Lic. Rafael Zárate César,

Director General,

Órgano Interno de Control en la

Presidencia de la República

PRESENTE

Resumen Ejecutivo: Un funcionario joven que atiende público en la Oficialía de Partes de Palacio Nacional tiene problemas de personalidad.

Soy el Ingeniero Civil Ángel Pujalte Piñeiro quien saludo y expongo ante el Órgano Interno de Control que Usted preside, una relación de hechos que considero inaceptables en un servidor público.

El día 10 de diciembre me apersoné en la Oficialía de Partes de la Presidencia de la República para entregar unos documentos al Ejecutivo Federal.

La oficina estaba casi vacía y solo había un señor, en apariencia campesino, que terminaba de entregar documentos, por lo que se puso a agradecer en forma desmedida, la atención del funcionario joven que recibió los papeles.

Sobre todo se disculpaba por haberlo “distraído de su trabajo” y haberle “quitado su tiempo”. Por lo que yo de metiche, le aclaré que no había distraído al empleado público de su trabajo porque su trabajo era atenderlo y que no le había quitado el tiempo al empleado, porque el señor estaba contratado y se le pagaba para que dedicara su tiempo a atender a las inquietudes de ciudadanos como él.

A lo que el campesino, que era un viejo con arrugas en las arrugas, contestó que él si consideraba que había distraído al “servidor” público de sus tareas y que también le había quitado el tiempo. Por lo que yo, ingenuo voltee la mirada al funcionario para pedirle su apoyo, para aclararle al anciano sobre agradecido, que no le había hecho el gran favor, que no era la gran cosa ni le debía nada. Cuando escucho con estupefacción que el enfermo e inmaduro empleado público le afirma al viejo: “Usted si sabe”, a la par que me echa una mirada amenazante de “ahorita sigo contigo”.

Y en efecto: todavía no acababa de salir de la oficina el viejo, cuando con tono demandante en estilo de sargento mal pagado y un volumen suficiente para que el viejo oyera en su retirada, me increpó: “sus documentos y su identificación”. Mismos que presenté. Y entonces se puso a hacerme preguntas sobre mi escrito. A lo que, por su edad, le pregunté si estaba calificado para revisar los documentos. A lo que respondió que él estaba autorizado para desechar documentos que no cumplan las condiciones del Derecho de Petición.

Me las sé de memoria, pero para calarlo le pregunté “cuales eran”, a lo que me contestó sin romper su concentración ni levantar la mirada de mis papeles, que yo debería de saberlas.

Solo por molestar su prepotencia le pregunté si él no podría decírmelas. Y balbuceó algo que no escuché. Lo dejé en paz porque a mi pensamiento lo aplastó lo absurdo del asunto.

En cualquier libro regular de psicología encuentran tipificado el problema bajo el título de síndrome del mini poderoso y el ejemplo que usan es el taquillero de cine.

La Oficialía de Partes es una cara de la dependencia a la sociedad. Según Lacan, ese desliz del empleado refleja su visión del mundo y los motivos que lo alientan. Que no son servir a la sociedad.

Es una persona con una visión enferma del mundo. Que no busca servir a los demás sino servirse de los demás.

En plan sano, sería que el servicio médico de la dependencia lo atienda. En mal plan, no lo atiendan, pero no lo pongan en contacto con el público.

En cualquier caso, es inaceptable que cualquiera y con mayor razón un servidor público, abuse de la necesidad y humildad de la gente, para ostentarse como generosos semidioses que solo favorecen a los suplicantes de mayor mansedumbre y humildad y pretenden rechazar y castigar a los que no reconocen su grandeza y magnanimidad

En espera de haber aportado algo y arrojado luz sobre un problema solucionable, así me pongo a sus órdenes para los abundamientos y aclaraciones a que haya lugar y le reitero las seguridades de mi consideración más distinguida.

A t e n t a m e n t e

Ing. Ángel Pujalte Piñeiro