Desde la ciencia se tiene que ofrecer una discusión realmente contemporánea con base en valores epistémicos, ello es lo que debe regir a la ciencia, aunado a dos valores más: el de la sustentabilidad y el de la justicia social, señaló en entrevista Elena Álvarez-Buylla, investigadora integrante de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
La ciencia, sostuvo, “no puede estar supeditando estos valores fundamentales a valores mercantiles, a valores económicos privados, que pueden malversar el valor fundamental de la ciencia: que es el valor epistémico y del conocimiento”.
El planteamiento anterior se desprende de un análisis crítico, sobre los umbrales y posibles consecuencias del dictamen favorable al cultivo de soya transgénica en México emitido por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el pasado 11 de mayo, y como resultado de éste, la aprobación por parte de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (Sagarpa), para que la empresa Monsanto cultive 253 mil hectáreas de soya transgénica.
“Es inadmisible arriesgar una base de diversidad genética formada durante miles de años de coevolución entre las culturas mesoamericanas y el maíz, que es hoy el sustento de la agricultura, no solamente nacional sino de muchos países del mundo, y la base de la seguridad alimentaria ante cualquier embate climático o de otra índole”, aseguró.
Los mercados del mundo se están cerrando a los transgénicos, tanto por parte de los consumidores en Estados Unidos como por parte de los de Europa, región en la que prácticamente está cerrada la siembra o la liberación a campo abierto de cualquier transgénico, exceptuando España y algunos otros países.
También, cada vez más se cierra la entrada de alimentos que han sido producidos con base en transgénicos. ¿A qué se debe esto y por qué? Porque los europeos, expresó, “quizás son de los ciudadanos mejor informados y están preocupados por la información que se va acumulando en torno a los riesgos sobre la salud, principalmente, pero también sobre el ambiente y amenazas indirectas por acumulación de los agrotóxicos que se usan en la agricultura tecnificada de transgénicos, por ejemplo.
Y añadió: “en Europa se van cerrando los mercados a transgénicos por todas las razones ancladas en los estudios científicos que demuestran con claridad riesgos y peligros en salud, el ambiente y también en la integridad de las organizaciones sociales y económicas del campo a pequeña escala”.
Sobre las organizaciones sociales, resaltó que es una parte muy importante a considerar porque “los transgénicos solamente se pueden entender en sistemas extensivos, en economías de escala, en producción agroindustrial, sin ella no tienen sentido, no pueden ofrecer las ventajas que supuestamente prometían.
La investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM señaló que nos enfrentamos a la oferta de una tecnología “que está muy cuestionada, que está ya casi de salida, que es obsoleta inclusive en términos de las líneas productivas de las mismas compañías que la ofertan”, lo que las hace parte de la lógica de una tecnología que se ofrece desde una visión meramente mercantil.
Y es precisamente en este punto en donde deja de haber ciencia, es decir, no hay ciencia guiando dicho desarrollo mercantil: “la ciencia va mucho más rápido y estos desarrollos tecno-científicos quedan muy atrasados, sin embargo, a pesar de ser obsoletos, tratan de capitalizar ganancias con base en patentes que están por caducar en Estados Unidos, pero que pueden usufructuarse en países como México”.
Esta discusión está muy “restringida desde el punto de vista científico y es muy riesgosa, inclusive muy peligrosa, para el gran bien público de este país y del mundo”. En ese sentido, sostuvo que “si en este mundo rigiera el bien público estaríamos en un momento muy distinto en términos de la destrucción ambiental y de la injusticia social”.
“Es clarísimo que los transgénicos no han alimentado a los hambrientos del mundo y no han mejorado la justicia en cuanto a distribución de alimentos y de los beneficios que se han derivado del usufructo y de la mercantilización de estas semillas”, precisó.
A cambio, dijo, “lo que tenemos cada vez más, es un manejo monopólico, altamente riesgoso de los alimentos transgénicos que están obviando otro tipo de alternativas de un uso realmente sistémico, realmente integral, de la biotecnología para beneficio público, a largo plazo, y donde los beneficios deberían estar mucho más distribuidos”, finalizó.