La escultura de un chamán de rostro alargado y arma en mano, es el guardián de una tumba de tiro descubierta en el estado de Colima por investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes recientemente se convirtieron en los primeros en ver su interior luego de que fuera sellada hace más de mil 500 años.
Con las fumarolas del Volcán de Fuego como fondo y bajo la superficie de un terreno del municipio de Villa de Álvarez, los especialistas del INAH realizan a detalle el registro de este espacio funerario que por fortuna se halló intacto, pues como explica el arqueólogo Marco Zavaleta Lucido, las tumbas de tiro son objetivo de saqueadores debido a la belleza de los materiales depositados dentro de ellas.
Marco Zavaleta es una persona con suerte. En abril de 2013, el experto localizó otra tumba de tiro inalterada al oriente de la ciudad de Colima. Con los análisis posteriores, se contabilizaron además del entierro principal de un hombre (que guardaba relación anatómica), los restos de 35 individuos adultos, femeninos y masculinos, y tres de infantes, que originalmente se hallaron formando un gran osario.
En el salvamento arqueológico que ahora dirige en Villa de Álvarez, el arqueólogo del Centro INAH Colima ha tenido la oportunidad de liberar una serie de enterramientos en cistas de piedras, tanto de adultos como de infantes, que al parecer corresponden principalmente a la fase denominada Colima, del 400 al 600 d.C.
Cerca del lugar donde se han recuperado los entierros de adultos en cistas, Marco Zavaleta levantó tres metates que servían de sello a un pozo vertical de 1.50 m, de forma cuadrangular, que es justo la entrada a la tumba de tiro.
El espacio subterráneo desbastado en el tepetate (capa dura de toba volcánica) es distinto y anterior a los entierros hallados, data de entre 0 y 500 d.C., en los márgenes temporales de la fase Comala.
La antropóloga física Rosa María Flores Ramírez detalló que en ambos lados de la bóveda, de un radio aproximado de 2 m, se encontraron acumulados los huesos de individuos (tal vez los de una o dos personas) que debieron ser puestos en su interior en un momento previo y que posteriormente fueron removidos para colocar a otro personaje. El entierro principal se encontró en una capa inferior de la excavación, en relación anatómica, recostado sobre su dorso.
Existe la teoría de que las tumbas de tiro —tradición funeraria que se extiende en el Occidente de México abarcando el sur de Zacatecas, Jalisco, Nayarit, Colima y parte de Michoacán— servían como espacios de culto para los ancestros, es decir, que en ellos se depositaban a personajes de un mismo clan familiar.
Al o a los personajes que se introdujeron en la tumba de tiro recién descubierta, se les acompañó de una rica ofrenda compuesta por seis ollas de tamaño variable y un tecomate. Durante su limpieza en las instalaciones del Centro INAH Colima, será corroborado si contienen restos de semillas u otro tipo de material orgánico.
Sin embargo, la pieza sobresaliente es la figura del chamán que mide aproximadamente medio metro de alto. El arqueólogo Marco Zavaleta dijo que ésta fue “matada” de manera ritual, por lo que antes de situarse en la entrada de la tumba de tiro, fue rota intencionalmente, de ahí que el personaje sólo porte el mango de su arma y a su tocado le falten detalles como un cuerno.
Las imágenes propias de la tradición de tumbas de tiro constituyen un retrato más humano de los ancestros prehispánicos, por ejemplo, el rostro alargado de la escultura del chamán revela (como ya se ha comprobado mediante estudios antropofísicos) que algunos individuos de este desarrollo cultural eran sometidos a prácticas de deformación craneana, tabular erecto y tabular oblicuo, explicó Rosa María Flores.
Por lo regular los espacios funerarios se han asociado a la élite, pues sólo ésta contaba con el poder y los recursos para erigir este tipo de construcciones, además otro marcador de estatus son los elementos que se depositaban como ofrenda, incluidos algunos perros como guías del alma en el inframundo.
La antropóloga refirió que en el caso de la tumba de Villa de Álvarez, en su exterior se hallaron huesos de infantes y cánidos, así como un entierro infantil al bajar el tiro o pozo vertical. Ya en el interior de la cámara, revueltos con los restos de personas, se identificaron dientes de perros.
El salvamento arqueológico en el predio de Villa de Álvarez también ha resultado una oportunidad para profesionistas de la Universidad de Colima, quienes acudieron al lugar para realizar un levantamiento en tercera dimensión del contexto. Es la primera ocasión en que una tumba de tiro intacta cuente con un modelo virtual.
Alejandro Sánchez Rodríguez, director general de Recursos Educativos de la Ucol, y Salvador Mata, coordinador del Laboratorio de Realidad Virtual, señalaron que mediante un equipo de cómputo, un controlador de juego y un software especializado de fotogrametría se logra la interpretación de imágenes de video a un cuerpo en 3D, es decir, se captura la geometría de la bóveda en tiempo real.
El escaneo (que tendrá una etapa de postproducción con el uso de aplicaciones específicas), es un recurso didáctico que ayudará a comprender cómo fue el avance de la excavación e interpretar el espacio a través de la distribución de los materiales arqueológicos. Más tarde, el material podría distribuirse con fines educativos a un público más amplio, aparte del especializado en temas arqueológicos.
Más de 20 personas han apoyado el salvamento arqueológico en Villa de Álvarez. Para José Antonio Vázquez, un joven de 22 años que desde hace siete colabora en excavaciones dirigidas por el INAH, resulta sorprendente la habilidad que tenían los antiguos habitantes del valle de Colima para elaborar piezas cerámicas tan finas y que son los retratos de ellos mismos que han perdurado en el tiempo.