Por su trayectoria académica, que incluye una profunda investigación sobre el nahualismo, Roberto Martínez González, del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, fue distinguido con el Premio de Investigación 2011 en Ciencias Sociales, que otorga la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
El nahualismo es un concepto religioso y simbólico de Mesoamérica que prevalece en varias comunidades indígenas de México y Centroamérica. Dentro de la cosmovisión mesoamericana, el nahual puede hacer el bien o el mal, curar o enfermar, e incluye dos facetas distintas, aunque relacionadas entre sí.
“Por un lado, lo describe como un chamán o sacerdote que se caracteriza por la capacidad de cambiar de forma a voluntad, y por la facilidad de desplazarse del mundo de los hombres al de los dioses, los muertos y los animales. Funciona como una especie de embajador, como alguien que puede hablar la lengua de los humanos y entender la manera en que se expresan los otros seres”, precisó.
“Por otro lado, también se refiere a un álter ego o co-esencia de la persona que tienen generalmente forma animal, y se encuentra tan íntimamente ligada a aquella, que al morir, ésta última fallece simultáneamente. Muchas veces, el animal nahual se presenta o cobra vida durante los sueños; es una parte de la persona que despierta mientras ésta duerme”, añadió.
Martínez González detalló que ambas acepciones están muy ligadas y no se contraponen. “Nahual significa disfraz o cobertura. Si este personaje pasa al mundo de los dioses, los muertos o los animales, muchas veces se reviste con la piel de un jaguar o una serpiente. Los españoles interpretaron esto como una transformación, pero es más bien un desdoblamiento, una manera de tomar la forma del animal-compañero, sin dejar de ser humano”, comentó.
El nahual, como disfraz, también funciona para que los dioses se revistan en este personaje, un especialista ritual. “Así como el animal sirve de disfraz a la persona que toma una forma diferente, el especialista ritual puede convertirse en una cobertura para los dioses, si la poseen, para que otros hombres puedan comunicarse con ellos”, ahondó.
Fragmentación de conceptos
El investigador destacó que después de la Colonia hubo una fragmentación de ambos conceptos, y en algunos lugares se conservó más el de chamán-sacerdote, mientras en otros, prevaleció el animal-compañero.
“Ha sido más frágil a las concepciones occidentales la figura del animal-compañero, que muere al mismo tiempo que la persona. Eso es muy claro, pues desaparece con mayor facilidad en las comunidades indígenas actuales. Por ejemplo, entre los mames de Centroamérica, el rol fue reemplazado por el Ángel de la Guarda”. Como en México hay variedad de ecosistemas, cambian, y en la selva son monos o jaguares; en el altiplano coyotes o águilas, y en las zonas desérticas, serpientes.
La regla general es que no son domésticos, a menos que se trate de seres completamente nefastos. “Si son perros, cerdos o vacas, introducidos por Europa son totalmente negativos; agreden, violan y matan. En cambio, los que tienen un rol positivo son silvestres y locales, como jaguares, águilas y serpientes”.
En estas representaciones simbólicas, generalmente se utilizan mamíferos, aves y reptiles, son raros los insectos y las especies acuáticas, añadió.
“También hay nahuales que no son animales, como la bola de fuego, la nube, el arcoíris o el rayo, que siempre es bueno porque contiene a la lluvia, representada por una serpiente que pasa un periodo del año debajo de la tierra, si hay secas, y otro en el cielo, si hay aguas. Algunos son monstruosos, como el asno decapitado en Guerrero, un gigante sin cabeza al que se le abrían las costillas, o cráneos rodantes, todos desarrollados con una imaginación sin límites”, relató.
En los Altos de Chiapas hay unos muy interesantes, porque son mestizos, y representados por un escribano, un profesor, un jesuita o un obispo, todos muy maléficos.
Nahuales y brujas, el contacto con Europa
Bajo la influencia de los conquistadores, después con el proceso de mestizaje, y actualmente con la televisión y el Internet, el nahual ha tomado muchas características de la brujería europea.
“Durante la colonización hubo un proceso de asimilación entre la figura de la bruja y el nahual. Incluso tenemos textos escritos por sacerdotes, en lenguas indígenas, que refieren a las primeras, de origen europeo (no de un término mesoamericano) con la expresión nahual, ligado al demonio, a lo satánico”, explicó.
La conquista no lo trastocó por completo, porque muchas de las cosas prehispánicas permanecen hasta ahora, pero no hubo un esfuerzo por hacer coincidir la cosmovisión indígena con la del viejo continente.
“Siento que la bruja era una herramienta que sirvió a la Inquisición y a las partes más duras de la Iglesia para combatir el paganismo de la Edad Media, y volvieron a emplearlo en su proceso de evangelización en estas tierras”, añadió el historiador.
Antes de que llegaran los españoles a América ya habían tenido experiencias misionales en las Islas Canarias y en la reconquista de España. “Las cosas que habían funcionado allá, como el culto a la virgen de Guadalupe, se trasladaron al Nuevo Mundo y se pusieron en marcha. Y dentro está la bruja, que se usó para combatir las herejías contra los cátaros (secta cristiana medieval que sostenía la igualdad de Dios y el Diablo, del hombre y la mujer) y otros grupos que no seguían el culto católico”, explicó.
“El nahual no era ni completamente bueno, ni malo, siempre tuvo un papel ambivalente. Era capaz de curar y de enfermar. Con la llegada de la Inquisición y las visiones escolásticas, se convirtió en un personaje completamente negativo a los ojos de los cronistas, pero no de los indígenas”, indicó.
En las zonas con mayor mestizaje del centro de México, como en los barrios de Coyoacán o Ecatepec, el nahual es un perro de ojos rojos que se dedica a molestar y castigar a los que cometen delitos, es una especie introducida y “europeizada”.
En cambio, en las áreas indígenas tiene un carácter negativo y otro positivo, pues siempre es útil para algo. No es nefasto, tiene una función como curar enfermedades provocadas por la brujería, como un antídoto o el último remedio, pero se han convertido en entidades marginales.
La manera en que sobrevive el nahual es muy variada, y depende de la comunidad y su cultura. Hay más de 50 lenguas que se hablan en muchas comunidades del país.
A rastrear esa presencia Roberto Martínez González dedicó su libro El nahualismo, en el que invirtió siete años de investigación, iniciada en el centro de México, y ampliada con la comparación del concepto entre comunidades del norte como Durango y Zacatecas, y otras al sur del país, ubicadas en Centroamérica.