El “crowdfunding” es, simplemente, pasar la charola o botear en el tope de la carretera. Es decir, es convidar amablemente a los desconocidos a que ayuden económicamente -con lo que sea su voluntad- para que nosotros podamos realizar nuestro proyecto.
La historia le jugó una mala pasada a David Alfaro Siqueiros, quien sin pensar ni sospechar que una de sus obras representativas de su periodo posrevolucionario, como lo es La velocidad (1952-1954), concebida en un afán de modernidad, sufriera severos daños, al concluir los trabajos de restauración del antiguo hotel Belmar del centro histórico de la Ciudad de México, luego de que el inmueble fue entregado para su restauración a particulares.
El daño que sufrió la esculto-pintura --llamada así por su autor-- es ostensible y quizá irreversible, puesto que la pared oriente que soporta la estructura del emblemático hotel fue apuntalada desde sus cimientos, sin que los arquitectos de la obra repararan en la necesaria y adecuada protección de la pieza cuyo leitmotiv es el movimiento en la cabellera de una mujer por el embate del viento, en alegoría al vértigo que produce la velocidad.
A Siqueiros tomó cerca de dos años el diseño y cristalización del proyecto que le confirió la empresa automotriz Chrysler, en el que antepuso la exploración técnica a la expresión política, tan característica de su aporte plástico, pues los expertos hablan de esta obra de gran tonelaje (con un peso superior a las 25 toneladas) como una de las pocas de su colección en las que no hubo de por medio denuncia o mensaje alguno, pero sí un ejercicio lúdico, ya que ensayó una escultura de cuatro dimensiones, en una suerte del alto-relieve quizá inspirado en aquellos al relieves que adornan las pirámides en el pasado remoto o prehispánico.
El legado de quien es reconocido mundialmente como uno de los muralistas más trascendentes del siglo pasado ha sufrido deterioro a causa del olvido de las autoridades en otras latitudes como sucedió en Argentina hacia mediados de los años cincuenta con el mural Ejercicio plástico, pero aquí en México no se puede permitir que eso suceda dijo alguna vez a este reportero Adriana Siqueiros, quien vivió buena parte de su vida para clamar justicia en el rescate y difusión de la obra de su padre.
Pero, Adriana ahora sin tener tiempo para detener y evitar, que La velocidad se perdiera en el paisaje urbano y muy pronto, de proseguir el deterioro, del imaginario colectivo.
Al menos, el deterioro de que fue objeto en tan solo cinco meses, sabedora de que el patrimonio de su padre pasó a ser de los mexicanos por disposición propia, según se puede constatar en el decreto.
La obra, ubicada en el costado poniente de Plaza Juárez, se aprecia golpeada, descolorida y fragmentada, ante la mirada atónita de los transeúntes que por miles se dan cita diariamente en una de las avenidas más transitadas en el perímetro A del Centro Histórico, sin reparar en el daño, que de forma indirecta, se ha producido a su patrimonio y peor aún no existe una placa que identifique dicha pieza monumental
Hay que recordar que a Adriana se debió la restauración y adecuada exhibición del mural en el Castillo de Chapultepec, la inacabada protesta por el enclaustramiento del mural que lleva por nombre Del porfirismo a la revolución en y el rescate, nunca convincente, del Museo de Arte Público Siqueiros en Polanco y ahora en el 2014 La Tallera lugar que fue remanso y espacio lúdico para El Coronelazo, donde hizo la prospectiva de su obra cumbre en el Polyforum que lleva su nombre.
La estulticia de las autoridades, que devengan sus salarios en los institutos nacionales de Antropología e Historia y Nacional de Bellas Artes, queda al descubierto en este y muchos casos más en los que se ha dejado de actuar para proteger la obra pública, y más aún desde que La velocidad dejó de estar en su antigua sede de Calle Lago Alberto 120 al poniente de la ciudad para ser trasladada, hace ya más de dos lustros a Plaza Juárez en uno de los muros (de las lamentaciones acaso) contiguos al Museo de la Tolerancia.
Dicho traslado obligó a contar con los máximos cuidados.
Mientras tanto, habrá que esperar a que La velocidad, obra tangible del genio creativo de Siqueiros, recupere, en su totalidad, los mosaicos veneciano perdidos para que luzca en su totalidad al 100 por ciento, así como los colores del cemento pigmentado muy al estilo del maestro quien en vida pregonó a sus contemporáneos que: No había más ruta que la nuestra; es decir, la de aquellos que tomaron los muros de los edificios públicos para plasmar en ellos el ingenio y talento que dio un sello al movimiento de la plástica mexicana del Siglo XX.
La esculto
“La esculto (1952-54) son de 9.60 metros de largo y 3.75 de ancho y en el mural se muestra la figura de una mujer en movimiento, como si se tratara de una gimnasta y se insiste en que Siqueiros, tuvo un remanso en su discurso plástico como cuando lo pintó, como sucedió cuando emprendió El ejercicio plástico, por encargo de un acaudalado argentino en aquellas australes tierras de América.
Y a partir de la adjudicación a un complejo comercial y de condominios.