*Con buena fe no se gobierna, se requiere eficacia
No basta la buena fe ni la rectitud de intención de hacer cosas buenas en el Gobierno porque luego al ser evaluadas son francamente ineficaces o exacerban la desigualdad social en México.
Es necesario que no sólo haya eficacia contable en el gasto público, sino en su aplicación.
Es necesario también, obviamente, contar con el compromiso y la corresponsabilidad de los tres órdenes de gobierno.
Verdaderamente adoptemos, es una invitación respetuosa a los estados y municipios, a que adoptemos la evaluación de programas y el presupuesto basado en resultados, la homologación contable y la transparencia, como los principios estratégicos para que la asignación de los escasos recursos públicos sea cada vez una asignación más eficiente y sea cada vez una asignación que nos permita acertar en los mejores programas públicos.
No basta la buena fe, no basta la rectitud de intención de hacer cosas buenas que a la hora de evaluarlas son francamente ineficaces o incluso que pueden exacerbar las distorsiones que tiene la desigualdad social y económica en México.
Se requiere fundamento y precisión técnica, contable en el diseño de políticas públicas, en su puesta en marcha y en su evaluación.
La evaluación ha sido quizá el punto más débil o el eslabón más débil de la cadena de la eficacia gubernamental. El poner en práctica políticas públicas que se diseñan sobre un marco teórico o hipotético; el ejecutarlas, siguiendo incluso con toda precisión los parámetros según la cual fue diseñado, pero el no evaluarlas o hacerlo a profundidad genera que si hay errores, es probable que los haya en el diseño y ejecución de políticas públicas, esos errores se repitan y multipliquen en el tiempo y se prolonguen.
De ahí la importancia de darle un énfasis a la evaluación y máxime si la evaluación está hecha no sólo por el propio gobierno sino por la sociedad civil.