Hombre y robot, según Asimov ¿Cuál será el esclavo?
Por Norma L. Vázquez Alanís
Muerte y resurrección sideral al cruzar el espacio curvo, máquinas capaces de leer el pensamiento humano, colonización de asteroides y otros cuerpos celestes, así como sicólogos especializados en cerebros positrónicos, son algunos de los elementos futuristas concebidos por el escritor de ciencia ficción Isaac Asimov para ambientar su novela ‘Yo, Robot’.
Escrita en 1950, pero cuyo inicio argumental se sitúa a finales del siglo XX y su conclusión a mediados del XXI, esta obra da cuenta de ciertos proyectos que se han hecho realidad con el avance de la tecnología y la ciencia, tales como la construcción de la estación espacial internacional, el perfeccionamiento de los robots y el desarrollo de aparatos interestelares.
La obra está compuesta por nueve relatos cortos independientes, ordenados más o menos cronológicamente y con algunos personajes recurrentes, pero concatenados para formar una novela completa; el hilo conductor es la robosicóloga Susan Calvin en una serie de entrevistas que le hace un reportero para conocer las verdades y mentiras en la historia de los robots.
El leitmotiv del argumento son el nacimiento y evolución de los robots -desde el más primitivo y rudimentario que no podía ni siquiera hablar, hasta el más moderno y sofisticado con aspecto y comportamiento casi humanos-, así como su interacción con la sociedad.
En ‘Yo, Robot’, Asimov expone la lucha dicotómica entre hombre y máquina, la cual se torna más difícil cuando los robots comienzan a adquirir cierta autonomía y se convierten, de manera paulatina, en una potencial amenaza para sus creadores, la raza humana.
Así, en una de sus historias, situada en la segunda mitad del siglo XXI, expone un escenario de crisis mundial en la cual la economía y supervivencia de los seres humanos dependen ya completamente de las máquinas.
Para ‘Yo, Robot’ (Editorial Sudamericana, 1977, 373 páginas y con varias erratas) el autor concibió las tres leyes fundamentales de la robótica, a manera de un compendio de los principios esenciales de los sistemas éticos de la humanidad para una convivencia social pacífica, pues de intentar siquiera desobedecer una de las leyes -que en esencia protegen la vida humana por sobre todas las cosas- el cerebro positrónico del robot resultaría dañado de forma irreversible y la máquina “moriría”.
Y es que una de las preocupaciones de Asimov en este libro, es hasta qué punto un robot como creación humana puede llegar a convertirse o creerse hombre. De ahí que sus relatos sean, además de ingeniosos ejercicios intelectuales, una indagación respecto a la situación del hombre frente a los avances tecnológicos y la experiencia del tiempo.
El científico plantea en sus textos los problemas que podrían presentarse con la interpretación de las leyes básicas de la robótica y los vacíos que produjeran ciertas situaciones, lo cual induciría a las máquinas a no cumplirlas de manera exacta.
En este sentido, Asimov formula razonamientos acerca de la relación entre humanos y autómatas, creando escenarios conflictivos en algunas de sus narraciones, por ejemplo, un robot desarrolla un sentido lógico de existencia y pone en duda la capacidad de los hombres para haberlo fabricado y finalmente funda un culto de adoración a un Dios mítico, un transformador de energía.
También expone el caso de la producción de una nueva serie de robots, los NS-2 o Nestors, con la primera ley de la robótica modificada por solicitud del gobierno, lo cual deja un amplio espectro para la agresión indirecta a los seres humanos, poniendo en entredicho la disyuntiva del creador de las máquinas, que no sabe hasta dónde puede llegar su obra.
Asimismo, exhibe la intolerancia humana en la persona de un candidato a alcalde, quien insiste en descubrir ante la opinión pública que su adversario es un androide (robot humanizado) básicamente para eliminarlo de la escena política, porque se trata de un buen y muy querido funcionario.
Al final del libro se vislumbra una amenaza cuando un robot entrega datos falsos y la humanidad entra en una lucha social planetaria; finalmente, quien tiene el verdadero control es la máquina. Asimov deja al lector la interrogante ¿en una sociedad hipermoderna y supertecnificada, quién sería el esclavo de quién?
POST SCRIPTUM
Isaac Asimov (Petrovichi, Rusia, 1920-Nueva York, EU, 1992) destacó especialmente en el género de la ciencia-ficción y la divulgación científica. Cursó las carreras de ciencias químicas, ciencias y artes, y filosofía.
De niño descubrió la ciencia-ficción en las historietas que su padre vendía en la tienda de golosinas que regenteaba en Brooklyn y muy pronto empezó a escribir sus propias historias; a los 18 años presentó su primer relato a un editor y, aunque fue rechazado, cuatro meses después consiguió vender su primera historia; así continuó hasta el día de su muerte.
Su primera novela de ciencia-ficción, ‘Piedra en el cielo’, se publicó en 1950 y su primer libro científico, un texto sobre bioquímica escrito con dos colegas, en 1953. A partir de 1958 se dedicó por completo a escribir. Sus libros abarcan también cuentos de misterio, humor e historia, así como varios volúmenes sobre la Biblia y Shakespeare.
Entre sus obras de ciencia-ficción más conocidas están ‘Yo, Robot’ (1950), ‘La trilogía de la Fundación’ (1951-1953), ‘El Sol desnudo’ (1957), ‘Los propios dioses’ (1972) y ‘El límite de la Fundación’ (1982).
En su producción científica destacan ‘Enciclopedia biográfica de la ciencia y la tecnología’ (1964; revisada en 1982), ‘Guía científica del hombre’ (1960), ‘Nueva guía a la ciencia’ (1984), ‘La Fundación y la Tierra’ (1986), ‘Preludio a la Fundación’ (1988) y ‘Más allá de la Fundación’ (1992).
En 1979 se publicó su autobiografía en dos volúmenes, ‘Recuerdos todavía verdes’. Asimov obtuvo la distinción de Gran Maestro Nébula en 1986.