*Ya no hay más que de dos sopas
Sobre la presunta reforma a la ley laboral en México se han dicho muchas cosas, entre otras que es milagrosa, que conserva la misma dosis de veneno para matar a la clase obrera. Que es el inicio del fin. Que es una chulada y que es una porquería.
Se han creado intensas cortinas de humo y muchos políticos se han mordido la lengua argumentando que casi, casi es palabra de Dios y otros, afirman que es el mismo atolito con el dedo que PRI y PAN le han dado durante toda la vida al pueblo de México.
Pero aquí ya no hay más que de dos sopas. O hablan con la verdad o se consolida la revolución digital a través de las redes sociales donde muchos Zapatas y Villas, gente de armas tomar, esperan que en verdad cambien las cosas.
Y esa verdad es muy simple. La reforma laboral debe verse reflejada en el bolsillo y en la mesa del trabajador. Debe sentirse y reflejarse en un mejor nivel y calidad de vida de todos los mexicanos y no sólo para los mismos de siempre. Los ricos.
Y si bien la solución a la pobreza y la desesperanza no es fácil, ni hay recetas mágicas, Enrique Peña Nieto y su cómplice, el PRI, deben recordar al poeta Jaime Sabines: “Para los condenados a vida no hay mejor estimulante que la luna en dosis precisas y controladas”.
Pues bien, así de sencilla debe ser la tan llevada, traída y cacareada reforma laboral, porque los condenados a vida, los obreros, la clase trabajadora, todos los mexicanos esperan esa dosis perfecta de bienestar y además, fue la dosis perfecta que prometió en campaña Enrique Peña Nieto.
Todos los mexicanos recordamos ese comercial de campaña electoral de Peña Nieto que salía una y mil veces en la televisión a mañana, tarde y noche y en donde sentado en un escritorio prometió:
“Mi principal objetivo es que ganes más, que ganes más por tu trabajo. Darle valor a tu trabajo es darle valor a México”.
Más claro ni el agua. La traqueteada reforma laboral no tiene dos caras. Peña Nieto ya la describió y ahora tiene que cumplir, porque el pueblo ya no se traga la palabra de discursos políticos llenos de mentiras. Hoy, México es otro. El voto cautivo que le dio poder por 70 años al PRI, ya se murió.
Hoy, es una nueva generación de mexicanos que piensan igual, actúan igual y prueba de ello es que en 1988 le dio el voto a Cuauhtémoc Cárdenas, en el 2000 a Fox, en el 2006 quedó la duda y en el 2012 vuelve el PRI.
No hay vuelta atrás, la reforma laboral y la promesa de Peña debe reflejarse no en la luna de Jaime Sabinas, sino en el refrigerador de todos los mexicanos, en el bolsillo de todos los mexicanos, en la mesa de todos los mexicanos y, lo principal, en el voto de todos los mexicanos.