Ángel Trejo

Una de las seis grandes culturas del mundo antiguo

México es un país joven que emergió del cuenco prodigioso de una vieja civilización que empezó a gestarse hace siete u ocho mil años, cuya vigencia histórica duró cuatro milenios: Mesoamérica. Una cultura que hizo aportaciones tan importantes para la historia de la humanidad como las que hicieron Mesopotamia, Egipto, India, China y los Andes. Los tres alimentos básicos que han sustentado el desarrollo del hombre moderno (trigo, arroz y maíz) fueron obra de estas civilizaciones.

Mesoamérica, creadora del maíz y de otras plantas alimentarias y de uso industrial que continúan nutriendo al hombre en todo el orbe, existió en un territorio del continente que ahora ocupan seis o siete países hermanos: Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México y al parecer también Chiriquí, provincia de Panamá.

En el norte estuvo delimitada, según el antropólogo Paul Kirchhoff, por una línea curva que iba del río Pánuco (Tampico) al río Fuertes, en la frontera de Sinaloa y Sonora, con ondulación descendente hacia Guanajuato, excluyendo de su área una parte importante de los territorios de este estado, de San Luis Potosí, Aguascalientes, Durango, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Zacatecas, donde prevalecieron diversas naciones nómades conocidas como chichimecas.

En Zacatecas, no obstante la etnogeografía de Mesoamérica, estuvo ubicada Chicomostoc, una de las grandes ciudades prehispánicas del centro-norte de México, de la que a inicios del segundo milenio de nuestra era (1000 d.C) partieron los futuros creadores de una decena de estados-naciones de lengua nahua en los valles de México, Tlaxcala, Puebla y Cuernavaca. Chicomostoc fue una las tres presuntas sedes históricas de Aztlán, la mítica tierra de origen de los mexicas que fundaron México-Tenochtitlán en el siglo XIV.

Kirchhoff, quien ideó el concepto Mesoamérica, formuló este mapa para diferenciar esa región cultural de dos áreas territoriales del norte de América con desarrollo diferente o presumiblemente inferior: Oasisamérica y Aridoamérica. Estas culturas se localizaron en los territorios que hoy ocupan los estados norteños de México y los del suroeste y medioeste de Estados Unidos: Texas, Nuevo México, Arizona y California.

De acuerdo con las investigaciones arqueológicas y antropológicas más aceptadas (Paul Rivet, El origen del hombre americano, Colección Popular, FCE), los constructores de Mesoamérica procedían del extremo oriental de Asia: Siberia, Mongolia, China, Corea, Japón y probablemente el Sureste Asiático (Vietnam, Tailandia, Camboya, Laos, Malasia, Singapur), como lo acaba de evidenciar el análisis científico de La mujer de las Palmas, un esqueleto rescatado en una cueva cercana a la ciudad de Tulum (Quintana Roo) que vivió hace 10,000 años y cuyos rasgos genéticos y físicos son semejantes a los de los pobladores de esa región.

El origen asiático del hombre americano está sustentado en el hecho de que la especie humana surgió en la región central-este de África (Etiopía-Eritrea) hace tres o cuatro millones de años y que la lenta peregrinación del homo sapiens abarcó primero el resto de esa masa territorial, siguió en el Medio Oriente, Europa y Asia, para finalmente verter en América. Su tardío despliegue en esta tierra se debió a que América estuvo aislada mucho tiempo con respecto a los otros cuatro continentes (África, Asia, Europa y Oceanía) luego de la dispersión del Pangea (continente primigenio o único) hace 200-100 millones de años.

Los puntos más cercanos de América con las otras piezas del rompecabezas geológico (Laurasia, Gondwana) estaban (siguen estando) en la región septentrional del globo terráqueo, en las lindes del Polo Norte: Islandia con Groenlandia y Alaska con Siberia. El estrecho de Bering, un canal marino de apenas 90 kilómetros de ancho, permitió el paso de los pobladores de Asia a América a través de un puente de hielo tendido primero por una de las grandes glaciaciones y luego por las heladas invernales de cada año.

 

La migración asiática se inició hace 30 mil o 40 mil y se prolongó hasta hace seis mil o cuatro mil años. Los misioneros de esa primera colonización de América eran nómades, habitaban en cuevas y poseían una cultura lítica, es decir, usaban herramientas y armas de piedra, hueso o madera; recolectaban plantas y frutas comestibles, se dedicaban a la pesca y a la caza de mamuts y otros mamíferos. (Continuará).