consumo, o cambiar el tema, sugirió.
Otra técnica es ofrecer una explicación: “no puedo beber porque estoy tomando medicamento”, “me van a hacer un estudio médico”, “tengo un examen”. O simplemente alejarse, irse porque “estoy priorizando mi bienestar a futuro y mi salud”. En caso necesario, también se puede confrontar: “¿por qué me sigues ofreciendo? ¿cuál es la finalidad? Me haces sentir que no te importa lo que digo”.
El especialista recomendó buscar actividades como salir con amistades a caminar o jugar, practicar algún deporte, leer, bailar o cualquier otra que brinde sensaciones satisfactorias.
Si tenemos personas que simplemente nos escuchen, que hagan un acompañamiento, tenemos un factor estresante menos en nuestra vida. Debemos tener redes de apoyo, gente con quien contar en los momentos complicados, concluyó.