México es el país con la prevalencia más alta en el mundo de la mutación de la enzima metilentetrahidrofolato reductasa (MTHFR), que puede condicionar la aparición de la hiperhomocisteinemia, factor que incrementa el riesgo de padecer enfermedad arterial coronaria.
Esa variante menos activa de la MTHFR es el genotipo C677T, presente en 32.2 por ciento de la población mexicana, según estimaciones de Osvaldo Muchinik, investigador del Instituto de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.
Y de acuerdo con estudios en pacientes del Instituto Nacional de Cardiología (INC) Ignacio Chávez, llevados a cabo por Aurora de la Peña Díaz, académica de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, si hay niveles altos de homocisteína y lipoproteína (a), el riesgo de padecer un trastorno trombótico arterial coronario se incrementa 10 veces.
De esta manera, a los factores de riesgo tradicional para el desarrollo de la enfermedad arterial coronaria (obesidad, hipertensión, dislipidemia, diabetes mellitus, tabaquismo y edad), se suman ahora otros emergentes, como la homocisteína y la lipoproteína (a).
La hiperhomocisteinemia es causada por un mal metabolismo de la metionina, aminoácido que contiene azufre y es intermediario en la síntesis de la cisteína, carnitina, taurina y lecitina”, explicó Aurora de la Peña.
En un estudio en 222 pacientes del INC, la universitaria y sus colaboradores corroboraron que la lipoproteína (a) es también un factor de riesgo independiente, y que al combinarse con la homocisteína, se incrementa sinérgicamente la probabilidad de que pacientes hombres desarrollen la enfermedad arterial coronaria. Asimismo, con apoyo del Instituto de Geofísica de la UNAM, analizan qué minerales se depositan en las arterias de aquéllos.
“Hemos encontrado calcio, que sería el más importante, pero también bismuto (proveniente de diversos fármacos que toman, como el Pepto-Bismol), hierro, fósforo, aluminio y níquel”, comentó.
Las células del endotelio son como un libro donde se describe el recuerdo de todo lo que circula por los vasos sanguíneos; ahí se queda.
Así, por ejemplo, el incremento de la homocisteína circulante favorece la mineralización de la aorta y, por consiguiente, las enfermedades isquémicas del corazón.
Micropartículas en sangre
De la Peña –en colaboración con investigadores del INC y el INSERM (siglas del Institut de la Santé et de la Recherche Mèdicale), en Francia, y alumnos de la Facultad de Medicina de la UNAM y de la Universidad de Westhill– estudia la presencia de micropartículas en la sangre de enfermos del Instituto Nacional de Cardiología, otro factor de riesgo trombótico no descrito aún en la población mexicana.
A la fecha, en el Laboratorio de Trombosis y Fibrinolisis del INC se han analizado 260 muestras que indican que, efectivamente, quienes han sufrido un evento trombótico tienen una mayor cantidad de micropartículas circulantes en la sangre.
Estas últimas son pequeñas microvesículas (de 100-1000 nanómetros) derivadas de la membrana plasmática de diversas células, entre ellas, las plaquetas, que intervienen en el proceso fisiológico de la trombosis y la fibrinolisis.
“Lo más importante son los fosfolípidos que exponen, en especial la fosfatidilserina; si provienen de las plaquetas, proporcionan cargas negativas y atraen a las proteínas que portan en su estructura un ión calcio de carga positiva, lo que facilita el medio adecuado para la unión de los factores de coagulación”, dijo la académica.
Si la cantidad de fosfolípidos es alta, al atraer y concentrar sobre su superficie a las proteínas con ión calcio de carga positiva, aquéllos detonan las reacciones de la coagulación que se amplian hasta que la proteína C (anticoagulante natural del organismo) hidroliza parcialmente e interrumpe la actividad de los factores V y VIII de la coagulación.
Si las reacciones de la coagulación no son limitadas por éste u otros mecanismos anticoagulantes naturales, se propicia un evento trombótico.
El mecanismo protrombótico de las micropartículas ha sido descrito en poblaciones norteamericanas y europeas, y se ha encontrado que es un factor importante para el desarrollo de trombosis (obstrucción de una vena o arteria causada por un coágulo sanguíneo).
Debido a que en nuestro país no se tienen antecedentes sobre el efecto protrombótico de las micropartículas, el proyecto de Aurora de la Peña (que en la actualidad labora en el INC mediante un convenio establecido entre la UNAM y esa institución) puede abrir una perspectiva en el conocimiento de las enfermedades respectivas en México, con la introducción del estudio de las micropartículas séricas como biomarcador predictor de trombosis.
Si bien la literatura científica mundial brinda la oportunidad de saber sobre estos factores de riesgo en enfermos de otras latitudes, no sabemos a ciencia cierta si funcionan igual en nuestra población. De ahí la importancia de los proyectos que realiza la universitaria.
“Estudiar el mecanismo fisiológico asociado a la coagulación puede darnos información fácilmente medible y, en un futuro no muy lejano, permitirnos pensar en una nueva prueba diagnóstica con mayor especificidad que las existentes, para identificar individuos con riesgo de sufrir un evento trombótico”, concluyó.