El equipo del Laboratorio de Ecología del Bentos (LEB) del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM unidad Mazatlán, que encabeza José Luis Carballo Cenizo, ha descrito más de 50 nuevas especies de esponjas marinas del Pacífico mexicano.
En el país “contamos con una de las diversidades más altas del Pacífico; tan sólo los arrecifes ubicados en la zona mexicana albergan más de 100 especies”, señaló Carballo Cenizo.
En el LEB se estudia de “forma prioritaria” su biodiversidad por razones de conservación y manejo de zonas litorales, de potencial genético y como fuente de nuevos productos naturales.
Entre los invertebrados marinos, son las que tienen mayor número de moléculas biológicamente activas frente a patógenos y diversas enfermedades. Se trata de los organismos donde más productos naturales con aplicaciones biotecnológicas se han encontrado, precisó el biólogo.
De hecho, uno de los pocos fármacos de origen marino que se comercializan en la actualidad se encontró, en 1950, en la esponja del Caribe Tethya crypta (actualmente Cryptotethya crypta), de cuya síntesis posterior se obtuvieron los análogos Ara-A (Vidarabin, Vidarabin Thilo®), antivirales efectivos sobre todo contra diversos herpes, y los Ara-C (Citarabina®, Cytosar-U®), uno de los pocos compuestos efectivos contra leucemias y linfomas en adultos y niños.
Hasta 2004, éstos fueron los únicos compuestos relacionados con el mar en el uso clínico. En 2010 se aprobó el empleo de otro, el Halaven (mesilato de eribulina), análogo sintético de la halicondrina B, un producto natural aislado de la esponja marina Halichondria okadai, indicado para el tratamiento del cáncer de mama recurrente.
Las esponjas son los organismos multicelulares más primitivos y simples que se conocen; constituyen el grupo clave para entender la evolución de los metazoarios.
También son los más longevos del planeta. Algunas de la Antártida viven más de mil 550 años, quizá debido a las bajas temperaturas y a su tasa de crecimiento extremadamente lenta. No obstante, el récord es de la esponja de profundidad Monorhaphis chuni, que forma espículas gigantes que pueden alcanzar los tres metros de longitud y, se estima, viven hasta 11 mil años (±3000).
Hoy se sabe de unas ocho mil especies (casi mil más si se cuenta a las fósiles), pero estimaciones científicas calculan que en el mundo puede haber más de 15 mil sin describir.
Las coralinas, de particular interés
“Un grupo en particular, las esponjas coralinas, despertaron nuestro interés debido a su potencial para registrar cambios ambientales en el mar a escalas geológicas. Forman su esqueleto calcáreo en equilibrio isotópico con su ambiente y se consideran como uno de los mejores indicadores de cambio climático en el mar, pues proveen registros de salinidad y temperatura del agua de cientos de años atrás”, señaló el universitario.
Las indagaciones desarrolladas en el LEB también se centran en conocer los factores que modulan la diversidad de los ecosistemas rocosos y coralinos del Pacífico mexicano.
Parte de nuestro estudio se desarrolla en los arrecifes coralinos, uno de los ecosistemas más diversos del planeta, junto con las selvas tropicales. Se trata de una construcción biológica formada por los esqueletos calcáreos de organismos agrupados en colonias de pólipos y algas, explicó.
Su conservación es una prioridad debido a su riqueza biológica y a la multitud de productos y servicios que como ecosistema proveen al hombre.
Uno de los grupos más importantes en los arrecifes coralinos son las esponjas marinas, filtradoras de la columna de agua; enlazan las cadenas tróficas y remueven bacterias y otros organismos planctónicos, incluido un alto porcentaje de virus, además de participar en la regeneración de nutrientes.
“En la actualidad investigamos la biología reproductiva, la tasa de bioerosión y los mecanismos de dispersión de un grupo de esponjas que vive asociado a los sistemas arrecifales y que tienen la capacidad de excavar el material calcáreo e intervenir de manera relevante en los procesos de bioerosión de los arrecifes.
“A la fecha hemos identificado 20 especies con la capacidad de degradar el esqueleto del coral y modelar la estructura arrecifal” comentó Carballo Cenizo.
En el LEB los universitarios se han dedicado a estudiar, de punta a punta, los arrecifes mexicanos: en las islas Marías e Isabel y en el archipiélago de Revillagigedo, entre otros.
Ya conocemos su distribución, abundancia y micro hábitat, ahora analizaremos su estructura genética y si hay conectividad entre los arrecifes, todo ello para entender cómo se dispersan y se propagan. Necesitamos saber lo más posible para comprender el proceso de erosión. Hay pocos arrecifes en el mundo donde se conozca tan bien la diversidad de esponjas asociados a ellos”, concluyó el biólogo.