Por Salvador Larios Pérez y Alex “Indiana” Camacho
Imagínense ustedes la escena, amables lectores, que afortunadamente nunca será realidad.
Nick Saban sube al estrado para ofrecer su conferencia de prensa, luego de que sus pupilos de la Universidad de Alabama masacraran a Notre Dame en el juego por el Campeonato Nacional Universitario del BCS. Es el primer equipo en lograr el bicampeonato nacional desde la Universidad de Nebraska que dirigiera Tom Osborne en las temporadas 1994-95.
Un periodista le pregunta a Saban su sentir al lograr el campeonato nacional, y éste responde, ante el estupor de la audiencia: “Para serle honesto, a nosotros nos interesa el campeonato de la Conferencia del Sureste. El campeonato nacional es una cuestión para los aficionados que no nos interesa mayormente”. ¡Paren las prensas!
Prácticamente durante los primeros 65 años de desarrollo del futbol americano, fue precisamente así como se vio la nominación de un campeón colegial en los Estados Unidos, hasta que la presión de la opinión pública finalmente motivó la creación de la lista de la agencia AP, en 1936. De ahí en adelante, el encontrar un magno campeón nacional indiscutible (o lo más unánime posible al menos) ha sido una inquietud constante, hasta que en 1998 deriva en la creación de la Bowl Championship Series (BCS), que busca garantizar al menos la celebración de un encuentro entre los dos equipos mejor clasificados en cada temporada.
Con todo, ni este sistema ha logrado garantizar la obtención de un campeón indiscutible, pero el esfuerzo organizativo es sin duda monumental.
Dadas las características del propio deporte, dentro de la hoy llamada “Subdivisión de Tazones” (FBS) de la División I, cada equipo disputa 12 partidos de temporada regular, más un juego de campeonato de Conferencia en aquellos sectores con 12 o más equipos, y un eventual Bowl para aquellos equipos que sean invitados. Durante la temporada regular del 2012, en este nivel de competencia participaron 124 equipos.
Ya considerando las tres divisiones que integran la Asociación Nacional Atlética Colegial (NCAA), participaron un total de 652 instituciones educativas para definir a cuatro campeones nacionales, más. Sumen a ello 81 equipos que participaron en el torneo de la Asociación Nacional Atlética Intercolegial (NAIA), y se tuvo que dar acomodo y calendarización a 733 equipos para obtener a cinco campeones nacionales.
Nadie va a pensar que North Dakota State, campeón de la Subdivisión de Campeonato de la División I, tiene con qué pelearle un campeonato a Alabama. Es simplemente otro nivel, así como sucede en el caso de los campeones de la D-II (Valdosta State), D-III (Mount Union) y NAIA (Marian College de Indiana).
¿Sabe usted cuantos equipos tomaron parte en la temporada de Categoría Mayor en nuestro país el otoño pasado? Treinta y cinco. Es decir, prácticamente por cada equipo que hay en México, hay dos conferencias en los Estados Unidos.
Son 35 instituciones de educación superior (exceptuando a Centinelas del Cuerpo de Guardias Presidenciales en ONEFA) las que se presentaron en dos ligas diferentes para encontrar a tres campeones nacionales, en las Conferencias “8-Grandes” y Nacional de la ONEFA, y en la Liga Premier de CONADEIP.
¿Es realmente tan complicado el organizar a tan pocas instituciones para obtener un único campeón nacional?
Son ya 4 años desde que se dio la escisión dentro de la ONEFA que dio lugar al torneo Borregos 2009, y al año siguiente al torneo PREMIER-CONADEIP, y paulatinamente, casi sin proponérselo, uno y otro circuito han dado pasos en el sentido de una eventual reunificación. Sin embargo, es de reconocer que algunos de los puntos que motivaron la separación original siguen presentes.
PREMIER-CONADEIP ha lanzado mensajes alentadores durante su recién celebrado congreso. ONEFA efectuará el suyo este fin de semana, y se espera que haya al menos algún eco para mejorar las relaciones entre ambos circuitos. Se habla de dos Tazones de Campeones, liberación a los equipos de CONADEIP para pactar libremente sus juegos de scrimmage ante cualquier liga, la posible celebración de una jornada interligas en temporada regular, y la participación de jugadores de ambos circuitos para la conformación de la Selección Nacional en un único Tazón Azteca.
Tal vez por las circunstancias actuales y la percepción muy particular de cada uno en cómo deben manejarse la relación academia-deporte, no sea del todo necesario tener un único circuito (aunque eso sería lo ideal). La afición reclama un magno campeón, y no dos; así ha sido en prácticamente toda la historia de nuestros emparrillados.
Indudablemente, en todos los aspectos, sobre todo deportivo y económico, el tener un único campeón nacional, beneficiaría a nuestro fútbol americano en la máxima categoría estudiantil y eso debe ser el objetivo único, si en verdad la gente de ‘pantalón largo’ que dirige a ambas ligas, se deja llevar y no anteponer sus intereses de liga, de coaches o grupos dominantes.
En sus manos, está el futuro de este deporte estudiantil; la afición y en mayor medida los jugadores, se lo agradecerá.
La fórmula es sencilla: querer, es poder.