Investigadores de la UNAM analizan una serie de 150 cráneos humanos hallados en un ritual funerario en Xaltocan, Estado de México, para averiguar su procedencia, a quiénes pertenecían, y determinar si estos individuos fueron enterrados al mismo tiempo y en igual periodo.
El hallazgo fue realizado por Christopher Morehart, arqueólogo de la Universidad Estatal de Georgia, Estados Unidos, quien en 2007 estudiaba sitios de cultivo de chinampas en Xaltocan. En la primera etapa de excavaciones encontró la ofrenda milenaria con 31 cráneos, y en junio de 2012, descubrió el resto.
Se trata de una de las concentraciones más grandes en esa zona de la cuenca del Valle de México, no asociadas a arquitectura monumental, explicó Abigail Meza Peñaloza, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la Universidad Nacional.
La antropóloga física, en colaboración con especialistas del Laboratorio de Osteología a su cargo, se ocupa del proceso de limpieza, curaduría, catalogación, registro en 3D y análisis morfométrico de los huesos, estudios que contribuirán a diferenciar el número de grupos de los que provienen estos sujetos.
Además, en el Laboratorio de Genética del mismo instituto, intentarán recuperar muestras de ADN, para determinar ciertos polimorfismos que ayudarán a establecer las diferencias entre las poblaciones.
“En un primer momento nos dimos cuenta que se trataba de adultos jóvenes del sexo masculino, muchos de ellos, con deformaciones intencionales en dientes y cráneo”, mencionó.
Meza Peñaloza señaló que la excavación estuvo a cargo de Morehart, que durante la exploración encontró una especie de islote en medio del Lago Xaltocan. “Había una capa de cal y polen de cempasúchil, como si hubieran colocado un piso de esta flor y, encima, los cráneos, junto con Tláloc y otras figurillas de arcilla, lo que nos hace pensar que quizá se trató de un rito agrícola.
“Es un descubrimiento peculiar; si se encuentran tantos cráneos y todos con señales de haber sido decapitados, por lo general están asociados a grandes edificaciones, sitios fundacionales o cierres de ciclos. Sin embargo, en este caso lo interesante es que no hay estructuras, sólo el apisonado de tierra, la capa de cal, las flores y los cráneos; hasta el momento nadie ha reportado algo similar”, indicó la también secretaria Técnica del IIA.
Otra singularidad es la asociación de falanges del dedo pulgar de la mano encima de la cabeza o dentro de la órbita de los ojos, “como si se los hubieran enterrado, desconocemos también el significado”.
La antropóloga subrayó que este ritual podría estar relacionado con asuntos agrícolas. Estudios paleoambientales indican que en algún momento hubo sequías, “de hecho el lago ya no existe, quizá el sacrificio de estos hombres tuvo que ver con un culto de ese tipo.
“Por los estudios que realizamos, vemos que los cráneos pertenecen a diferentes grupos, de ahí nuestro interés por utilizar diversas técnicas para diferenciar la diversidad que existe al interior del conjunto de huesos, determinar qué tanto se agrupan o d ispersan, y establecer a qué poblaciones hubieran pertenecido”.
Existen sospechas de cierta filiación otomí de algunos de ellos, y de otras partes cercanas a la cuenca; la cerámica es otro elemento que podría ayudar a encontrar esas asociaciones. “Son muchos los indicios que nos conducen a considerar que no es un hallazgo típico del Epiclásico para esa zona, sospechamos que pertenecen a otras regiones y a más de un grupo”.
La técnica de decapitación también es importante; las cabezas de estos individuos fueron cercenadas a nivel de la primera cervical, “casi pegada a la nuca –proceso complicado–, mientras que los teotihuacanos, mayas y mexicas, por lo general, lo hacían a nivel de la segunda o tercera vértebra”.
La limpieza, curaduría, registro en 3D y el análisis morfométrico de los huesos tendrá que estar listo en agosto próximo. Además de averiguar por qué Xaltocan se convirtió en un espacio para los sacrificios y su importancia, “quizá este proyecto sirva para reflexionar cómo se hace la arqueología en México, que casi siempre se ocupa de la monumentalidad, de las grandes zonas arqueológicas, y deja de lado las unidades habitacionales y la gente común”, finalizó.
El proyecto arqueológico, que encabeza Morehart, está avalado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y cuenta con financiamiento de National Geographic.