Cuentan a nuestros sabuesos informativos una anécdota que se actualiza con un somero análisis del por qué operan con libertad algunos delincuentes… 

La versión es de un reportero de la vieja guardia en el DF y se trata de un sujeto que conocían solo como “El Diablo”… Resulta que este delincuente llegaba todos los días a las islas de Ciudad Universitaria cargando un costal abarrotado de marihuana que vendía a los estudiantes de aquella época del año 1976… Con toda tranquilidad forjaba la hierba y cuando algún judicial lo arrestaba para entregarlo a las autoridades, le daban una “calentadita” antes de que llegara de arriba la orden de soltarlo, con todo y la carga que le había decomisado… En esa época solo por algunos meses  “El Diablo” en cuestión fue noticia para los avezados reporteros, pero cuando confirmaron lo que comentaban los policías respecto al “caca grande” que ordenaba su libertad, lo dejaron en paz para que siguiera administrando las dosis que demandaban los universitarios de aquel entonces… ¿Y quien cree usted, curioso lector, que ordenaba su libertad?... Le atinó, el mismísimo jefe del gobierno capitalino, que entonces se llamaba Carlos Hank González… Cuestión de reflexionar que las cosas en estos momentos no han cambiado mucho… ¿O sí?... Pero si le queda alguna duda, lea la columna de esta semana de nuestro colaborador Joel Saucedo…