Para rehabilitar el pedregal localizado entre los institutos de Geología (IGl) y Geografía (IG) de la UNAM, y cuantificar los servicios ambientales que brinda para una restauración ecológica que considere la diversidad de las especies y sus funciones, ambas instancias firmaron un convenio de colaboración.
La iniciativa está orientada a la conservación y estudio del espacio, denominado Geopedregal de Ciencias de la Tierra, con extensión de tres mil 52 metros cuadrados, que contiene todos los microambientes descritos para la vegetación nativa de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA). La iniciativa representa una oportunidad para una gran diversidad de especies adaptadas a estos sitios.
Al igual que otros pedregales que colindan con los terrenos de las construcciones en el campus universitario son indispensables en la captura de carbono y contaminantes foliares, la infiltración del agua de lluvia, la disminución del ruido y del efecto conocido como “isla de calor”, y por su valor estético, que en conjunto brindan a la comunidad identificación con la fisonomía de CU.
La restauración de estos espacios es prioritaria para dignificar los espacios universitarios. Con este fin, se diseñó el Programa de Adopción de Pedregales Institucionales, a cargo de la REPSA, para invitar a las dependencias y entidades a resguardarlos, con el compromiso de cuidarlos y mantenerlos.
En la firma del convenio, Elena Centeno, directora del IGl, aludió a la relevancia de la iniciativa para tomar conciencia de la necesidad de resguardar estos sitios naturales. “Por su impacto, este proyecto envía el mensaje de preservar todos los nichos amenazados, resaltó.
En su oportunidad, Antonio Lot, titular de la Secretaría Ejecutiva de la REPSA, destacó el carácter inédito de la colaboración, para el resguardo de uno de los más de 60 afloramientos rocosos fuera de la reserva que existen en Ciudad Universitaria.
El acuerdo refleja el compromiso de los universitarios para rescatar este “archipiélago de pedregales”, paisaje característico del campus que constituye un corredor ecológico de 48 hectáreas, subrayó.
Omar Moncada, titular del IG, señaló que el rescate constituye un proyecto fundamental para su conservación y estudio. En los trabajos, pueden integrarse expertos de otras disciplinas, para extender los beneficios de la iniciativa, aseveró.
A su vez, Julio Solano, secretario académico de la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM, consideró que, con la iniciativa, podrá apreciarse la belleza de los pedregales de CU y reconocer la necesidad de conservar estas áreas prioritarias, con fines de investigación y preservación.
María del Pilar Ortega Larrocea, responsable del proyecto del Geopedregal e investigadora de Geología, informó que, con el trabajo conjunto de especialistas, estudiantes y personal de la Dirección General de Obras y Conservación (DGOC) fue posible rescatar un espacio destinado a confinar cascajo, cultivado con pasto y especies exóticas, que requería riego intensivo.
El proyecto
Por el grado y velocidad de urbanización de CU, la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel requiere zonas de amortiguamiento que permitan el flujo de animales, insectos polinizadores y la dispersión vegetal de especies nativas.
Las zonas verdes que circundan a los sitios universitarios tienen vestigios del matorral xerofítico que conformó el paisaje del país, resguardan biota de la zona y proveen servicios ambientales con indicadores que no han sido evaluados con precisión.
Los institutos de Geología y Geografía, ubicados en el Circuito de la Investigación Científica, comparten una de estas zonas, con una extensión de casi tres mil metros cuadrados.
El equipo dirigido por Ortega Larrocea, del IGl, analizó la degradación del área. En el levantamiento, se ubicaron las zonas con alto grado de disturbio por la acumulación de cascajo y basura, se determinaron a las especies nativas e invasoras y sus proporciones, y se identificaron los factores físicos y químicos del entorno.
A lo largo de un año, en más de 40 jornadas de trabajo con personal especializado de la Coordinación de Áreas Verdes y Forestación de la DGOC, voluntarios y estudiantes involucrados en el proyecto, se limpió casi la totalidad de los desechos y vegetación. Simultáneamente, se realizaron experimentos para determinar la biomasa generada por el tepozán, uno de los árboles más representativos y abundantes, con la finalidad de conocer cuánto carbono capturan y la retención de diversos contaminantes atmosféricos.
Se realizaron cuantificaciones de carbono edáfico en agregados, índices de diversidad antes de la restauración, mediciones de infiltración y respiración microbiana.
Con esta información, se considera que, a corto plazo, la zona será rehabilitada. Para restaurarla, es indispensable introducir árboles para reemplazar a las especies invasoras, altamente agresivas.
Las regiones de piedra volcánica cubiertas por escombros y suelo urbano, son descubiertas para favorecer la sucesión natural y eliminar el banco de semillas de especies invasoras. A partir de estas prácticas de manejo y con la reutilización del material útil (rocas basálticas y suelo orgánico sin contaminar), se reestructurará el entorno del lugar.