Por Pedro Flores

Inmerso en las alturas del Olimpo, el llamado Marquez de  Querétaro, Pedro " el Mago " Septién, quien fue el primer hombre a quien se le llamò "Cronista Deportivo" por su vasto conocimiento de diversas disciplinas, nos ha dejado físicamente, pero lo recordaremos siempre por su gran calidad humana, su sabiduría, su don de gentes y sobre todo por su voz, que ya es inmortal.

"El Mago" era descendiente de nobles hidalgos españoles, cuya familia combatió contra los moros allá en Santiago de Compostela y cuya descendencia se arraigó en México, en lo particular en Querétaro, en donde Josefa Villaseñor-Cervantes y Aldama se casó con José Manuel Sepíén en 1849, quien fue el primero gobernador una vez consumada la independencia.

De elegante vestir, quien ganó el sobrenombre de "El Mago" no solamente por su habilidad con las cartas, sino por la gran facilidad para improvisar, como lo demostró a través de sus más de 6,500 juegos de beisbol narrados, 46 series mundiales, más de 156 peleas de box, además de innumerables partidos de tenis y futbol soccer.

Pero el beisbol fue su pasión y nos comentaba que es mucho deporte para ser negocio y mucho negocio para ser deporte: "es un deporte en donde no importa el idioma, el credo es el libro de reglas y el color solo sirve para diferenciar a los peloteros en un campo de juego, es un ballet sin música, un drama sin palabras y un carnaval sin pierrots ni colombinas".

Hombre solitario en una casa llena de recuerdos, inmerso siempre en sus libros de estadísticas y reglas del beisbol, en donde a diario  se imponía pruebas, preguntándose él mismo sobre determinada serie mundial y verificando los datos en los citados almanaques de más de 10 centímetros de espesor.

Su casa allá en Lindavista junto con su Cadillac regalo de Rómulo O` Farril padre, luego de que había narrado una serie mundial ficticia entre negros y blancos, y le había robado el raiting del juego de octubre auténtico que tenía en exclusiva en la XEQ.

Ahí en la sala mesa del comedor siempre estaba llena de sus libros de estadísticas, ni papeles y en una comodita un gran trofeo de fútbol americano, en la sala una mesa de centro con regalos y revistas en donde lo mencionaban, un sillón individual colmado de chamarras con los colores de diversos equipos que le hacían llegar. Su chimenea, en donde mostraba el escudo de armas familiar, y señalándolo decía con orgullo: "no hay Septién pendejo".

Junto a las escaleras que conducían a su estudio, las fotos con el industrial Carlos Slim y Andrés Manuel López Obrador ambos con gorra beisbolera, en su estudio todas sus notas, una vitrina del lado derecho con sus trofeos y en la pared siempre destacaba la foto tomada en una esquina con  el inmenso boxeador Joe Luis y su antiquísima máquina de escribir.

Las horas pasaban y la plática con Pedro "El Mago" Septién se iban conversaciones de tres o cuatro horas, parecían cortas, cuando uno se despedía, todavía me comentaba: "oye chavo, cuando tengas realmente tiempo, ven para platicar"... Hoy se ha ido.

No volveremos a escuchar sus anécdotas como cuando venciò a la computadora de la NBC, cuando le robaba las señalas a los managers, sus "pleitos" con el comentarista norteamericano Bob Cannel, el cuanto cobró por ser el modelo de los sombreros Tardán, aquellos cuyo anuncio decía "De Tijuana a Yucatán todos usan sombreros Tardán".

Pero quedarán en nuestra memoria sus enseñanzas sobre la necesidad de un periodista de desarrollar la capacidad de improvisación, la necesidad de un periodista de documentarse de las pláticas con un hombre que era un libro abierto, con las crónicas inéditas de un hombre de una larga vida que hizo del micrófono su vida y del beisbol su pasión.

La bajada del Olimpo fue difícil, si bien las hazañas de la Iliada y la Odisea encontraron en Homero su mejor cronista, el beisbol en Pedro Septién con su "Micrófono de Oro" en la mano encontró a su mejor narrador y al que esto escribe solo le resta decir,

GRACIAS "MAGO" POR SU AMISTAD.