Las pequeñas y discretas moscas de la fruta que rondan las canastas con plátanos y guayabas podrían develar por qué algunos seres humanos desarrollan adicción a la nicotina.
Se llaman Drosophila melanogaster, son color piloncillo y miden unos cuatro milímetros de la cabeza a la cola, pero comparten con los seres humanos el 70 por ciento de los genes asociados a enfermedades genéticas.
“En el momento que se compararon los genomas de la mosca y de los humanos, resultó que siete de cada 10 genes humanos asociados a alguna enfermedad genética conocida y mapeada, están representados en las moscas.
“Así que en promedio siete de cada 10 preguntas que le hagamos a la genética de las moscas dará información de nuestra especie”, explicó Enrique Reynaud Garza, investigador del Instituto de Biotecnología (IBt) de la UNAM, estudioso del cerebro de estos insectos, cuyos circuitos neuronales, constituyentes del sistema nervioso central, también son semejantes.
En su laboratorio de Cuernavaca, dentro del campus Morelos de esta casa de estudios, el biólogo molecular ha desarrollado un modelo experimental para tratar de encontrar bases biológicas de la adicción a la nicotina, una de las sustancias más adictivas que se conocen que está presente en todas las formas de consumo de tabaco y que, indudablemente, es la causa de la dependencia que genera entre los fumadores.
“Trabajamos con Drosophila melanogaster, un modelo biológico conocido para analizar la genética y bioquímica. Lo utilizamos para estudiar el Parkinson, percepción del dolor y resistencia y sensibilidad a la nicotina”, precisó.
Adicción, sensibilidad alterada
Para medir la sensibilidad a la sustancia, en sus experimentos expone a un grupo de moscas cautivas en un tubo de vidrio a una pequeña cantidad, suficiente para “noquearlas” durante 30 minutos.
“Escogemos a las que se despiertan primero y a las que tardan más en hacerlo, y las dividimos en dos grupos, uno de resistentes, y otro de sensibles. Luego, buscamos distintos genes, muchos de los cuales pueden afectar la sensibilidad”, detalló.
En humanos, la velocidad del metabolismo en torno a la sustancia, se relaciona con la actividad de unas enzimas producidas en el hígado, llamadas citocromos, en particular el Cyp2A61, que parecen asociarse al riesgo de adicción de un individuo a esta sustancia.
“Estudios de poblaciones en humanos por otros grupos de investigación, han encontrado que quienes tienen un citocromo hiperactivo se vuelven resistentes, mientras que los que tienen esa enzima con una función más lenta son más sensibles”, indicó.
Con estos resultados, se podría inferir que hay familias con citocromos que trabajan más lentamente, y por ello, tienen predisposición a la adicción, pero Reynaud aclaró que se debe ser cuidadoso, pues la correlación no es tan directa. “Lo que encontramos en la mosca puede o no ser relevante para los humanos. Es investigación muy básica y debemos avanzar más antes de tener conclusiones”.
Aunque no deja de lado el factor ambiental, importante en individuos, familias y sociedades que aprenden a fumar, está concentrado en los factores biológicos que generan la adicción.
“Al encontrar moscas con una sensibilidad alterada podemos comenzar a entender por qué la gente se vuelve adicta a las drogas. Quienes son muy sensibles o muy resistentes tienden a tener más riesgo que quienes tienen una respuesta normal o promedio a la droga”, resumió.
En otra línea de investigación, Reynaud explora la nicotina como insecticida natural. “Es interesante conocer la respuesta a ésta, que no es tan contaminante”, concluyó.