¿Por qué es tan bueno el sabor de los tacos de canasta, tamales, carnitas, barbacoa y casi todos los alimentos ricos en grasa? Se debe a que este tipo de alimentos activan un circuito de gratificación entre el intestino y el cerebro en el que participa la dopamina, un neurotransmisor que regula el placer en el sistema nervioso central.
Sin embargo, un nuevo estudio con ratones realizado por el científico mexicano Luis A. Téllez, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale, encontró que este circuito de gratificación se interrumpe con el exceso del consumo de alimentos ricos en grasas, lo que podría suprimir el mito de que comer de forma compulsiva es gratificante pues sus resultados indican que ocurre justamente lo contrario.
La investigación de Téllez arroja nuevas claves para entender esta “conversación” entre el intestino y el cerebro a la hora de consumir alimentos grasosos y ayuda a explicar por qué comer demasiados alimentos grasosos puede debilitar el circuito de "recompensa" del cerebro, llevando a las personas a comer aún más y, como consecuencia, a la obesidad.
En el artículo publicado en la revista Science, Luis Téllez y sus colegas reportan el descubrimiento de un mensajero molecular, un lípido del intestino conocido como oleoiletanolamina (OEA), que controla la percepción de recompensa del cerebro desde el intestino.
El investigador mexicano, quien se encuentra realizando una estancia postdoctoral becado por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación del Distrito Federal, realizó pruebas con ratones y se percató de que estas señales de comunicación entre el intestino y el cerebro pueden interrumpirse al someterse a los roedores a dietas altas en grasas.
Dos grupos de ratones fueron utilizados en las pruebas: uno de ellos era alimentado con una dieta alta en grasas y otro con una dieta baja en grasa, y los experimentos arrojaron que el primer grupo tenía niveles bajos e inusuales de OEA en su intestino y que no producían mucha dopamina, el neurotransmisor asociado con la recompensa y el placer en el cerebro. En cambio, el otro grupo tenía niveles normales de dopamina en el cerebro y de OEA en su intestino.
“Esto quiere decir que el consumo excesivo y prolongado de alimentos altos en grasa atenúan la sensación de recompensa inducida por la dopamina, lo que lleva a consumir aún más alimentos ricos en grasas para tratar de compensar este mecanismo de placer”, señalan los autores en el artículo científico publicado el 16 de agosto pasado.
Para tratar de revertir los efectos en los roedores “amantes” de los alimentos grasosos los investigadores los sometieron a una infusión de OEA en sus intestinos y restauraron la respuesta basada en la recompensa dopaminérgica y, a pesar de que estaban acostumbrado a una dieta alta en grasas, comenzaron a comer más alimentos bajos en grasa, lo cual podría derivar en futuras estrategias para obtener tratamientos terapéuticos.
Los científicos sostienen que si bien los mecanismos fisiológicos que relacionan la deficiencia de dopamina con el consumo prolongado de grasas se tienen que continuar investigando, la administración de oleoiletanolamina puede tener un papel clave en la restauración de la señalización generada por el intestino y la deficiencia de dopamina en el cerebro, y puede aumentar el valor de recompensa al consumir alimentos más saludables bajos en grasas.
“Nuestros resultados apoyan la idea de que la OEA puede funcionar como señales que dictan las cantidades de grasa dietética para ser ingerida sin implicar una deficiencia de la recompensa que con más investigaciones podría ser una estrategia útil para perder peso”, indica el estudio.
En 2013 la SECITI otorgó becas posdoctorales a 20 jóvenes científicos que están continuando su formación científica en instituciones de prestigio de Europa y América, para lo cual otorga un apoyo de 2 mil euros o dólares mensuales a cada uno.