En la actualidad, quienes se dedican a esta área laboran en docencia e investigación, diseñan e instrumentan proyectos de rescate, conservación y explotación racional de recursos naturales, y proponen leyes para regular su uso y garantizar su protección. Además, aportan a la biomedicina, biotecnología, biología molecular, biodiversidad, educación ambiental, nutrición y ecología.
La disciplina se enfoca a entender cómo funcionan los seres vivos y los ambientes a los que pertenecen, y propone aplicaciones útiles para la sociedad. “Para afrontar los riesgos que implican el calentamiento global y el desarrollo económico para la preservación de especies y ecosistemas, es preciso generar conocimiento”, aseguró Jorge Nieto Sotelo, del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.
En ocasión del Día del Biólogo, que se conmemora en el país el 25 de enero, aludió a la importancia de esta disciplina ante la destrucción del ambiente. Por ejemplo, los bosques y otras comunidades vegetales naturales, al captar lluvia, generan materia orgánica, mantienen suelos para la agricultura y producen oxígeno, explicó.
Además, los expertos del IB trabajan en la descripción de la biodiversidad de México, pues aún no hay un listado completo de las especies existentes en territorio nacional; concretar uno requiere años de trabajo y apoyo a especialistas.
Sequía, reto inmediato
En el año 2000, el tres por ciento de la superficie terrestre registraba sequía extrema. De persistir las condiciones ambientales actuales, para 2100 será un 30 por ciento, refirió el responsable del Laboratorio de Fisiología Molecular del Jardín Botánico del IB.
Ante este panorama, desarrolla líneas de investigación para comprender el impacto respectivo. En específico, estudia las adaptaciones de las plantas al calor y a la falta de agua.
“En el laboratorio analizamos cómo, a lo largo de millones de años, los agaves han sobrevivido a la falta del líquido y temperaturas extremas. Esta capacidad, que se explica por sus características morfológicas y fisiológicas, probablemente esté codificada en el genoma”, expuso.
Estos organismos emplean mecanismos que impiden la pérdida de líquido en las horas de más calor al evitar la evapotranspiración. En un humano, equivaldría a no sudar para retener agua.
El objetivo es determinar cómo los agaves toleran condiciones extremas, porque estas adaptaciones para evitar la evapotranspiración complican la regulación de su temperatura.
“Encontramos que el cogollo —que resguarda a las hojas más inmaduras y al meritesmo apical del tallo—, al contrario del resto de la planta, abre sus estomas en el día si el calor es elevado. Esto reduce su temperatura foliar varios grados centígrados debajo de la temperatura del aire”.
Además, localizamos diferencias entre estas hojas y las del resto de la roseta a nivel de algunas proteínas (llamadas chaperonas moleculares) que protegen a otras de la desnaturalización. Este conocimiento podría ser utilizado en agricultura para lograr cultivos resistentes a condiciones climáticas extremas, explicó.
Estos trabajos se realizan en el Jardín Botánico, que resguarda a una de las colecciones de agaváceas más importantes del mundo y alberga a 80 por ciento de las especies existentes en México (centro de origen de esta familia de plantas) y 65 por ciento del planeta.
El futuro
El especialista expuso que ante las exigencias que plantean temas como la contaminación o la restauración ambiental, se deben aprovechar e integrar los conocimientos ya obtenidos y generar aplicaciones sustentables y robustas.
La bioinformática, relacionada con el manejo de cantidades grandes de datos —como el número de especies en un ecosistema, sus interacciones y localización— permitirá un mejor desarrollo de la biología de sistemas complejos, precisó.
La combinación de estas disciplinas será útil para diseñar estrategias orientadas a proteger el ambiente y explotar una región de manera sustentable. El futuro de la biología está en el modelaje de herramientas matemáticas y computacionales que expliquen el funcionamiento de los ecosistemas, a fin de minimizar los daños causados por las actividades humanas.
En México, cada 25 de enero se conmemora el Día del Biólogo, fecha establecida en 1961 por el Colegio de Biólogos de México y expertos de la Universidad Nacional y el Instituto Politécnico Nacional, con la finalidad de proteger a los integrantes del gremio.
El 19 de enero de 1939 fue creada la licenciatura respectiva. Los planes de estudios se han modificado de acuerdo a las necesidades académicas y sociales. En la actualidad, las ramas de zoología, botánica, manejo de recursos naturales y su conservación, y biología molecular y celular, son las de mayor interés entre los estudiantes.