En México, de los cinco mil 12 suicidios registrados en 2010, el 41 por ciento lo consumaron personas de entre 15 y 24 años de edad. Entre los 15 y 19 años, constituye la tercera causa de muerte, después de los fallecimientos por agresiones y accidentes de tránsito.
Dentro de los factores de riesgo se deben considerar aspectos sociales, familiares y trastornos mentales, para dar atención oportuna y profesional que brinde soluciones, advirtió Jacqueline Cortés Morelos, del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se conmemora este 10 de septiembre, señaló que en términos generales, la desesperanza es el factor más relacionado con esta acción. Los jóvenes expresan que no encuentran sentido a la vida o una razón para existir, al enfrentar situaciones de vulnerabilidad, separaciones o pérdidas. También hay que considerar el número de intentos previos, detalló.
Un ambiente familiar de violencia, alcoholismo, descuido, rechazo, maltrato físico, emocional o sexual, puede desencadenar depresión o ansiedad. Las enfermedades mentales constituyen un factor de riesgo dentro de las causas que provocan la conducta suicida, además del alcoholismo, uso de drogas, problemas económicos, legales y de pareja, alertó.
Los jóvenes experimentan presiones familiares y sociales, se les exige tomar decisiones importantes y enfrentan sus primeras rupturas amorosas. De acuerdo con su personalidad y mecanismos que tengan para afrontar las situaciones que viven, solucionarán sus problemas.
La mayoría de quienes tratan de suicidarse no tienen el deseo de hacerlo, sólo están deprimidos o enojados y recurren a este acto, que implica la mayor agresión posible contra uno mismo y los demás, explicó.
“Antes del intento, muchos jóvenes presentan auto lesiones, uso de sustancias, sexualidad sin protección, conductas de alto riesgo como manejar a exceso de velocidad o intoxicación. Son focos de alerta que algunos padres no ven al estar inmersos en sus propios problemas".
La psiquiatra informó que los estudiantes universitarios tienen derecho y acceso a los servicios del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la FM. Ahí se ofrece valoración profesional, estudios y tratamientos integrales, seguros, confidenciales y confiables, precisó.
Signos de alerta
Cortés Morelos recomendó estar atentos a los cambios drásticos de personalidad. Las personas tienden a aislarse, enojarse con facilidad, están melancólicas, sensibles o a la defensiva, hablan constantemente de su propia muerte, están tristes, apáticas, desmotivadas y no disfrutan de sus actividades o intereses cotidianos.
Además, presentan bajo rendimiento escolar e, incluso, llegan a reprobar; no se relacionan con familiares, parejas o amistades y se sienten desamparadas, detalló.
La conducta suicida va desde la idea hasta la consumación. En la primera, se plantea quitarse la vida como solución para escapar a problemas emocionales, familiares o económicos, sin saber cómo hacerlo. Piensan que les gustaría morir, dormir y no despertar o padecer alguna enfermedad terminal, explicó.
De continuar estos pensamientos se presentarán los planes suicidas. Sin embargo, al ser más impulsivos, los jóvenes en ocasiones consuman sin planearlo, por una ruptura amorosa, un problema familiar o una discusión importante.
En la planeación se consideran el método, las circunstancias y el momento en que se realizará el acto. En este punto, se presentan gestos de alerta como reunir pastillas o pasear por algún puente.
Las tentativas pueden ser de alta o baja letalidad, según el género; las mujeres lo intentan más, pero lo consuman menos; los hombres ensayan menos, pero lo logran más, por los métodos elegidos.
En 2010, se registraron nueve suicidios de ellos por cada dos de ellas, en ambos casos, el medio más empleado fue el ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación; el disparo con arma larga fue el segundo más utilizado por los hombres, que tiene mayor probabilidad de causar la muerte, mientras que en las mujeres fue el envenenamiento por gases, vapores, alcohol y plaguicidas.
Se requieren estrategias públicas para garantizar la atención oportuna a quienes presenten estas conductas. Es indispensable crear conciencia sobre la importancia de recurrir a los servicios de salud en estos casos, porque pueden salvar la vida.
Al recibir tratamiento, desaparece la idea y las personas son capaces de encontrar soluciones a problemas que antes los abrumaban, concluyó.