“Cuando se habla de hepatitis no basta con referirse a la inflamación del hígado, hay que atender a sus causas. Entre ellas se encuentran los agentes tóxicos, por ejemplo, en la hepatitis alcohólica; también la asociada a distintos tipos de virus; y algunas otras que se producen por autoinmunidad”, dijo Miguel Ángel Mercado Díaz, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
El director de Cirugía del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” (INCMSZ) agregó que además hay un grupo heterogéneo en el que puede haber hepatitis por infiltración grasa del hígado -asociada al sobrepeso y al síndrome metabólico-, la cual se conoce como esteatohepatitis.
Se sabe que evoluciona al igual que las virales y produce un daño hepático crónico, que puede conducir a la cirrosis (cicatrización), e inclusive a tumores hepáticos o cáncer (hepatocarcinoma).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha designado este 28 de julio, por vez primera, como el Día Mundial de la Hepatitis, con el fin de crear conciencia sobre las hepatitis virales, y difundir el conocimiento sobre ellas.
El organismo internacional recuerda que en el mundo existen 240 millones de personas con infección crónica por hepatitis B y unas 150 millones de personas infectadas crónicamente por el virus de la hepatitis C; por ambas fallecen unas 390 mil personas al año.
Mercado Díaz Indicó que también existe la esteatohepatitis alcohólica, que marca los primeros estadios de daño por alcohol, pero precisó que cuando se habla del Día Mundial de la Hepatitis, este se refiere principalmente a las de origen viral, particularmente la del tipo C, sobre la que se tiene que concientizar a la población.
Añadió que esta variedad aún no alcanza su nivel máximo, lo que ocurrirá en unos 20 años, para luego disminuir su frecuencia, por la existencia de una eventual vacuna, a mitad del presente siglo.
La hepatitis A –explicó- es una afección sistémica (involucra a todo el organismo) que daña al hígado transitoriamente. En los casos en los que ocurre una hepatitis por este virus, casi siempre se presenta una recuperación y se establece una inmunidad a largo plazo.
El virus B se transmite de forma muy parecida al virus del SIDA, por contacto sexual, con muy pequeñas cantidades de sangre y piquetes de aguja. Contra este tipo ya existe una vacuna que se descubrió en 1967, la cual provee una protección adecuada.
El virus C que se describió en 1989 -continuó Mercado Díaz-, sí produce una hepatitis crónica, cirrosis y eventualmente un hepatocarcinoma, y contra este virus no se tiene vacuna.
En América se estima que de 7 a 9 millones personas han sido infectadas por el virus C, mientras que en México afecta a 1 millón 200 mexicanos y es considerada la tercera causa de muerte en el país.
Hepatitis y transplante de hígado
Mario Vilatobá Chapa, jefe del Departamento de Trasplantes del INCMN “Salvador Zubirán”, sostuvo que de cien pacientes que tienen hepatitis C, el 33% son transmisores, 33% desarrollarán una hepatitis crónica y el otro 33% presentará cirrosis en 20 años, que es la evolución natural de este virus. “Las vías de transmisión más comunes son transfusiones sanguíneas, drogas intravenosas, tatuajes, e inclusive ir al dentista, si no se tiene una buena higiene en los instrumentos”.
La prevención del virus A –prosiguió- es a través de la limpieza, lavarse las manos antes y después de ir al baño, y en la preparación de los alimentos. El virus se desecha en las heces fecales, si alguien se contamina las manos y después lo lleva a los alimentos se concreta la transmisión.
Vilatobá Chapa aclaró que la hepatitis C no es la única causa de trasplante de hígado, pero recordó que un tercio de los pacientes desarrollan cirrosis, la cual si se presenta por dos décadas o más, va a requerir de un trasplante. “En nuestro instituto de cien trasplantes que tenemos 40 han sido por hepatitis C”.
Difícil conseguir un hígado
Para ejemplificar la dificultad de obtener un hígado para trasplante, Mario Vilatobá explicó que se tiene un porcentaje muy alto de donación de donador vivo en riñón y ello no ha permitido que se tenga una estructura más sólida en la procuración y redes de hospitales para detectar potenciales donadores de órganos cadavéricos.
A esta situación se debe añadir los problemas por la obesidad, que es bastante común en el país y que descarta a muchos potenciales donadores porque tienen grasa en el hígado.
Aun cuando la sobrevida de trasplante de hígado -de tres a cinco años-, es exactamente igual a la de los mejores centros en otros países, la solución no es perfecta, sobre todo para el virus C, que siempre regresa, dijo Vilatobá, quien ha realizado alrededor de 170 trasplantes en Estados Unidos y en el INCMN.
Miguel Ángel Mercado advirtió, por otro lado, que en México empezará a surgir como un problema el hígado graso, pero dio buenas noticias, al señalar que se trata de un padecimiento en el que se puede trabajar y prevenir a través de campañas que promuevan medidas físicas e higiénico-dietéticas especialmente en los niños.