De cara a la crisis por COVID-19, todas las personas somos vulnerables. El virus ha demostrado que no discrimina – pero muchas personas refugiadas, desplazadas forzosamente, apátridas y migrantes enfrentan un riesgo mayor.

Tres cuartas partes de las personas refugiadas en el mundo y muchas migrantes se encuentran en regiones en desarrollo donde los sistemas de salud están ya sobrepasados y subcapacitados. Muchas viven en campos sobrepoblados, asentamientos, refugios improvisados o centros de recepción, donde carecen de un adecuado acceso a los servicios de salud, agua limpia y saneamiento.

La situación de las personas refugiadas y migrantes que se encuentran en lugares de detención formales e informales, en condiciones de hacinamiento e insalubridad, es particularmente preocupante.

Considerando las letales consecuencias que un brote de COVID-19 tendría, deberían ser liberadas sin demora. Niños y niñas migrantes y sus familias y aquellas detenidas sin bases legales suficientes deberían ser inmediatamente liberadas.  

Esta enfermedad puede ser controlada sólo si hay un acercamiento inclusivo que proteja todos los derechos a la vida y la salud. Las personas mirantes y refugiadas son desproporcionadamente vulnerables a la exclusión, el estigma y la discriminación, particularmente cuando no tienen documentos.

Para prevenir una catástrofe, los gobiernos deben hacer todo lo que puedan para proteger los derechos y la salud de todas las personas. Proteger los derechos y la salud de todas las personas de hecho ayuda a controlar la diseminación del virus. 

Es vital que todo mundo, incluyendo a todas las personas migrantes y refugiadas, tenga asegurado igual acceso a servicios de salud y esté efectivamente incluido en las respuestas nacionales al COVID-19, incluyendo prevención, pruebas y tratamiento.

La inclusión ayudará no sólo a proteger los derechos de las personas refugiadas y migrantes, sino también la salud pública y a detener la diseminación global de COVID-19. Si bien muchas naciones protegen y acogen poblaciones de personas migrantes y refugiadas, a menudo no están equipadas para responder a crisis como la que representa el COVID-19.

Para asegurar que las personas refugiadas y migrantes tengan un acceso adecuado a los servicios nacionales de salud, los Estados pueden necesitar apoyo financiero adicional. Aquí es cuando las instituciones financieras mundiales pueden jugar un rol de liderazgo poniendo fondos a disposición.

Mientras los países cierran sus fronteras y limitan los movimientos transfronterizos, hay maneras de administrar las restricciones fronterizas de manera tal que se respeten los estándares internacionales de derechos humanos y de protección de personas refugiadas, incluyendo el principio de no devolución, a través de cuarentenas y revisiones de salud.

Más que nunca, y dado que el COVID-19 plantea una amenaza global a nuestra humanidad en colectivo, nuestro foco principal debería ser la preservación de la vida, independientemente del estatus. Esta crisis demanda un acercamiento coherente, efectivo e internacional que no deje a nadie atrás.

En este momento crucial, necesitamos unirnos alrededor de un objetivo común, luchar contra este letal virus. Muchas personas refugiadas, desplazadas, apátridas y migrantes cuentan con habilidades y recursos que también pueden ser parte de la solución.

No podemos permitir que el miedo o la intolerancia socave los derechos o comprometa la efectividad de las respuestas ante la pandemia global. Estamos en esto juntos, juntas. Sólo podremos derrotar este virus si cada uno de nosotros y de nosotras está protegido y protegida.

Save
Cookies user preferences
We use cookies to ensure you to get the best experience on our website. If you decline the use of cookies, this website may not function as expected.
Accept all
Decline all
Analytics
Tools used to analyze the data to measure the effectiveness of a website and to understand how it works.
Google Analytics
Accept
Decline
Unknown
Unknown
Accept
Decline