Dirigido por César Flores Coto, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM, el Laboratorio de Zooplancton ha estudiado por más de 35 años el ictioplancton (larvas de peces) del sur del Golfo de México a fin de determinar qué especies existen, dónde se distribuyen, cuál es su abundancia, qué comunidades forman, cuál es y a qué se debe su variación espacio-temporal.
Estos estudios incluyen las principales lagunas costeras del área, Alvarado y Tamiahua, en Veracruz, y Términos, en Campeche, así como la plataforma continental y zona oceánica. “A partir de la información se interpreta la ecología del ecosistema”.
A la fecha, se ha registrado la presencia de al menos de 306 especies, 283 géneros y 120 familias de larvas. En general, la distribución de su abundancia muestra un patrón ecológico recurrente de las comunidades determinado por las áreas y épocas de desove, la disponibilidad de alimento y los procesos físicos.
El investigador señaló que, en la parte oceánica, desde 1983 han participado en más de 50 campañas oceanográficas y tomado muestras en general de superficie a 200 metros de profundidad.
A partir de estas experiencias, la entidad cuenta con un catálogo y colección de referencia de la fauna ictioplanctónica de la región, resultado de la revisión de cerca de un millón de larvas.
La exploración
El estudio del zooplancton, recordó, surgió en el Instituto de Biología. Alrededor de 1963, participó en investigaciones encabezadas por Alejandro Villalobos, precursor en estos estudios en la Universidad Nacional, donde compartió con otros compañeros que, al igual que él, más tarde se dedicaron al estudio del plancton, como Samuel Gómez.
“Hicimos nuestros pinitos en el arrecife de La Blanquilla, Veracruz. Utilizamos embarcaciones pequeñas facilitadas por Faros e Hidrografía de la Marina y se tuvo el apoyo de la UNESCO para la compra del equipo. Se abarcaron muchos grupos de organismos, excepto las larvas de pez, cuya idea surge más tarde a partir de un taller de trabajo sobre ictioplancton, organizado por el Centro de Preclasificación Oceánica de México (del cual era director), llevado a cabo en el entonces Centro de Ciencias del Mar y Limnología”.
Estas tareas son de importancia intrínseca por tratarse de las etapas primarias de desarrollo de los peces, fase en la que, por un lado, no pueden oponerse a las grandes corrientes marinas y, por otro, quedan expuestas a una gran diversidad de depredadores.
Si estas larvas son de una especie con importancia comercial, su mortalidad y supervivencia afectarán a la pesquería, a pesar de que, en su mayoría, desovan miles de huevos. Entre los depredadores debemos incluir a lo humanos, que gustan de consumir hueva de lisa y el tismiche. Por estas razones, la mortalidad es alta para todas las especies.
Los ciclos de vida implican su tasa de supervivencia, por lo que en el laboratorio también se ha estudiado esto a partir de los otolitos, estructuras de carbonato de calcio que forman marcas diarias, similares a los anillos de crecimiento en los troncos de árboles, pero en este caso, de unas cuantas micras de grosor. Conocer la edad de una larva permite saber cuándo eclosionó y ocurrió el desove.
Para realizar los trabajos se escogieron los principales sistemas fluvio-lagunares del sur del Golfo de México, como las lagunas de Alvarado y Tamiahua, en Veracruz, y Términos, en Campeche, la elección se sustentó en la relación estrecha entre la presencia de larvas y las áreas de alta producción biológica, ligadas con las zonas de descarga de aguas continentales, particularmente el sistema Grijalva-Usumacinta.
La información recabada durante más de 35 años de recolecta de zooplancton será importante para proyectos futuros que atenderán a la variación interdecadal e incluso será útil en investigaciones sobre el cambio climático global, porque constituye un material histórico de la composición, distribución y abundancia del zooplancton en el sur del Golfo de México, concluyó.