Un cuento de Terror

EL escritor de cuentos había prometido que escribiría un cuento de terror, que no sólo fuera bueno, sino que fuera bueno de verdad. Que trascendiera más allá del pequeño círculo de amistades en el que se desenvolvía. Eran amigos que se reunían de vez en cuando para beber tequila, ron, cerveza o café. Algunos observaban a quienes jugaban ajedrez; otros simplemente platicaban, platicaban, platicaban.

Pero Jesús reprochaba a Aquiles: “Aquiles, Aquiles Nonarro, deberías llamarte. Han pasado varias semanas y todavía no me cuentas el cuento de terror que me has prometido. Hablas mucho como todos nosotros: Hablamos, pero no decimos nada. Ni siquiera servimos para oradores pues la vida se nos ha ido en platicar y platicar, y nada más. Así tú: solamente prometes un cuento de terror, pero nunca he leído nada de ti y dudo mucho que pueda leerlo. Es más, mi imaginación ha ido más allá que la tuya porque ya te inventé el seudónimo de Aquiles Nonarro, cosa que has hecho porque no narras nada...”.

-Bue...

-Que bue ni que nada -insistía Jesús, entusiasmado en su perorata-. A ver, ya, dime ¿cuándo tendrás el cuento de terror? Pero ‘ora sí, que sea de a de veras. Porque ya no estoy creyéndote nada. Nada. ¿Me entiendes?: Nada.

-Es que...

-¡Es que nada..! –casi gritaba Jesús. Pasaba del entusiasmo al enojo y su rostro ya se tornaba rojizo-ceniciento.

-Ya lo tengo...

-¡Queeé..?

-Sí, mira -dijo Aquiles mostrándole un manuscrito rayoneado de correcciones ortográficas y semánticas.

-A ver -dijo Jesús arrebatándosela-. ¿Por qué no me lo habías dado? Me has dejado hablando como un tonto todo este tiempo...

-No, tú no me has dejado hablar y no te quería dar el cuento porque el personaje principal muere, y eres tú, Jesús.

-¡Queeeé...? ¡Jajajajá! No me hagas reír... ¡Jajajajajajaaaaá..! ¡Ay, me duele el pecho..! N-no p-ue-do respirar. A-yúd-a-mmme Aq-ui-l-es. ¡Ouuufhh..! -pedía Jesús trabajosamente.

-A ver, espera. Recuéstate. Por eso no te quería dar el cuento. Creí que te podría afectar. Sé que estás enfermo del corazón...

-¿Y..? ¿De qué trata el cuento de terror? –atinó a preguntar Jesús con un gesto de dolor y en la mano el manuscrito arrugado.

-Más o menos de esto que está sucediendo...

-¿Y q-ué pa-s-a con-migo..? ¿Me muero?

-Vamos, Jesús. Tranquilízate.

-No, d-i-mme...

-Te mueres...

-¿Que te pareció el Cuento de terror, Jesús?

-¿Eh? Ah, sí. Estaba pensando...

Ambos guardaron un silencio que se confundía con el murmullo de las pláticas en el restaurante.

Jesús fue el primero que rompió el silencio al pedir una cerveza “bien fría”; Aquiles dijo “¡Salud!” en tono festivo.