Con el objetivo de contar con un inventario más completo de la diversidad biológica en Sonora, Martín Esqueda, investigador del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo A.C. (CIAD), está trabajando en un libro que reúne las especies de hongos que se pueden encontrar en la Reserva de la biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, nombrada patrimonio de la humanidad por la UNESCO el pasado 21 de junio.
Al respecto, durante su ponencia en la XV Exposición Nacional de Hongos que se realizó en el Jardín Botánico del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, el investigador del CIAD –institución que pertenece al Sistema de Centros Conacyt– señaló que en nuestro país, después de casi 20 años de investigación, Sonora ocupa el cuarto lugar en el conocimiento de la diversidad fúngica, aunque falta mucho trabajo de investigación.
Lo hongos que habitan en el desierto de Sonora son especies que están adaptadas a las altas temperaturas, a la baja disponibilidad de humedad, y tienen estructuras que les permiten dispersarse exitosamente en periodos limitados a lo largo del año. Estos hongos, al estar adaptados a los ambientes extremos, han desarrollado compuestos bioactivos que pueden tener aplicaciones tanto médicas como en la industria de alimentos.
Los diversos grupos de hongos del desierto de Sonora, dependiendo del sustrato en el que se desarrollen, tienen estrategias particulares de adaptación, por ejemplo, los hongos del suelo tienen enzimas termofilas, las cuales permiten que todo su proceso fisiológico pueda soportar las altas temperaturas. En el caso de los hongos gasteroides como Agaricus desertícola o Battarreoides diguetil, hay esporas pequeñas y lisas para dispersarse fácilmente a través del viento, también están pigmentadas, lo que les permite protegerse de la radiación ultravioleta.
Otro aspecto característico de los hongos del desierto es que la mayoría suelen ser especies saprobias –que se encuentran en sustratos orgánicos como hojas, ramas y troncos en descomposición– y degradan la materia orgánica de los residuos vegetales como la lignocelulosa, el estudio de esta función en los hongos que la presentan podría contribuir al desarrollo de biocombustibles.
La lignocelulosa es responsable de la rigidez de las paredes celulares vegetales y está compuesta de tres polímeros: lignina, hemicelulosa y celulosa, la composición total de éstas dos últimas corresponde a azúcares, por lo que pueden ser aprovechadas en la producción de etanol.
Martín Esqueda es además el presidente de la Sociedad Mexicana de Micología, y actualmente está trabajando con el hongo medicinal Ganoderma, “contamos con alrededor de 20 cepas de esta especie para caracterizarlas. Además, estamos siguiendo sus compuestos bioactivos y probándolos en líneas cancerígenas”. La idea, explicó el especialista, es que con estas cepas, que pertenecen a una especie de hongos de Sonora y que ya están adaptadas a las condiciones extremas, se pueda tener un sistema de producción más eficiente y a menor costo de este hongo medicinal.
La diversidad fúngica, de la que se tiene registro en Sonora es de 658 especies, y Cal-vatia pygmaea, Disciseda verrucosa y Endoptychum arizonicum son algunas de las que se pueden encontrar comúnmente en el desierto Sonorense. Mientras que para México se tienen identificadas 8 mil especies de hongos, aunque en algunos artículos científicos se ha calculado que la riqueza fúngica podría alcanzar hasta las 200 mil especies.