Los ammonites, cefalópodos marinos relacionados con los pulpos, los calamares, las sepias y los nautilos, tenían una cocha externa -formada por el mineral aragonita- que les permitió fosilizarse. La doctora Ana Bertha Villaseñor Martínez, del Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), estudia a los ammonites del Jurásico “ya que en ese período estos organismos tuvieron una gran distribución y diversidad, vivieron en diferentes ambientes marinos y tuvieron una evolución rápida, es decir, a lo largo de su historia cambiaron muchas veces, y esto permite saber la edad relativa de las rocas”.
Los ammonites existieron en los mares desde el Devónico, en el Paleozoico, hace unos 400 millones de años, hasta finales del Cretácico, en el Mesozoico, hace 65 millones de años. Estos organismos eran abundantes en los ambientes marinos de aguas someras a profundas, tal fue el caso de los mares que existían en Norteamérica durante el período Jurásico Superior y que pertenecían al antiguo mar de Tethys, que se extendió desde Europa, el norte de África y algunas regiones de Asia.
La paleontología tiene como principal objetivo saber qué organismos vivían en el pasado y en qué ambiente, para ello los investigadores estudian los fósiles de los organismos marinos y continentales, así como las pisadas o alguna otra evidencia de su existencia. En el caso de los ammonites, éstos experimentaron distintos cambios reconocibles a lo largo del tiempo, y por lo tanto son indicadores de la edad relativa de las rocas que se formaron en los hábitats marinos. Además, la comparación de los fósiles de ammonites encontrados en distintas capas de rocas y en diferentes regiones, les puede indicar a los paleontólogos la geografía antigua de los mares. “Los fósiles de los ammonites permiten establecer la edad de las rocas jurásicas con mayor precisión”, dijo la también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
El grupo de los ammonites estuvo presente en el ambiente marino con formas diversas, pero en el Pérmico del Paleozoico hubo una gran extinción y en ese momento disminuyó la diversidad de sus poblaciones, pasada esta crisis los ammonites volvieron a diversificarse. En ese momento la constitución del ambiente era diferente de lo que conocemos ahora, pues cuando existió la Pangea, un súper continente que estaba rodeado de mar, los ammonites tenían muchos lugares en los que podían habitar, sin embargo, en el Mesozoico al fragmentarse la Pangea se formaron mares en donde antes no existían y estos organismos comenzaron a habitar en los “nuevos mares”.
Ammonites del Jurásico
Los ammonites del Jurásico eran muy diferentes en abundancia y diversidad a los del Cretácico, ambos de la era Mesozoica; antes de su extinción, los ammonites eran gigantes y la unión de las cámaras de sus conchas empezó a ser más simple, es decir, este grupo fue de lo simple a lo complejo y finalmente a lo simple. Además, las especies de ammonites estaban muy especializadas y vivían sólo en ciertos ambientes, con el impacto del meteorito Chicxulub, en el noroeste de la península de Yucatán, se modificaron todas las condiciones ambientales y los ammonites desaparecieron.
En México, la región de la Sierra Madre está constituida por rocas sedimentarias del Mesozoico y dentro de este período predominan las rocas del Jurásico. En este sentido, los trabajos de la doctora Ana Bertha Villaseñor se basan en los estudios bioestratrigráficos, que tienen como finalidad conocer la edad de las rocas a partir del análisis de los fósiles que contienen, y posteriormente comparar los fósiles de los ammonites con la información de otras partes del mundo, para ver si lo que los investigadores consideran una especie ya ha sido registrada en otros lugares y en qué período.
En cuanto a la conservación del fósil, ésta depende del ambiente en el que vivió y su proceso de fosilización, así, los especialistas utilizan la información de la roca en la que se encuentra y otras características del fósil para reconstruir el ambiente y la vida del pasado. De esta manera, también se puede determinar si una región, de lo que hoy es México, fue un mar en determinada época y cuáles eran sus características, así como saber en dónde existió determinada especie y qué ocurrió en el período en el que vivió. “Si el fósil está conservado en calcita indica que era un ambiente carbonatado, si está conservado en pirita nos habla de un ambiente sin oxígeno”, señaló la paleontóloga y editora del Boletín del Instituto de Geología de la UNAM.
A un fósil se le puede asignar una edad con base en la información de la evolución, en este caso, de las especies de ammonites, pero cuando lo que se quiere es saber algo acerca del ambiente en el que vivió un organismo, al fósil y/o a la roca que lo contiene se le pueden realizar diversos análisis, entre los que se encuentran el de difracción de rayos X para conocer la mineralogía de la roca o el fósil, y la catodoluminiscencia para reconocer si la concha está conservada sin cambios y qué condiciones del ambiente permitieron su conservación.
Los ammonites tenían características particulares de acuerdo con el lugar en el que habitaban, y se puede hablar de ammonites endémicos de México, como el ammonite Mazapilites mexicanum y el bivalvo Lucina potosina, registrados en Zacatecas y San Luis Potosí, respectivamente. Sin embargo, cuando se trata de una especie endémica, a la cual no se puede ubicar en otras regiones, determinar la edad de un fósil o de la roca que lo contiene es complicado.
Actualmente, Villaseñor Martínez trabaja en el estudio del Jurásico Superior del norte y del sur de México, y participa en un proyecto internacional para hacer estudios estratigráficos, paleoecológicos, de paleomagnetismo y análisis de las asociaciones faunísticas en el Altiplano de México -Real de Catorce en San Luis Potosí, Mazapil en Zacatecas, así como el estado de Coahuila-, en Veracruz y en parte de Puebla e Hidalgo.