La crisis nuclear de Japón, secuela de los daños causados a la planta de Fukushima por el terremoto y tsunami que sacudieron a ese país el 11 de marzo de 2011, representa un paradigma para las tecnologías y los procesos de seguridad nuclear, dijo Epifanio Cruz Zaragoza, coordinador de la Unidad de Irradiación y Seguridad Radiológica del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM.

“Los problemas causados en esa ciudad, aunque no fueron por errores en los sistemas de seguridad, sino consecuencia de un fenómeno natural, son retos importantes de los que debemos aprender para mejorar los protocolos ante situaciones de emergencia y preparar a nuevos especialistas, para que sean capaces de realizar maniobras como el desmantelamiento de una planta accidentada”, indicó.

Actualmente, los responsables de la empresa Tokyo Electric Power Company (Tepco), propietaria de la planta nuclear y generadora de un tercio de la electricidad en Japón, enfrentan el problema de enfriar poco a poco los reactores nucleares, para evitar una catástrofe mayor.

Llevan 29 meses con esa tarea y van casi a la mitad. Es un proceso que no puede hacerse rápido, pues el riesgo es que se funda el núcleo y cause una catástrofe mayor. Pasará otro periodo igual hasta conseguir enfriar los reactores a la temperatura ambiente, explicó el doctor en ciencias nucleares.

Fuga de agua radiactiva

La mañana del 20 de agosto, un técnico de la planta de Fukushima notó que se había reducido el caudal de un tanque de enfriamiento de uno de los reactores. La falla de una válvula propició la fuga de cerca de 300 metros cúbicos de agua y parte del líquido salió de la instalación.

“Japón tiene una cultura de la seguridad bien cimentada, así que el personal de la empresa Tepco de inmediato hizo un informe que entregó al gobierno. Se monitoreó el área de la fuga, el agua y el lodo que se había formado y se encontraron niveles de radiación por lo menos 100 veces arriba de lo permitido en la instalación”, relató.

Cuatro horas después del suceso, el gobierno nipón aumentó de uno a tres el nivel de gravedad en la Escala Internacional de Eventos Nucleares (INES, por sus siglas en inglés), que cuenta con siete.

El nivel de riesgo, y en consecuencia el de la escala, se podría regularizar hoy, una vez que buena parte del agua contaminada ha sido recuperada. “Ya comenzaron la limpieza, porque ese líquido que se usa para enfriamiento mantiene todavía material radiactivo”, señaló.

Contaminada con tritio y cesio

El agua radiactiva contiene principalmente tritio y cesio. “El primero es un derivado del hidrógeno, una molécula gaseosa, que afortunadamente no se adhiere en el cuerpo humano y existe en cierta dosis de manera natural en los ríos, mares e incluso en el agua que utilizamos. Pero agregarle este material radiactivo artificial puede llevar a una saturación de tritio, especialmente en el agua de mar”, alertó.

La inquietud es qué tanto puede afectar esta sustancia al medio ambiente.

“Afortunadamente una gran cantidad de tritio se diluye en el líquido y, en caso de que se vaya al mar, se diluye y evapora con las corrientes marinas. Las moléculas de tritio emiten radiación beta, que se desintegra en el agua. Pero lo deseable es que este líquido contaminado no llegue al mar y se mantenga contenido”, apuntó.

En contraste, el cesio es un material radiactivo que produce radiación gamma, mucho más intensa que la beta; es soluble en agua y se ha asociado con la generación de cáncer varios años después de haberlo absorbido en dosis altas.

“Se fija en los huesos, en donde puede permanecer hasta 30 años, por lo que representa mayor riesgo para la salud”, advirtió el físico.

Cruz Zaragoza destacó que la empresa Tepco está obligada a encontrar una solución rápida a la contaminación en Fukushima y la prueba con una proceso de refrigeración”.

“Una de las soluciones que piensa instrumentar es refrigerar totalmente el sótano debajo de los dos reactores por donde fluye el agua para enfriarlos”, finalizó.