La cordillera de los Andes constituye uno de los sistemas montañosos más grandes del mundo y un lugar de interés científico para algunos grupos de geólogos, ya que es única en su origen y su proceso de formación es tan reciente, de hace unos 20 millones de años -una edad geológica pronta-, que resulta ser un laboratorio perfecto para los estudiosos de la composición y estructura de la Tierra. El doctor Víctor Alberto Ramos, investigador superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), en Argentina, se ha dedicado a estudiar los procesos de formación que dieron origen a esta cadena de montañas de 7 mil 240 kilómetros de longitud, la más extensa del planeta.
“Conocer los procesos que dieron origen a los Andes permite determinar los lugares donde se almacenan algunos minerales, donde se tiene petróleo y quizá más importante, conocer el porqué tenemos esos grandes terremotos tan destructivos (en la zona)”, dijo el galardonado con el Premio México de Ciencia y Tecnología 2013, durante la charla “Los Andes: nuevos y viejos paradigmas”, ofrecida en diciembre pasado en El Colegio Nacional.
Normalmente los ciclos orogénicos son los que dan lugar a la creación de montañas, dijo el experto, como el ciclo de Wilson –teoría de las placas tectónicas-, el cual explica que las grandes estructuras de deformación de la corteza terrestre estaban relacionadas a los márgenes de placa y que éstas durante su fragmentación, desplazamientos y colisiones formaban las depresiones. “Este tipo de choques con el tiempo originaron las cadenas de montañas. Sin embargo, hay un ciclo mucho más importante que este que conocíamos muy poco y no sabíamos cómo se producía y está asociado a la isomerización y empinamiento de la loza oceánica subducida”.
Ramos explicó que cuando los fondos oceánicos se hunden de bajo de los continentes y no lo hacen en un ángulo constante, que aunado a una serie de factores que hacen que la loza disminuya su inclinación y se produzcan procesos distintivos en cada formación rocosa para luego incrementar su inclinación, trae un colapso extensional, una especie de desaparición de montañas, un proceso importante porque cada etapa de este ciclo lleva a la mineralización de materiales y a la formación de cuencas sedimentarias, entre otros fenómenos.
Debido a estas variaciones que se produjeron en la zona ocurrieron dos fenómenos en el margen occidental de Sudamérica, que pese a pasar por los mismos procesos evolutivos tuvieron resultados muy diferentes: la zona volcánica del altiplano en Bolivia y la parte norte de los Andes patagónicos.
La primera, expuso el doctor en geología, es una zona muy elevada, en promedio 4 kilómetros de altitud, y su formación se dio por la subducción de una línea volcánica. Esta subducción llevó a una horizontalización de la placa por variaciones en frotabilidad produciendo un frente orogénico con una intensa deformación y un fuerte volcanismo en esa región. “Ahí no hay nada nuevo hasta que notamos que ese volcanismo cada vez se iba alejando más de la cordillera, alejando porque la loza se puso horizontal, registrando una intensa fracturación, formando sierras, como las pampeanas, que fueron resultado de este proceso de somerización horizontal.
“Una vez que se colocó horizontal las condiciones de flotabilidad fueron variando y cuando comenzó a empinarse hubo inyección de materiales fundidos de astenosfera, que es la capa superior del manto terrestre, y removió la litosfera – la capa superior inmediata- y la corteza y produjo grandes colapsos extensionales con la formación de calderas”, sostuvo.
El especialista en el estudio de la evolución de la tectónica de la Cordillera de los Andes y del basamento de América del Sur, notó que ese tipo de procesos han ocurrido también en México pero hace 50 o 60 millones de años, lo que hace más difícil de comprender estos ciclos. Entre estos procesos está el de laminación cortical: grandes bloques de la corteza caen al interior de la Tierra y produce calderas, la Sierra Madre Occidental es un ejemplo de calderas antiguas.
Geólogos estructurales notaron igualmente que la posición no deformada al ser restaurada quedaba siempre un vacío de alrededor del 20 % de la corteza pero no se sabía hacia dónde se iba. Ahora se sabe que es producto de laminación cortical.
“Si comparamos lo que ocurre en el altiplano boliviano y lo que pasa en el sur de Chile y Argentina, vemos que en la zona volcánica de Cayena las condiciones son muy distintas. Diversos estudios realizados nos han permitido reconocer desde el punto de vista de tipología que es una zona muy caliente, que a 25 kilómetros de profundidad hay una litosfera anormalmente caliente”.
El investigador describió que la corteza tiene una deformación completamente distinta a la del norte, es una corteza que cuando se observa se ve que gran parte del país estuvo formada por planicies pampas, sin ningún tipo de deformación, pero de pronto se quebraron y se levantaron con grandes bloques. Este evento ocurrió cuando hubo un avance del magnetismo hacia la parte más externa de la Tierra. Ambos procesos indican que la geometría de la zona de subducción ha ido variando a través del tiempo, no solo por el magmatismo per se, sino por la estructuración de la zona y el tipo de volcanes que hoy forman parte del paisaje.