Hasta el momento existe una tajante prohibición a efectuar edición genética en humanos que afecte la línea germinal, es decir, aquello que será transmitido a generaciones posteriores, y debe mantenerse así por clara precaución, afirmó el exdirector del Centro de Ciencias Genómicas (CCG) de la UNAM, David Romero Camarena.

Además, expuso que las modificaciones con propósitos terapéuticos, efectuadas en lo que se conoce como línea somática, afectan únicamente al paciente con interés.

“El uso de este tipo de metodologías debe emplearse con enfermedades serias, donde haya una expectativa de mejora del tratamiento, no es válido sólo hacerlo porque se puede”, insistió el también excoordinador de la Licenciatura en Ciencias Genómicas de esta casa de estudios.

Durante su participación en la Catedra Extraordinaria “Problemas Bioéticos Contemporáneos V” del Programa Universitario de Bioética de la UNAM, indicó que los procedimientos en la materia aún son experimentales, y apenas se exploran sus consecuencias, por lo cual muchas de ellas deben realizarse exclusivamente en laboratorio.

Al ofrecer la charla “Bioética y edición genética” aseveró que en caso de realizarse con fines terapéuticos, los pacientes deben estar plenamente informados de la naturaleza experimental de estos procesos, de los cuales no se pueden asegurar resultados todavía. Lo que existe -por investigaciones previas- es la posibilidad de alcanzar un resultado.

“Se debe proceder a línea germinal solo cuando haya más información y mayor evaluación del riesgo”, consideró.

El académico del CCG señaló que puede haber cambios en sectores no planeados, o bien, efectos colaterales de la modificación de un gen, pues sería reduccionista pensar que este tiene una única función.

Progresos

Durante la cátedra en línea, el experto universitario externó que los humanos somos modificadores genéticos por naturaleza, pues las plantas y animales con los que convivimos y nos alimentamos no son “naturales”, sino resultado de un proceso de domesticación en el que se fueron seleccionando variedades con características que resultaban agradables.

Los múltiples avances científicos, el conocimiento del proceso de mutagénesis, el descubrimiento de la estructura del ADN, el desciframiento del código genético y el progreso de áreas como la ingeniería genética y biología molecular han logrado diversos adelantos para llegar hasta la edición genética (CRISPR-Cas9).

Esta última puede tener distintos objetivos: lograr la inactivación de genes o introducción de cambios sencillos; activar o reprimir la expresión de genes específicos; o introducir cambios determinados. Todos se han desarrollado en menos de 10 años y tienen aplicaciones en la agricultura, veterinaria, salud humana y ecología.

En el caso de la salud humana, destacó Romero Camarena, hay cerca de mil 500 enfermedades genéticas conocidas y en algunas se reconoce como causante a un solo gen. Un ejemplo es la anemia falciforme, caracterizada porque los glóbulos rojos de la sangre se deforman -adquieren forma de una hoz-, y los pacientes producen hemoglobina alterada.

Actualmente, en Estados Unidos y Reino Unido hay un tratamiento autorizado gracias a que se logró eliminar un represor de un gen para generar hemoglobina fetal, que es utilizada para hacer frente a la hemoglobina alterada. Su costo es demasiado alto, advirtió el experto.

Entre los dilemas bioéticos que plantea la edición genética están su precio y/o si deben ser de libre acceso; si fuese aceptable que se utilizara para tratamientos cosméticos o de mejoramiento genético; o si pudieran generarse prejuicios por el hecho de ser editado genéticamente, sostuvo.

El investigador del CCG explicó que también se realizan para aumentar la productividad de plantas y alimentos y/o mejorar su vida en anaquel. En animales como las vacas, se estudia la inactivación de genes para volverlas inmunes a enfermedades como la tuberculosis, o que les permitan tener mayor masa muscular y aumentar la producción de carne.

En el ámbito ecológico se ha analizado el uso de la edición genética para controlar la reproducción de organismos como mosquitos, y cuyas variantes deben mantenerse en laboratorio; antes de liberarse en el ambiente debe estudiarse si con ello se afecta o no a otras especies.

Asimismo, debe cuidarse que su empleo no sea perjudicial para los humanos y nuestro entorno, pues no hay que descartar la posibilidad de que pudieran ser utilizados como herramientas de bioterrorismo, alertó el especialista de la UNAM.

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