El sistema de irrigación agrícola de Tehuacán merece especial atención porque su construcción fue ejecutada a lo largo de mil 350 años, mediante el uso de nuevas tecnologías que enriquecieron los conocimientos del hombre mesoamericano en agricultura e ingeniería constructiva, hidráulica, caminera y de transportes. Su inicio (750 a. C) está ubicado en el preclásico medio, según la periodización de Alfredo López Austin y Leonardo López Luján (Arqueología mexicana, edición especial 11, septiembre de 2002), y su término en el posclásico temprano (1,100 d. C).

Es decir, el complejo hidráulico se construyó en la parte intermedia de los 4,000 años que duró la cultura de Mesoamérica (2,500 a. C-1,521 d. C), en una etapa 350 años anterior a la cultura olmeca (400 a. C.) y durante el desarrollo y apogeo de Teotihuacán, Tula, Chichén Itzá, Copán, Tikal, Monte Albán, Cholula, Xochicalco, Tamtok, etc, cuyas más altas prendas tecnológicas y artísticas tuvieron sus antecedentes en los rudimentos técnicos utilizados en esa obra de la región poblana.

¿A qué grupo étnico pertenecieron estos hábiles agricultores e ingenieros hidráulicos? ¿De dónde vinieron, qué lengua hablaron ? La arqueología, la historia y la antropología modernas aún lo desconocen, como ocurre con el origen, el idioma y la identidad de la civilización olmeca, considerada la cultura “madre” de las posteriores expresiones culturales de Mesoamérica en el centro (Cuicuilco, Tlatilco), en el occidente (Durango, Sinaloa, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Colima) y en el Soconusco, Chiapas, donde hoy se exploran los indicios de otra antañona civilización prehispánica provisionalmente denominada Mocaya. 

Lo único que se sabe de los precursores de Tehuacán es que antecedieron a los olmecas en la invención tecnológica de Mesoamérica y que una de sus principales aportaciones fue precisamente ese ingenioso sistema de captura y uso del agua como fuente primaria del cultivo de plantas y la práctica de otros ejercicios técnicos que cientos de años después permitieron al hombre mesoamericano levantar grandes ciudades y pirámides, modelar hermosas esculturas y pintar ingeniosos murales.

La monumental obra hidráulica del Purrón y Santa María (Tehuacán) estuvo inicialmente integrada –a la fecha funciona con las adaptaciones modernas requeridas por el uso industrial de las aguas salinas por cuenta de empresas embotelladoras y turísticas (balnearios, hoteles spa), etc—con bordos, trincheras, contrafuertes, terraplenes, acueductos, canales y túneles subterráneos de mampostería, a fin de aprovechar las aguas del arroyo Lencho Diego, afluente del río Salado. La presa está ubicada al sureste del valle de Tehuacán, cerca de Coxcatlán y San José Tilapa.

La primera de cinco etapas constructivas, de acuerdo con la versión recogida por Elí de Gortari (Del saber y la técnica en el México antiguo, UNAM 1987), implicó el levantamiento de una cortina de piedras y tierra con una base de 100 metros  de ancho y 400 metros de largo, un bordo de seis metros de ancho y 18 metros de alto. La segunda etapa consistió en la reconstrucción de la misma obra con arenisca, grava, roca triturada y una capa de mampostería de 20 a 40 centímetros de grueso. Aguas arriba del Lencho Diego se levantaron posteriormente dos cortinas, una con base de 30 metros de ancho y 550 metros de largo y 13.5 metros de alto,

La tercera y la cuarta etapas consistieron en nuevas reconstrucciones y la quinta en la elevación de un metro de la cortina con plataforma de roca y mampostería. En su fase final la presa del Purrón, según Raúl Hernández Garcíadiego y Gisela Herrerías Guerra en su investigación Evolución de la tecnología hidro-agro-ecológica mesoamericana desde su origen prehistórico(Tehuacán, junio 2004), almacenó más de 2.5 millones de metros cúbicos de agua para beneficio de 900 hectáreas de cultivos. Su construcción requirió del trabajo regular de 4,500 hombres diarios durante los seis meses del estiaje de esa región de la mixteca poblana (popoloca) y unos 960 mil días-hombre en el marco integral de sus etapas constructivas.

El sistema hidráulico incluye el canal de Santa María, datado el mismo año del inicio de la obra (750 a. C.) con una utilidad vigente del 95 por ciento en el inicio del siglo XXI de nuestra era; y un acueducto de 6.5 kilómetros de largo que canaliza las aguas del río Xaquila que riegan terrazas de lomas bajas mediante una red de bordos, caños o canales menores a cielo abierto subterráneos. La red de canales mayores se extiende a lo largo de 25 kilómetros, pero con la suma de sus apantles (caños) de superficie y subterráneos alcanza varios cientos de kilómetros.

El conocimiento de esta obra derivó de las investigaciones realizadas en los años 60 por el Proyecto Arqueológico-Botánico de Tehuacán, encabezado por Richard S. MacNeish,  el cual estuvo abocado a estudiar el origen del maíz y otras plantas. La presa del Purrón fue descubierta en ese mismo periodo por James Neelly, miembro del equipo MacNeish; y el Canal de Santa María en 2003 por León Bartomolé Hernández Herrerías y Pánfilo Eugenio Morales, dentro del programa Agua para siempre que dirigen Raúl Hernández Garcíadiego y Gisela Herrerías. (Continuará).