En el siglo XVII no había una ciudad en todo el orbe que alojara una sociedad tan cosmopolita, pluriétnica, mestizada, multirracial y pluricultural, como la virreinal Ciudad de México, “un fenómeno único”, manifestó el historiador Antonio Rubial García, al conversar sobre el nuevo orden social establecido tras la Conquista en el ciclo La Plaza Principal, su entorno y su historia, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

En la actualidad, tal particularidad sólo sería equiparable con Nueva York, consideró el académico, porque a la capital de la Nueva España “acudían españoles procedentes de la península Ibérica, italianos, flamencos, alemanes (muchos de ellos habían españolizado su nombre), esclavos venidos de las colonias portuguesas en África: Guinea, el Congo, Mozambique; gente de Asia: chinos, filipinos, hindúes, vietnamitas, camboyanos, muchos de ellos habían llegado también como esclavos y habían comprado su libertad”.

A esa complejidad representada por población de los tres continentes: Asia, Europa, África, y que tenía el castellano como lengua de contrato, debe agregarse la diversidad indígena. “Había colonias de mixtecos y zapotecos con su propia capilla, y prácticamente todas las etnias estaban alrededor de esta gran ciudad: matlatzincas, mazahuas, otomíes, nahuas.

“Obviamente estamos ante un fenómeno único, una sociedad cosmopolita, pluriétnica, mestizada, multirracial y pluricultural”, dijo Antonio Rubial, de modo que para el siglo XVIII no había una ciudad comparable en todo el orbe, “ni Ámsterdam, ni alguna colonia inglesa o la capital de otro virreinato español como Lima”, señaló el profesor de la UNAM en la conferencia dictada en el Museo del Templo Mayor.

El espacio arquitectónico de la urbe novohispana quedó plasmado en piezas como los biombos denominados urbs; mientras, la jerarquización se reflejó en los denominados civitas, vistas de la gente realizando sus actividades, que son la mejor manifestación de la sociedad pluriétnica y mestizada de la virreinal Ciudad de México, refirió Antonio Rubial.

Estas vistas, civitas, también dejan de manifiesto el espacio público, las acequias y las plazas, como lugar del comercio ambulante y establecido —“que no es ninguna novedad, siempre ha sido así y parece que siempre será”—, pero también de fiesta, donde se expresaba la jerarquización social y al mismo tiempo se daba una “ruptura momentánea” de un sistema muy rígido, expuso.

Trescientos años después, la actual capital de la República Mexicana sigue conservando “valores y un sentido de identidad”, como es ese uso del espacio público para el comercio y la fiesta popular, propios de una sociedad de “antiguo régimen”, expresó el autor de títulos como Los libros del deseo y Monjas, cortesanos y plebeyos. La vida cotidiana en la época de sor Juana.

Esa sociedad, explicó, debía obediencia al rey y al papa, estaba configurada por estratos: clérigos, nobles y plebeyos; así como por corporaciones mediante las que se establecían los derechos y obligaciones civiles.

Contrario a la idea de que la sociedad virreinal era de castas, realmente en ésta —precisó Antonio Rubial, Premio Universidad Nacional 2008— era posible el ascenso social a través de méritos, de modo que un mulato podía llegar a ser un clérigo destacado.

Asimismo, el estatus social no era indicativo, como hoy en día, de la condición económica, de manera que un plebeyo podía ser un próspero comerciante indígena, y un español con título de “Don” “podía ser un Don Nadie”.

Tras la Conquista, la Ciudad de México quedó dividida en una República de Españoles, con un cabildo, y cinco barrios indígenas regidos por los cabildos de San Juan Tenochtitlan y Santiago Tlatelolco. Además de los cabildos, otro cuerpo social eran las corporaciones, hermandades laico-religiosas como las cofradías, donde los distintos grupos sociales establecían nexos y responsabilidades.

El clero, en particular las órdenes religiosas, también manifestaba su poder a través del espacio mismo de la capital novohispana. Los conventos, hospitales y escuelas, entre otros, eran administrados por franciscanos, dominicos y jesuitas, finalizó el historiador.

El ciclo La Plaza Principal, su entorno y su historia se lleva a cabo en el Museo del Templo Mayor, y continuará el próximo jueves 16 de octubre con la ponencia titulada La Catedral y el espacio virreinal. Significado y arquitectura, por Sergio Zaldívar. 18:00 horas. Entrada libre.