Académicos no son escuchados
Las prácticas inadecuadas de uso de suelo, el aprovechamiento no sustentable de los bosques y la dinámica demográfica que se registra en las regiones montañosas de Chiapas han provocado altas tasas de deforestación, lo que pone en riesgo no sólo al bosque mismo, sino a las comunidades que dependen de él.
Esta problemática ha motivado que diversos proyectos de conservación y restauración se hayan propuesto desde hace más de 25 años por los doctores Mario González Espinosa, Neptalí Ramírez Marcial y su equipo de colaboradores en El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR).
“El estado de Chiapas posee una de las biotas más ricas de México y América Central. Se estima que la entidad cuenta con una riqueza arbórea aproximada de mil 517 especies, lo que representa un importante capital natural necesario para sustentar el desarrollo de una creciente población”, destacó González Espinosa, integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.
Sin embargo, el investigador indicó que como resultado de la extracción desmedida, no regulada, de recursos del bosque, del establecimiento de la agricultura tradicional y del pastoreo extensivo, los bosques de varias regiones montañosas de Chiapas han sufrido, además de una acelerada disminución en su extensión, alteraciones en su composición florística y en su funcionamiento.
Un proceso que requiere colaboración
El grupo de investigación en el que participa Mario González junto con otros investigadores y estudiantes, utilizó una serie de estrategias para la restauración de los bosques chiapanecos en las que se involucró a seis comunidades indígenas pues “a lo largo del tiempo nos hemos dado cuenta que todo proceso, tanto la conservación como la restauración, son procesos sociales, y que para llevar a efecto un proyecto se necesita de consensos y compromisos mutuos entre los investigadores y la sociedad”.
Para comenzar, los investigadores realizaron una evaluación sobre las actividades realizadas por las familias, así como de las principales determinantes biofísicas, sociales y económicas. Para ello, utilizaron un marco conceptual conocido como medios de vida sustentables complementado con la metodología participativa desarrollada en ECOSUR por el doctor Manuel Roberto Parra Vázquez, otro integrante del mismo grupo de estudio multidisciplinario.
La metodología aplicada, continuó González Espinosa, permitió evaluar diferentes aspectos de los cinco rubros capitales del marco conceptual: natural, que indica la disponibilidad y acceso a los recursos naturales; financiero, que representa las fuentes de ingreso disponibles para los hogares; social, que implica las relaciones de colaboración y organización existentes dentro de la comunidad; humano, que se refiere a las habilidades, conocimientos y capacidades de trabajo que la gente posee; y físico o de infraestructura, enfocada a los bienes o instalaciones de carácter comunitario, así como el acervo de herramientas y servicios básicos disponibles en los hogares.
“Las comunidades estudiadas revelan una condición de alta marginación con una práctica extendida de la agricultura, en la que los excesos en el uso de agroquímicos nulifican la ganancia para los agricultores, y donde el uso del bosque forma parte de la estrategia de vida de los campesinos de la región”.
Planes de restauración diferenciados
Las acciones emprendidas para la restauración de los bosques constaron de la elaboración de mapas comunitarios de las áreas con interés para ser rehabilitadas o restauradas, en las que se incluyó de manera participativa a las comunidades, con talleres y recorridos por los terrenos de las comunidades, en éstas y otras áreas se realizaron censos de vegetación leñosa en parcelas circulares de 0.1 hectáreas, registrando la composición, densidad y área basal de todos los individuos mayores a 5 centímetros de diámetro a la altura del pecho. Estos inventarios se completaron en un total de 45 parcelas circulares distribuidas en las seis localidades aledañas a Motozintla de Mendoza, en la región de la Sierra Madre de Chiapas.
“En todas las comunidades las personas que participaron en los talleres identificaron áreas susceptibles de asignarse a prácticas de restauración forestal. En particular, identifican las áreas de las cuales actualmente se extrae leña y madera, conocidas como ‘astilleros’ -reguladas por la autoridad ejidal- y las parcelas escolares -reguladas por el comité de padres de familia. También se señaló el interés por implementar prácticas de recuperación de la cobertura arbórea en las márgenes de los ríos y arroyos, así como en áreas donde recientemente han ocurrido deslizamientos de laderas”, explicó.
Los estudios señalan que las comunidades estudiadas son muy heterogéneas en cuanto a la extensión, composición y estructura de sus áreas arboladas remanentes, por lo que las diferencias apuntan a la necesidad de contar con un plan de restauración forestal propio en cada comunidad.
“Se han considerado tres gremios de especies que son adecuados para propósitos de restauración forestal en las montañas de Chiapas: coníferas, encinos y otras latifoliadas -que se pudieron dividir entre las latifoliadas tolerantes e intolerantes a la sombra. No obstante, las comunidades estudiadas mostraron diferencias significativas en su riqueza total de especies de árboles y otras variables estructurales”.
Aunque también, como parte de este dialogo entre investigadores y sociedad, los mismos pobladores de las comunidades identificaron varias especies de árboles útiles para sus actividades como el copal, el palo de gato y el encino como especies con mejores atributos para su uso como leña y que deben ser tomadas en cuenta para posibles prácticas de restauración de bosques. Otras especies como el cedro y las varias especies de pino fueron señaladas como importantes para la obtención de madera para muebles y construcción.
Según el investigador, la restauración de ecosistemas aspira a hacer lo que la naturaleza hace por sí sola, pero que le toma mucho tiempo para alcanzarlo. “Los ecólogos nos hemos preguntado qué podemos hacer para incidir sobre la dinámica de los bosques y acelerar los procesos de regeneración natural y sucesión ecológica y estas iniciativas son parte del gran trabajo que aún falta”.
Para casi toda área de estudio, los especialistas observaron que se evidencia la necesidad de aplicar una estrategia de restauración activa de amplio alcance sobre el territorio basada en la participación de las comunidades para iniciar o acelerar la velocidad de recuperación de los bosques. “Sin embargo, para poder iniciar una acción colectiva es necesario que el gobierno y/o las organizaciones ambientalistas cambien algunas de sus políticas y aporten los recursos necesarios para concientizar a los productores, fortalecer sus capitales y capacitarlos para superar las etapas críticas del plan, con el fin de que consideren importante y viable realizar las tareas de restauración”, resaltó Mario González Espinosa.