El cráter de impacto de Chicxulub, en Yucatán, es una estructura geológica única en el mundo, por lo que permite investigar procesos como la evolución de las cortezas de los planetas, expuso Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador del Instituto de Geofísica (IGf) e integrante de la Junta de Gobierno de la UNAM, al participar en la quinta sesión de los seminarios de Geomagnetismo y Exploración Geofísica.

El miembro de El Colegio Nacional explicó que los registros indican que el impacto tuvo lugar hace 65 millones de años y afectó los sistemas de soporte de vida en la Tierra, lo que ocasionó la segunda extinción masiva más grande.

“Nos afecta porque significó el paso de la era de los dinosaurios a la de los mamíferos, último gran cambio registrado y la extinción más reciente en la historia”, agregó al impartir la charla Exploración geofísica aérea y marina en el cráter de impacto del Chicxulub.

Sobre esta formación, refirió que es un complejo multianillos de 200 kilómetros de diámetro, que forma una plataforma carbonatada en el Golfo de México, centro de anomalías magnéticas donde se han realizado investigaciones en aviones, barcos, GPS satelitales, sismógrafos de fondo y exploraciones geofísicas con modelos esquemáticos.

Se trata de uno de los tres cráteres mejor preservados del mundo, los otros dos son el de Vredefort, en Free State, Sudáfrica, con un diámetro de 190 kilómetros, de donde se extraen diamantes y oro, y el de la cuenca de Sudbury, en Ontario, Canadá, con un diámetro de 130 kilómetros e importante fuente de estaño y otros metales.

Laboratorio

En el auditorio Tlayólotl del IGf, Urrutia Fucugauchi, quien ha impulsado estudios multi e interdisciplinarios sobre el llamado “sistema Tierra”, aseveró que el Chicxulub “es un laboratorio único. Las misiones planetarias han documentado que la formación de cráteres de impacto es un proceso fundamental para la evolución de las cortezas de los planetas, por lo que se convierte en un lugar de estudio excepcional”.

Los trabajos realizados en la Sonda de Campeche —zona marítima correspondiente a la prolongación submarina de la península de Yucatán— permiten usar métodos de perforación y geofísica con mayor detalle al que se alcanzaría en otros lugares con condiciones geológicas más complejas y heterogéneas.

“Hay interés en desarrollar métodos de adquisición de datos, modelado e interpretación. Hoy se tienen resoluciones que hace 20 años eran inimaginables, con un grado tan alto de nitidez que por sí mismos se convierten en otra línea de investigación”, añadió el ex director del IGf.

Tsunami

El impacto en Chicxulub ocurrió cuando la zona estaba cubierta por agua. Formó un tsunami, el mayor de todos los registrados, con olas de hasta 150 metros que dejaron depósitos a 250 kilómetros tierra adentro. Para entender su magnitud basta compararlo con el ocurrido en el Océano Índico en 2004 o el surgido tras el temblor de Japón en 2011; en ambos las olas alcanzaron 15 metros.

El impacto provocó no sólo la extinción, sino una alteración general del planeta; en la actualidad se estudia qué pasó con los organismos sobrevivientes, qué extinciones secundarias se dieron y cómo reaccionaron y se reacomodaron los ecosistemas con la desaparición de más de la mitad de sus miembros.

“Todo eso permitiría analizar cómo se dieron las cosas en el tiempo, determinar cómo se sucedieron los eventos e interpretar las secuencias. Hay interés en lograr mayor resolución en los métodos y el Chicxulub representa una oportunidad para la ciencia mexicana, aunque el reto que tenemos ante nosotros es descomunal y permanente”, concluyó.