Dormir es trascendente en la vida de los individuos, porque se relaciona con funciones como el aprendizaje y el sistema inmunológico; incluso, es tan importante que algunos organismos, por ejemplo, las ratas, se mueren en menos tiempo por no dormir, que por no comer.
A indagar el papel funcional del sueño se dedica Fructuoso Ayala Guerrero, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, quien por su destacada trayectoria en el área de las neurociencias, en específico por sus contribuciones a la medicina del sueño, fue distinguido por la Asociación Mundial para la Excelencia en la Salud, con sede en Lima, Perú.
En la realización del Congreso Internacional de Aportes a la Ciencia y Tecnología Médica, realizado en esa ciudad sudamericana, el universitario fue reconocido como “líder mundial por sus invaluables aportes a la ciencia médica en beneficio de la humanidad”.
En la reunión, Ayala participó por medio de videoconferencia con el tema “Contribución de la fisiología al desarrollo de la medicina del sueño”, donde describió que esa aportación tiene una larga historia que se remonta al siglo XIX, y desde entonces, se recaban hallazgos científicos que muestran la importancia de dormir.
La relevancia del sueño
Aunque desde la antigüedad el sueño (como proceso de soñar) le llamaba la atención al hombre, todavía no se concebía la importancia que tiene para la salud y el bienestar del organismo; sin embargo, los científicos han demostrado poco a poco su relevancia como proceso de dormir. “Las ratas, por ejemplo, se mueren más rápido por no dormir, que por no comer; asimismo, si el ser humano no lo hace de forma adecuada, desarrolla alteraciones mentales, problemas de aprendizaje, de estado de ánimo, ansiedad y depresión, entre otros”.
También se relaciona con el sistema inmunológico. De hecho, este sistema y los mecanismos reguladores del sueño comparten moléculas, como las citocinas, de tal manera que si alguien no duerme bien, es presa fácil de infecciones.
Asimismo, es importante para el proceso de aprendizaje, pues lo que se aprende durante la vigilia, se consolida como memoria en el cerebro mientras uno duerme, y si no lo hacemos, la información aprendida no se retiene.
Este hecho se puede comprobar experimentalmente en animales a quienes se les enseña una tarea determinada y se les permite dormir; al estudiar posteriormente su cerebro, se puede observar que se establecen ramificaciones nuevas del sistema nervioso y se adquieren mayores habilidades. Esto contrasta con lo observado en aquéllos que son sometidos a la misma tarea, pero que no se les permite dormir, pues no establecen las conexiones nerviosas adecuadas y no se consolida el aprendizaje.
Actualmente, Fructuoso Ayala tiene proyectos relacionados con pacientes con Trastornos del espectro autista, que tienen un sueño fraccionado. Es importante resaltar que parte de los síntomas que presentan mientras están despiertos, se relacionan con sus alteraciones del sueño, destacó.
De acuerdo a lo anterior, la pregunta que nos hacemos es si los síntomas en pacientes con esos trastornos mejoran al hacerlo la calidad de su sueño; “la respuesta es probablemente sí, como lo sugieren algunos hallazgos, aunque estamos en vías de comprobarlo”, dijo.
El universitario indicó que pretenden incluir en ese estudio técnicas de resonancia magnética, para obtener información in vivo del cerebro de los pacientes y analizar si ciertas alteraciones cerebrales se relacionan con los síntomas autistas y trastornos.
El cerebro, abundó, tiene la virtud de que si se estimula masivamente, a través de las vías sensoriales (visual, auditiva, y del tacto, entre otras, como se supone ocurre en la equinoterapia o la delfinoterapia) se pueden obtener resultados positivos por la plasticidad cerebral. Pero, además, se requieren terapias individualizadas, con base en las necesidades de cada paciente.
De forma adicional, ha desarrollado modelos de epilepsia experimental con animales, y últimamente, con el propósito de analizar los mecanismos básicos que regulan al sueño, ha comenzado a trabajar con la mosquita de la fruta.
“Hay trabajos que lo describen en esa especie, Drosophila melanogaster; si se les somete a un aprendizaje para que localicen el lugar donde se encuentra el alimento, al privarlas se les olvida, a pesar de la motivación que representa el hambre. Reiteramos así que parte de las funciones del sueño se relacionan con la memoria”, explicó.
Posteriormente, “podremos correlacionar algunos trastornos con genes determinados de la mosquita, cuyos resultados serán importantes en pleno desarrollo de la medicina genómica. Esta parte, es lo último que hemos integrado en nuestros proyectos de investigación”.
Trayectoria en resumen
El universitario comenzó a trabajar en el entonces Hospital Nacional de Neurología, hoy Instituto Nacional, en 1964, año en que se inauguró, y ahí aprendió que había un área de las neurociencias relacionada con el sueño.
Posteriormente, colaboró en el Departamento de Fisiología del Instituto de Estudios Médicos y Biológicos, hoy Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, donde continuó su labor. Luego, “nos independizarnos como Centro de Neurobiología, hoy instituto”, radicado en Querétaro.
Con 48 años de labor en el área de neurociencias; artículos en inglés, español, portugués y ruso; libros y capítulos de libros relacionados con los trastornos del dormir, y uno próximo relativo al insomnio, así como más de 500 presentaciones en foros académicos en México, Norteamérica, Sudamérica y Europa, consideró este premio como un reconocimiento a su trayectoria y a la de sus colaboradores.