Por Leticia Puente Beresford
Nueva York, octubre 2013.- Una vez más la sociedad civil mexicana se levanta y se organiza para ayudar, incluso en esta ciudad de los rascacielos, donde hay boteos, envío de dinero a través de amistades y familiares y a través de giros de dinero, con lo cual le vuelve a “hacer la tarea” al gobierno mexicano, ineficaz, desacertado, limitado frente a la tragedia de miles de ciudadanos afectados por huracanes y tormentas tropicales.
Pese a la desconfianza que generan las acciones gubernamentales, la ciudadanía se unifica y aporta sus donativos, pese también a que se sabe que nunca falta un “vivales”, personajes que se aprovechan del mal ajeno, sea para montar shows mediáticos o para sacar ganancia política.
La desconfianza permea y hace que se confundan las intenciones humanas de ayudar al prójimo.
Pero la fe en la humanidad y el instinto de sobrevivencia se imponen, saben los mexicanos que sólo con organización sortearán mejor la tragedia que les dejaron los torrenciales aguaceros y que desgajaron sus tierras, cobrando la vida de cientos. Y por eso asumen que la frontera no existe y hacen más intensa la comunicación que, de por sí, existe entre los mexicanos en ambos países.
Hasta Nueva York llega la voz de Chilpancingo, Guerrero, este 26 de septiembre, a través de Berna, que escribe: “…en la sociedad se percibe una tremenda desconfianza hacia todos los actores políticos porque han utilizado la tragedia que hoy vivimos para entrar de lleno en pre campañas electorales y promover su imagen con fotografías en los lugares más afectados.
Por lo tanto nos estamos organizando para constituirnos en una
Asociación Civil de Ayuda. El único requisito es que las personas que quieran participar sean personas que no hagan de la política su modus vivendi”.
Y añade: “conocemos nuestro entorno y el proyecto se iniciará con los amigos que no hemos encontrado y reencontrado en medio de la tragedia, que algunos ya nos conocíamos de antes, maestr@s, médic@s, enfermer@s, amas de casa cuyo interés ha sido solo ayudar. La parte formal la iremos diseñando poco a poco”.
Dice Berna que, mientras tanto les queda claro que “no contamos con las autoridades, para casos de contingencia; que somos una pueblo con una impresionante cultura de la solidaridad. Porque aun cuando sabemos que no es nuestra obligación atender los desastres, en la urgencia actuamos; la capacidad de respuesta de las autoridades es lenta muy lenta”.
Y detalla Berna la estrategia, basada en la solidaridad y no en el interés político: “… tomando en cuenta que estamos en tiempo de fenómenos naturales, tenemos que fomentar la cultura de la prevención, equipando en zonas estratégicas de la Ciudad refugios temporales que cuenten con lo necesario para cubrir las necesidades básicas, al menos para los primeros días.
Estas medidas serán por colonia según la ubicación que cada uno tenga. Para mí ha sido una experiencia que no me esperaba el haber constituido la casa en un refugio de niños. Nuestra primera actividad como grupo es canalizar la ayuda de Tamaulipas. Tan pronto nos digan cuando nos llega el camión de ropa y zapatos que van a mandar, tenemos la tarea de seleccionar esa ropa por regiones del estado.
Alguna será más útil en la Montaña, otra en las costas. Sobre todo en el ánimo de garantizar que lo que nos manden sea entregado a las personas que en verdad lo necesitan”.
En la Ciudad, dice, “estamos haciendo un recorrido por los albergues para saber con exactitud qué necesitan. Desde luego también seremos gestoras porque si vamos a exigir que el presupuesto se gaste para lo que es”.
Revela Berna su tristeza porque el gobernador de la entidad estuvo en un festejo el 15-16 de septiembre, mientras las comunidades enfrentaban la rudeza de los fenómenos naturales, sin que se hayan tomado medidas gubernamentales para mitigar la catástrofe.
Narra que arquitectos de la Asociación Civil Casa y Ciudad podrían viajar del Distrito Federal a Guerrero para “emitir un dictamen serio respecto a la planificación y la fragilidad de los puentes y las construcciones de nuestra Ciudad”, porque el gobierno está obligando a trabajar a los empleados con la amenaza de descuentos o despidos”, aunque su empleo se encuentre del otro lado del puente.
“Me encanta ver la respuesta”, dice, y añade que “otras amigas –colegas de la Red de Mujeres Periodistas de Matamoros, Tamaulipas-- se han interesado en apoyarnos en la inteligencia de que, el enlace seamos nosotros. Nos van a mandar un camión de ropa y zapatos”.
La catástrofe trae consigo otros secuelas, continúa Berna: “algunos trabajadores también son damnificados y ¡les piden pruebas para justificar sus faltas!, una falta de sensibilidad, porque ¿qué pruebas pueden presentar en estos momentos de crisis nerviosas, enfermedades etc.”
Las enfermedades están a la orden y algunos amigos médicos explican que la gente salió de forma abrupta de sus casas, sin pensar en llevar consigo sus medicinas, por lo cual a las enfermedades de las vías respiratorias y estomacales, provocadas en este ambiente de colapso social, “se suma la necesidad de medicamentos para enfermedades como diabetes cáncer y otras”.
Berna, periodista y profesora de periodismo, abrió su casa como refugio temporal para las niñas y niños cuyos papás están ayudando en los albergues.
“Y ahora estamos intentando retomar nuestras actividades, con mucha dificultad. Escases, carestía y la ayuda que no llega a donde tiene que llegar. Los niños empiezan a enfermarse de problemas respiratorios y estomacales. Mucho dolor y entre nosotros intentando ayuda”.
Se ha encontrado a gente, dice Berna, que está vendiendo las despensas o las están guardando para campañas políticas. Lamentable y crítica situación. Los amigos estamos haciendo llegar ayuda directa a los albergues, sin intermediarios porque se empezaron a enfermar y la comida que les llevaba el ejército era pasta hervida. Afortunadamente por la noche llueve y en el día sale el sol”.