Desde hace tiempo se sabe que la hormona tiroidea, además de tener un papel fundamental en la regulación del metabolismo (el conjunto de reacciones químicas que hacen que nuestro cuerpo funcione), también es crucial para el desarrollo del sistema nervioso en las primeras etapas de vida de una persona, explicó el doctor Carlos Valverde en entrevista publicada hoy en el Boletín AMC, órgano informativo de la Academia Mexicana de Ciencias.
El déficit o exceso de este mensajero químico en la sangre tiene efectos adversos para la salud; produce, por ejemplo, retraso mental y alteraciones cardiovasculares. Estas son algunas de las razones por las que en los últimos años ha aumentado el interés por estudiar desde la fabricación de la hormona en la glándula tiroides, hasta cómo es captada, liberada y cuáles son sus efectos sobre las células de los diferentes órganos del cuerpo.
Los experimentos realizados para tal fin han usado una gran diversidad de animales, pues la hormona tiroidea está presente en todos los vertebrados. Carlos Valverde y la doctora Aurea Orozco, el primero miembro de la AMC y ambos investigadores del Instituto de Neurobiología de la UNAM (INB), campus Juriquilla, Querétaro, llevan varios años estudiando esta hormona en peces y roedores y sus trabajos han aportado nuevo conocimiento en este campo.
La mayoría de las hormonas que fabrica la glándula tiroides y que circulan por el torrente sanguíneo son inactivas, es decir, no tienen efecto fisiológico alguno y se les conoce como T4. El proceso de activación ocurre cuando, luego de llegar a los diferentes órganos del cuerpo e ingresar a sus células, las T4 interactúan con cierto tipo de moléculas ahí presentes que transforman su estructura química.
Estas hormonas se conocen como T3, entran al núcleo celular y se unen a otras moléculas, llamadas receptores, para poder jugar su papel principal: regular el “encendido” y “apagado” de ciertos genes, los cuales tienen las instrucciones para fabricar las proteínas (las moléculas que forman la mayor parte de nuestro cuerpo y que llevan a cabo todas las reacciones químicas que ocurren en él).
Una vez que las hormonas ejercen sus efectos, otras moléculas se encargan de degradarlas. Hasta hace poco se pensaba que las hormonas tiroideas de desecho no tenían actividad biológica, sin embargo, las investigaciones de los últimos años muestran que no es así, por lo menos en el caso de una de ellas, la llamada T2. Ahora se sabe que la hormona T2 influye, por ejemplo, en el funcionamiento de la mitocondria, (organelo localizado en el citoplasma de las células) del que la célula obtiene su energía. Más aún, las investigaciones del INB muestran que también regulan la actividad de los genes, como lo hace la T3, pero a través de vías diferentes y se unen por lo tanto a receptores distintos.
Uno de los experimentos realizados por los investigadores consistió en administrar soloT3 o solo T2 a grupos de peces en estado juvenil midiendo la intensidad de su efecto a través del crecimiento de los organismos (registraban qué tanto aumentaba su peso). A la par, se medía la actividad de diferentes genes: los directamente involucrados en el crecimiento, los que tienen las instrucciones para fabricar los receptores y algunos que intervienen en las vías de acción de las hormonas.
Los especialistas encontraron que ambas hormonas promovían el crecimiento de los peces, pero que la actividad de los genes era diferente, y por lo tanto, también las vías de acción de las hormonas. Los resultados sugieren “que hay entonces dos estrategias de acción de las hormonas tiroideas en peces: una vía liderada por la T3 que posiblemente esté regulando un set de genes determinado, y otra vía, donde participa la T2, que regularía otro set de genes”, comentó Orozco.
Los investigadores señalaron que sus hallazgos son valiosos en el campo de la endocrinología comparada y dan información sobre cómo ha evolucionado el mecanismo de acción de las hormonas tiroideas y sus vías de señalización, para controlar diversos procesos del desarrollo fisiológicos y conductuales de los diferentes grupos de vertebrados.
El hecho de que la estructura química de estos receptores sea muy parecida entre los vertebrados, incluso entre otros seres vivos, revela la estrecha relación que hay entre el funcionamiento de los organismos con su ambiente, agregó Valverde. “Son muy semejantes porque cuando algo funciona evolutivamente se conserva porque es exitoso para la sobrevivencia”.
Aunque no es su enfoque ni objetivo final, los expertos señalaron que sus investigaciones podrían ser útiles en un futuro para el diseño de fármacos cuyos efectos semejen a los de las hormonas tiroideas. En la actualidad, “en la clínica es común que se busquen análogos (sustancias parecidas) a las hormonas tiroideas porque tienen efectos benéficos en el metabolismo de las grasas.