Un área de enterramiento con los restos óseos de alrededor de 28 individuos, cuya antigüedad se estima entre 1,500 y 2,500 años, fue descubierta por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) al oriente de la ciudad de Colima; por la cantidad de osamentas halladas hasta el momento, se cree que se trata de un panteón prehispánico relacionado con las culturas de Occidente.
El arqueólogo Marco Zavaleta Lucido, adscrito al Centro INAH-Colima, informó que el área abarca 114 metros cuadrados, cuyos entierros están distribuidos dentro y fuera de una tumba de tiro, que consiste en un complejo funerario conformado por un pozo vertical de profundidad variable, que conduce a una bóveda donde depositaban a los muertos.
Dentro de esta tumba se localizaron los restos óseos de 10 individuos, y alrededor de ésta se detectaron 16 entierros, dos de ellos dobles, es decir, con partes de esqueletos de dos personas.
“En un primer momento se hallaron marcadores de entierro, que son aglomeraciones de piedras utilizadas para cubrirlos, además se encontró evidencia de material cerámico lo que nos hizo profundizar en la investigación”, explicó Marco Zavaleta.
“Al centro del panteón —añadió— se descubrió una tumba de tiro única en su constitución, pues el tiro (de 1.2 metros de profundidad) está cubierto por una argamasa (mezcla de barro) que no se había encontrado en espacios de este tipo en Colima.
“Su acceso es un tiro con circunferencia de 70 centímetros de diámetro, ubicado a 80 centímetros por debajo del nivel de calle, el cual a su término tiene un escalón orientado de oeste a Este, que permite el acceso a la bóveda que contiene gran cantidad de huesos apilados y en desorden, de los que se han identificado la presencia de ocho cráneos, sin embargo, por la gran cantidad de restos óseos es posible que se trate de más de 10 individuos”.
Cabe destacar que Rosa María Flores, antropóloga física del INAH, detectó una perforación perfectamente redonda en la sien de uno de los cráneos, lo que estudiará detalladamente en el Laboratorio de Antropología del Museo Regional de Colima, para confirmar que se trata de una trepanación, e indagar sobre la forma y motivos de su realización.
De acuerdo con el arqueólogo, la tumba de tiro conservaba una ofrenda con más de 20 objetos cerámicos, entre ollas, cajetes, platos, incensarios y dos vasijas huecas en forma de perritos. “Por asociación con las piezas —característica en esa entidad y conocida como de estilo Comala—, los restos óseos datan de los años 1 a 500 después de Cristo”, explicó el arqueólogo.
Los especialistas del INAH consideran que el espacio fúnebre fue reutilizado en varias ocasiones “quizá como una especie de cripta familiar, en la que depositaban a los muertos conforme fallecían”; además, debido a la construcción de la tumba y a la incorporación de ofrendas, tal vez fue gente de elite, aunque hasta el momento no se han encontrado ornamentos que los acompañen, a excepción de una cuenta de piedra verde cercana a uno de los cráneos.
Alrededor de la tumba, a dos metros de distancia, se localizaron una gran cantidad de entierros, que corresponden a fosas excavadas en tepetate. Marco Zavaleta indicó que hasta el momento sólo se han investigado las áreas norte y sur, donde se han recuperado 16, dos de ellos dobles.
Aclaró que las osamentas halladas en dichos enterramientos se encuentran semicompletas, ya que el paso del tiempo, la mineralización de la tierra y el saqueo las dañaron. “Uno de los entierros dobles contiene los restos de infantes que al morir tenían entre 5 y 8 años de edad, en tanto el otro, posee los esqueletos de dos adultos de alrededor de 40 años cuando murieron: una mujer que fue removida para depositar a un lado el cuerpo de un hombre”, refirió el experto del INAH.
“El resto de los espacios fúnebres —dijo— son de tipo individual; tres corresponden a infantes de entre 8 y 13 años, y 11 a adultos de hasta 40 años, dos de estos fueron localizados en posición sedente, mientras los demás estaban totalmente en posición extendida”.
Es importante decir que seis de los 16 entierros —entre ellos los dobles— contenían ofrendas con objetos cerámicos (vasijas, ollas, cajetes, copas, metates y figurillas antropomorfas femeninas con faldellín y taparrabos, y tocado en la cabeza), así como marcadores de tumbas en la parte superior, lo que las destaca del resto de los espacios fúnebres y sugiere que podría tratarse de individuos de alto rango social.
Asimismo, a partir de los materiales cerámicos, las osamentas encontradas fuera de la tumba de tiro han sido fechadas preliminarmente entre 600 a.C. y 500 d.C. Marco Zavaleta señaló que la recuperación de los objetos inició el 2 de mayo y se extenderá toda esta semana, al igual que las excavaciones hacia las áreas Este y oeste del espacio funerario, donde se cree hay más entierros, ya que hay evidencia de material cerámico y marcadores funerarios.
“Los restos óseos estarán resguardados en el Museo Regional de Colima, donde la antropóloga física Rosa María Flores realizará los estudios correspondientes para determinar el número exacto de individuos, sexo, determinar cuántos esqueletos están completos, posibles patologías y marcas de actividades desarrolladas en vida”, concluyó el arqueólogo.