Los matemáticos e ingenieros que venían a dar clases a la facultad no sabían contaduría, contabilidad, auditoría ni costos, y los contadores no sabían matemáticas. Con lo que aprendí, asumí un liderazgo en el área, dijo la integrante de la FCA, investida como profesora emérita de esta casa de estudios
“Quiero estudiar una carrera nueva que se llama contador público, pero no la hay en Mérida”, respondió con seguridad Nadima Simón Domínguez en el momento que le preguntaron qué opción tomaría, pues había terminado, con honores, la preparatoria en el Colegio América de las madres teresianas en la capital yucateca, su ciudad natal.
Entonces no imaginó que esa decisión marcaría su vida en la Ciudad de México y la vincularía definitivamente con la UNAM y con esa profesión apenas conocida, a la que aportaría la poderosa herramienta de las matemáticas, su pasión inicial.
Testigos de su interés por el estudio, las religiosas le ofrecieron una beca para cursar contaduría en la Universidad Iberoamericana de la capital del país, pero tampoco ahí existía la carrera. “Llegué en 1961 a la UNAM, donde ingresé como alumna a la Facultad de Contaduría y Administración. Y aquí sigo”, dijo sonriente la integrante de la Facultad de Contaduría y Administración (FCA), investida como profesora emérita luego de 40 años de labor docente en esta casa de estudios, donde ha enseñado a más de 10 mil alumnos.
Ya con el título de contador público, cursó la maestría y el doctorado en Administración, que logró con mención honorífica en la misma facultad. “En la UNAM encontré una institución generosa, altruista, gratuita y maravillosa”, destacó.
Su idea inicial de la contaduría era que aplicaba matemáticas a las empresas. “Como estudiante me di cuenta que el contador prepara información financiera para la toma de decisiones, hace análisis financieros y presupuestales, y le sirven las matemáticas como herramienta, pero no es su eje fundamental”, precisó
Entre matemáticas y contaduría
En el momento que empezó a estudiar Contaduría, Nadima vivía con las religiosas en el colegio La Florida. “Como en las tardes me aburría, les pedí permiso para cursar otra carrera. Aprobé el examen para ingresar a Matemáticas en Facultad de Ciencias donde, el primer día de clases, conocí a quien 10 años después sería mi esposo, Eduardo Godoy Escoto, uno de los fundadores de la FES Acatlán”, recordó.
Por dos años, estudió simultáneamente ambas licenciaturas, pero como necesitaba trabajar, tuvo que decidirse por una. “Cursé dos años de Matemáticas, todas las asignaturas básicas que me dieron fueron muy buena base para aplicarlas a la contaduría”, consideró.
Ese vínculo signó su principal aportación a la carrera, pues desde sus primeras clases como profesora introdujo a los alumnos en el universo de los números.
“Los matemáticos e ingenieros que venían a dar clases a la facultad no sabían contaduría, contabilidad, auditoría ni costos, y los contadores no sabían matemáticas. Con lo que aprendí, asumí un liderazgo en el área porque los estudiantes sentían que hablábamos el mismo lenguaje, pues además del conocimiento de matemáticas, trabajé desde la mitad de la carrera en empresas y había hecho auditorías”, recordó.
Desde entonces ha empleado esa ciencia para resolver problemas en el salón de clases. “Me interesa que los administradores y los contadores asimilen mejor las matemáticas, hacerlos comprender que, aunque aparentemente sean difíciles, no tienen que saber toda la teoría, sino entender para qué sirven y aplicarlas a su trabajo”.
Estadística para auditar
Con esa idea, escribió el libro Diseño de muestreo: un enfoque administrativo, un compendio de lo que durante años ha enseñado en clases. El texto profundiza en el muestreo estadístico, aplicado a la auditoría de estados financieros, a la mercadotecnia y a estudios de tipo social.
“El trabajo de auditoría pretende emitir una opinión razonablemente correcta sobre la veracidad de los estados financieros o de la información financiera, pero ningún auditor puede tener plena seguridad del trabajo que se hizo durante un año en una empresa, así que debe aplicar pruebas selectivas, y aplica muestreo”, explicó.
La selección aleatoria de expedientes por parte del auditor evita sesgos de quien le facilita la información en las empresas. “Por eso en la Facultad propuse que se diera importancia al muestreo estadístico en auditoría. No lo inventé, pero me dediqué a aplicar el mejor tipo para cierto tipo de esta última”, precisó.
Otra área de interés de Simón es el cómputo como herramienta, a la que dedicó el libro Programación Lineal; teoría y práctica, escrito con sus colegas Judith Zubieta, Jorge Cerecedo y Armando Rojas, y dirigido a la Investigación de Operaciones, en la que la programación lineal es fundamental.
En la década de 1980, este grupo de profesores propuso introducir a los alumnos en ese uso. “Nos interesó que en los cursos entendieran la importancia de las computadoras para resolver los modelos matemáticos y estadísticos aplicados a la administración”, recordó.
El cómputo ayudó a resolver algoritmos y modelos, mientras los administradores y contadores se centran en plantear correctamente los problemas e interpretar las soluciones. “Empezamos con cinta de papel y tarjetas perforadas, pero lo importante era entender la problemática de las empresas, de la profesión y del país, así como utilizar la nueva herramienta”.
Con esta experiencia, comenzó su labor como investigadora, que ha realizado en colaboración con Isabel Rueda, académica del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc). “Ella me abrió al campo de la indagación en el momento que realizaba un estudio sobre la privatización de Altos Hornos de México. Quería realizar encuestas, tomó un curso que impartí y luego me invitó a trabajar con ella”.
En 20 años, ambas han realizado trabajos sobre micro, pequeñas y medianas empresas, así como de la inserción de las mismas en las cadenas productivas de las industrias de la confección, siderúrgica y automotriz.