Pese a ser milenaria, hay poca información e interés por investigar la leishmaniasis, y no sólo en México, sino en el mundo. Esta desidia, a juicio de Ingeborg Becker Fauser, se debe a que los expertos la consideran una enfermedad de pobres.

La investigadora de la Facultad de Medicina de la UNAM señaló que el padecimiento es común en regiones menesterosas e insalubres.

Se trata de un mal emergente, resultado final de una compleja red de interacciones entre el parásito, el vector, el reservorio, el ecosistema y la respuesta inmune del hospedero.

La hembra del mosquito flebotomino (en algunos sitios conocido como jején) pica a pequeños mamíferos como ratones, animales salvajes e incluso a domésticos, como perros, gatos y cerdos. En este ciclo, el ser humano es contagiado por accidente.

La leishmaniasis es infecciosa y tiene distintas manifestaciones; la más frecuente es cutánea y se presenta con úlceras en la cara, brazos y piernas; puede dejar cicatrices permanentes.

La variante visceral es la más peligrosa y entre sus síntomas se cuentan accesos de fiebre, pigmentación en piel, pérdida de peso y alteración de componentes sanguíneos.

Habitualmente asociada a zonas tropicales, se han reportado casos en otros sitios del país, como la cuenca del Balsas y la península de Yucatán. En épocas de lluvia se manifiesta en mayor grado; sin embargo, en México no hay registros obligatorios, de ahí que sólo haya estimaciones que apuntan a 400 nuevos casos anuales.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta 12 millones de afectados, en 88 países. Becker Fauser apuntó que la enfermedad aparece en naciones con conflictos bélicos como Afganistán e Irán, y su presencia es notoria en la India y algunas naciones de África.

Las hembras de los mosquitos transmisores —señaló la investigadora del Departamento de Medicina Experimental— pican en varias ocasiones, pues se alimentan del charco de sangre que producen; de hecho, cortan la piel y dañan los tejidos, es en este proceso que se registra el contagio.

Los piquetes son indoloros, pues las hembras anestesian la zona por un par de minutos, pasados los cuales comienza una intensa incomodidad.

Identificada como la “úlcera del chiclero”, la leishmaniasis fue característica en campamentos dedicados a la extracción de esta savia de los árboles. Quienes sufrían ataques presentaban inflamaciones crónicas, particularmente en las orejas, que tienen en un grado menos de temperatura respecto al resto del cuerpo. Muchos quedaron mutilados.

Tratamiento

Los pacientes deben someterse a tratamientos médicos y a veces a la hospitalización. Se prescriben antimoniales pentavalentes, estibogluconato sódico, antimoniato de meglumina (Glucantime), anfotericina B, pentamidina o ketoconazol.

El Glucantime se aplica a dosis de 20 mg/kg/día por 20 días, vía intravenosa o intramuscular, receta contraindicada para personas con insuficiencia renal, hepática o cardiaca.