Ante el clima de inseguridad y violencia que vive el país, cada vez es más cotidiano experimentar situaciones extremas que pueden generar estrés postraumático en la población, afirmó María Consuelo Hernández Troncoso, profesora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Esos hechos ocurren cada vez más de cerca y eso genera tensión. “Antes veíamos el trauma como producto de algo eventual o lejano, y hoy es como el pan de cada día, pero no sólo lo compartimos a través de los medios masivos de comunicación, sino que también afecta a personas muy cercanas a nosotros”, indicó.
En el Centro de Servicios Psicológicos Guillermo Dávila de la FP, señaló, cada vez se atienden más casos de jóvenes que al salir a divertirse, fueron víctimas de asaltos o algún hecho violento.
El 45 por ciento de quienes vienen a consulta, prosiguió, lo hacen por algún trastorno de ansiedad, y dentro de este rubro, el estrés postraumático ocupa alrededor del 70 por ciento.
En el primer semestre del año, en esta área se recibieron 722 pacientes, de los que 52 por ciento fueron mujeres, 40 por ciento hombres, y el resto niños, precisó.
Esto no significa que los varones tengan menos experiencias, sino que ellas buscan más ayuda psicológica, mientras los primeros canalizan la tensión de otras formas, como las adicciones al alcohol o drogas, explicó.
El estrés postraumático, dijo, es una experiencia extrema a la que se expone cualquier persona; puede ser psicológica o física, y pone a prueba las capacidades de respuesta. Si la experiencia sobrepasa la capacidad de control la hace intolerable e irremediablemente dolorosa.
Trastorna el comportamiento de los individuos, altera su sueño e interfiere en los ámbitos donde se desarrolla; es decir, afecta las actividades académico-escolares, sociales y familiares, mencionó.
La persona afectada también empieza a manifestar un miedo extremo, temor a salir, se siente perseguida y en sus pensamientos vuelve a reexperimentar la situación que le afectó.
Asimismo, presenta excesiva desconfianza y evita ir a lugares que le evoquen la experiencia. Se vuelve irritable y tiene problemas para concentrarse e interactuar con los demás, señaló la responsable del área de Retroalimentación Biológica del Centro de Servicios Psicológicos Guillermo Dávila.
Los síntomas empiezan a aparecer alrededor de un mes después de haber ocurrido la situación traumática, pero si los pacientes no se atienden, pueden perdurar por años, advirtió.
“Si dejamos que esta respuesta de alerta intensa –que se vivió en una situación– se convierta en un patrón de comportamiento antisocial, con el tiempo se puede asociar a problemas de depresión, ansiedad, ataques de pánico, miedo irracional que daña la calidad de vida, destacó.
Además, añadió, una persona que no atiende las respuestas fisiológicas al trauma, con el tiempo puede presentar complicaciones porque un estrés intenso provoca aplanamiento del sistema inmunológico y ocasiona enfermedades infecciosas recurrentes.
Tratamiento
Entre las formas de abordar estos casos se encuentra la retroalimentación en donde, a través de distintas técnicas hipnóticas, se introduce al sujeto en el evento para desactivar los puntos que activaron la parte fisiológica, mencionó.
Existen otras técnicas como la desensibilización sistemática, la inoculación de estrés y la intención paradójica, que son las que impactan más en la recuperación de la seguridad y salud del sujeto, al tiempo que le ayudan a establecer nuevos parámetros de confianza para que aprenda a vivir bajo esa vulnerabilidad, pero que desarrolle nuevas habilidades para protegerse, refirió.
En este Centro, comentó, se hacen mediciones fisiológicas para determinar qué tan impactante fue el evento, si tiene mecanismos para defenderse o es vulnerable a este tipo de experiencias.
Medimos la tasa cardiaca, la temperatura periférica, la respuesta muscular y de sudoración, indicadores de las tensiones que vive el sujeto, abundó.
Por ejemplo, la temperatura periférica es una herramienta poderosa a nivel emocional; si el sujeto está muy vulnerable, su temperatura es muy baja, “y la regulamos con distintas formas de relajación”, concluyó.