Al comparar la superficie que abarcaba el casquete polar ártico hace 30 años, con la de hoy, el área faltante equivaldría a poco menos de la mitad del territorio nacional, o al espacio que ocuparía cuatro veces el estado de Chihuahua, explicó Hugo Delgado, del Instituto de Geofísica de la UNAM.
El ritmo de desaparición es tan acelerado que si en el invierno de 1980 el tamaño de esta masa de hielo era de aproximadamente 15 millones 600 mil kilómetros cuadrados, hoy faltan 960 mil kilómetros cuadrados.
De seguir la inercia, el panorama no es muy alentador, pues la superficie se derretiría completamente hacia fines de siglo, aunque otros señalan que esta fecha está más cerca y podría darse entre 2040 y 2050.
Sin embargo, acotó, “hay que ser enfáticos y señalar que al decir ‘desaparecerá’, los expertos se refieren a que no habría capa de hielo en el verano, aunque ésta podría regresar en invierno”.
Focos rojos
A últimas fechas, la preocupación ha aumentado, en especial después de 2007, año en que se observó una disminución del hielo ártico tan drástica, que la comunidad científica decidió encender focos rojos. Afortunadamente, se registró una recuperación entre 2008 y 2009, pero no lo suficiente como para llamar al optimismo, pues si bien la condición no se agravó como se esperaba, la merma continúa, a razón de 3.5 por ciento cada 10 años.
“¿A qué se debe esto? En gran parte a que el espesor de esta capa gélida no es tan gruesa como uno esperaría. De hecho, mide alrededor de dos o tres metros sobre toda la extensión de hielo, y aunque llega a tener 25 metros en algunos lugares, ésta cada vez se hace más delgada”.
El proceso de desglaciación es sumamente complejo, porque los hielos responden a las variaciones climáticas y pueden recuperarse de un año a otro, por lo que Delgado señaló que lo importante es observar tendencias, no eventos aislados, y evaluar cómo la actividad humana acelera el fenómeno.
El impacto de la actividad humana
Deforestación, producción de gases efecto invernadero y uso desmedido y poco eficiente de los hidrocarburos son algunas de las actividades humanas detrás del inusual aumento en la temperatura alrededor del globo, fenómeno al que el Ártico es particularmente sensible, pues los agujeros más grandes en la capa de ozono se localizan justo arriba de los polos.
De manera recurrente, expuso Delgado, el planeta ha experimentado glaciaciones y desglaciaciones, pero ante quienes argumentan que las observaciones actuales obedecen a dicha oscilación natural, el investigador señala que éstas no se habían dado, a tal magnitud, en un periodo tan corto, lo que nos hace pensar que se trata de un evento antropogénico.
“Es importante estudiar más a fondo los posibles impactos. Al cambiar el clima se modifican las condiciones bajo las cuales se producen alimentos; además, se generan diferencias de temperatura que favorecen la ocurrencia de huracanes, incendios y sequías. Es momento de ahondar en estos temas, y quizá el Ártico sea un buen lugar para echar a andar estas investigaciones”.
Impacto agravado
Sin importar la estación, siempre hay agua congelada sobre el océano ártico, aunque en invierno se observa más; sin embargo, de continuar el ritmo al que se derrite, probablemente desaparecerá durante los veranos.
“De vernos en este escenario habría varias consecuencias. Por una parte, el albedo cambiaría, es decir, si hay hielo en el océano durante el estío, la radiación solar se refleja debido a su color blanco, pero si en lugar de una superficie clara tenemos una oscura, como la del mar sin hielo, se absorbería y, por ende, el ambiente sería más cálido”.
Otro aspecto a considerar es que la temperatura ártica sufre el doble de los efectos del calentamiento que la de las demás regiones, fenómeno que ha intrigado a los científicos, quienes suponen que esto se debe a que, al desaparecer la cubierta helada que cubre al piélago, el cambio de albedo ocasiona alteraciones locales rápidamente perceptibles.
Territorio en disputa
Es un hecho que, con el deshielo, se abrirían canales de navegación, y aunque aún falta para ello, ya hay compañías pesqueras y petroleras listas para recorrer y explotar una región cuyos recursos continúan intactos. “Y éste es el problema, que no se ha explorado y no sabemos qué efectos tendría una intrusión de este tipo”, advirtió Delgado.
“Hablamos de un área virgen que inmediatamente se vería alterada. A esto se sumarían las numerosas disputas internacionales que comenzarían a darse, porque los hielos no tienen dueño, pero al desaparecer el casquete, los países colindantes reclamarían derechos de uso y explotación”.
Por esta razón, explicó, muchos activistas han formado un frente para evitar que las compañías pesqueras y petroleras tengan acceso a la zona antes que los científicos, pues es preciso que ellos evalúen y anticipen cualquier impacto ambiental, tanto en la superficie como bajo el océano, pues hablamos de aguas que tienen de cuatro mil a cuatro mil 500 metros de profundidad.
Para finalizar, Delgado indicó que urge adoptar medidas en este rubro y otros. “También es necesario hacer que los gobiernos se comprometan a frenar la emisión de gases de efecto invernadero. Muchos países argumentan que su estilo de vida se vería amenazado si se pliegan al Tratado de Kioto; es preciso hacerlos ver que si no toman acciones ahora, después será tarde para mitigar estos efectos que, eventualmente, ocurrirán”.