Existe la creencia popular de que el agua "engorda" si se toma durante las comidas. El hecho de tomar líquidos (agua u otras bebidas), antes, durante o después de las comidas nada tiene que ver con que estos alimentos tengan capacidad de engordar más o menos. Lo que ocurre realmente es que se diluyen los jugos gástricos y, consecuencia de ello, la digestión se hace más lenta. Esta es la razón por la cual aquellas personas que padecen digestiones difíciles o pesadas, conviene que omitan cualquier tipo de bebida durante o justo después de las comidas. Sin embargo, para quienes no sufren ningún trastorno digestivo no existe una explicación dietética que justifique que no se pueda ingerir líquidos en esas situaciones.

COMER SIN PAN

Teniendo en cuenta todas las sustancias nutritivas que aporta el pan, este debe constituir una parte destacable en la alimentación de cada día; tratando de estar presente en prácticamente todas las comidas, desde el desayuno a la cena.

Por su aporte de hidratos de carbono (58%), proteínas (7%), vitaminas, minerales y de fibra, cubre una parte destacable de las necesidades orgánicas diarias de estos nutrientes. El hecho de no consumir pan u otros alimentos de una composición nutritiva comparable (farináceos: arroz, pasta, patatas, legumbres) de forma habitual contribuye a desequilibrar de manera importante la dieta.

En estos casos, aumenta el porcentaje del total de las calorías proveniente de alimentos ricos en grasas o proteínas, alejándonos considerablemente de las recomendaciones respecto a una alimentación equilibrada, en la que cerca del 55% del total de calorías de la dieta debe proceder de alimentos ricos en hidratos de carbono (farináceos), el 15% de alimentos proteicos (carne, pescado, huevos, lácteos principalmente) y el 30% restante de alimentos grasos.

En la medida que se reduce el consumo de pan de la alimentación diaria, es necesario aumentar la ingesta de otros alimentos ricos en hidratos de carbono con el fin de no desequilibrar significativamente la alimentación.