Oaxaca es uno de los estados con mayores carencias económicas y educativas. Los jóvenes de esta entidad, dice la investigadora Alejandra Aquino, no tienen muchas perspectivas a futuro. Para muchos de ellos el único horizonte posible en un país con desempleo y que no da acceso a buenos sistemas educativos, es la migración.
Un ejemplo de esto es Yalala, municipio ubicado al norte de Oaxaca, con una población aproximada de 2 mil personas, según el último censo de población.
La migración, continuó la doctora en sociología, ha sido parte de la historia de este municipio, la cual inició en los años setenta del siglo pasado. En las dos décadas siguientes se dio una migración masiva que luego disminuyó. Aunque se desconoce el número de jóvenes que se va cada año a Estados Unidos, se calcula que en Los Ángeles la comunidad zapoteca de Yalala la conforman 4 mil personas, de acuerdo con estimaciones de los padrones comunitarios.
Este sector es el tema de estudio de la investigación de la doctora Alejandra Aquino Moreschi, quien obtuvo una de las Becas para Mujeres en las Humanidades y las Ciencias Sociales, que otorga la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), por su proyecto “Experiencias migratorias y producción de nuevas subjetividades entre jóvenes zapotecos”.
“Lo que me interesa con este proyecto es analizar cómo la experiencia de la migración internacional, particularmente en Estados Unidos, está transformando las subjetividades juveniles, es decir, el sentido que le dan los jóvenes zapotecos de la Sierra Norte de Oaxaca a diferentes aspectos de su vida o de la vida comunitaria”, dijo la investigadora formada en antropología.
Explicó que son varios los objetivos que persigue su investigación, entre ellos analizar qué significa ser joven en una comunidad zapoteca migrante, así como la forma en que las diferentes generaciones se disputan la producción de sentidos al respecto. Los jóvenes después de la migración, dice la científica social, ya no se relacionan de la misma manera, ni entienden de la misma forma lo que es la comunidad.
También busca analizar de qué manera la experiencia migratoria transforma las subjetividades y las prácticas con respecto a tres ámbitos concretos en donde se expresan de forma más clara las contiendas generacionales: las relaciones de género, las relaciones con la comunidad y las relaciones de los jóvenes con consigo mismos (identidad, proyecto a futuro, expectativas).
También forma parte de los objetivos, estudiar cuáles son y cómo funcionan los dispositivos de poder que en el contexto migratorio intentan disciplinar al sujeto joven migrante, particularmente explorar “la producción legal de la ilegalidad” migrante y su “racialización en la experiencia migratoria”.
La investigadora explicó que al llegar a Estados Unidos “los jóvenes, en su mayoría, se emplean como trabajadores en restaurantes, mientras que las mujeres lo hacen limpiando casas, labores por las que no se les pide ningún grado de especialización o capacitación. Sin embargo, una ventaja que tienen es la experiencia comunitaria, donde hay grandes aprendizajes, partiendo de la idea de que la escuela no es el único espacio donde se enseña”.
Añadió que al pertenecer a una comunidad con una cultura y una tradición muy ricas, como es la zapoteca, estos jóvenes tienen prácticas aprendidas en su vida cotidiana que se convierten posteriormente en ventajas, como por ejemplo, la solidaridad y la propia fortaleza que le dan a su red migratoria.
“Uno de los ejes de mi proyecto es ver cómo el hecho de que el Estado al no proporcionarles los documentos para estar en regla afecta su propia vida cotidiana, y cómo se vuelven sujetos más fácilmente explotables, porque ellos pagan impuestos, eso me sorprendió, la mayor parte de los jóvenes que entrevisté han pagado impuestos con la expectativa de que algún día puedan ser legalizados”.
Aquino Moreschi mencionó que durante su investigación busca comparar cuatro tipos diferentes de trayectoria juvenil: el joven que nace en el pueblo, que se quiere ir pero no ha podido; el que ya se fue y está en Estados Unidos; el que es hijo de migrantes más sigue inserto en esta dinámica migratoria porque aunque no son migrantes son vistos y tratados como si lo fueran; y el joven que fue migrante pero regresó o lo deportaron.
“Mi idea es justamente comparar cómo estas cuatro trayectorias van construyendo lo que significa ser joven ahora en una comunidad zapoteca”.
Para estudiar el tema, la especialista recurrió a un método etnográfico, basado en la experiencia del trabajo de campo, la convivencia cotidiana con la gente, lo que se conoce como etnografía multi-situada. “Trato de seguir a los jóvenes en sus cruces de frontera, y para ello tengo que trasladarme entre lo que es la Sierra, la ciudad de Oaxaca, porque es muy común que ellos migren ahí, y Los Angeles, California, que es donde tengo que hacer gran parte del trabajo de campo”.
Las Becas para Mujeres en las Humanidades y las Ciencias Sociales, consiste en 100 mil pesos, y se otorgan con el objeto de motivar a las jóvenes científicas mexicanas a progresar en la generación de conocimiento. Se otorgan dos al año para la realización de investigación científica a nivel posdoctorado.
“Es muy importante para mí recibir esta beca porque me va a permitir hacer trabajo de campo multi-situado y hacer esta investigación más a profundidad. El objetivo que tengo es la publicación de un libro, y me encantaría devolver algo a todos los jóvenes que me ayudaron con mi investigación, como un video, por ejemplo”, concluyó.