*La violencia extrema azota a Culiacán que nos debe hacer rectificar

La independencia nacional tan festejada, tan vitoreada, es uno de los momentos de mayor fervor ciudadano en nuestro país, todas y todos somos hijas y somos hijos de la lucha independentista que comenzó en septiembre de 1810. Y esa es una lucha que ha marcado cada paso de nuestra historia, y lo sigue marcando hasta la fecha.

Vimos hace unos días todas nuestras plazas a lo largo y ancho de nuestra nación llenas, en prácticamente en todas las ciudades de nuestro país.

Pero hay que rectificar, no en todas, algunas ciudades no pudieron celebrar el Grito de Independencia debido a la violencia extrema que les azota, como un ejemplo doloroso en Culiacán que desde hace semanas enfrenta una guerra entre fracciones del crimen organizado, dejando a la población civil atrapada en medio de lo que parece un conflicto armado interno.

Esta situación se repite en otros puntos de nuestro país, ocupados por redes criminales que vulneran el Estado de derecho.

Pero la violencia no es el único desafío que enfrenta nuestra independencia, también es necesario señalar que nuestra soberanía está siendo amenazada; las reformas constitucionales impulsadas sin diálogo, impulsadas sin consensos, como la reciente reforma judicial, son un claro ejemplo de cómo se legisla desde la cerrazón.

Cuando se abandona la deliberación, cuando se imponen las decisiones sin argumentos sólidos, se pone, entonces, en peligro la estabilidad democrática de una nación.

Como enadora y senadores de la República tenemos frente a nosotros un enorme reto, que es el de garantizar que nuestras instituciones sean fuertes, que nuestras instituciones sean independientes, que nuestras instituciones sean justas.

Y es aquí donde debemos de reconocer que recientemente hemos tomado un camino equivocado, que no era el camino que nuestros antepasados imaginaron cuando soñaban con un México libre, soberano y justo.

Pero estamos a tiempo de corregir, aún podemos enderezar el rumbo de este barco, porque este mes de septiembre, mientras recordamos los valores de libertad, de igualdad, de justicia que nos inspiraron a ser una nación independiente, tenemos también la oportunidad de hacer una pausa para reflexionar sobre el país que estamos construyendo hoy, para nuestros hijos mañana.

Nuestra nación será siempre un proyecto en constante evolución, uno que se va forjando todos los días con decisiones determinantes que tomamos. Y las decisiones que estamos tomando en este momento no son la excepción, porque marcarán el rumbo de las próximas generaciones mexicanas.

Así que hago un llamado, compañeras y compañeros, a la discusión abierta, franca y respetuosa, a que no lastimemos nuestras bases constitucionales, aquellas que hemos jurado defender.

México necesita que desde esta tribuna sigamos construyendo acuerdos en beneficio de todas y de todos los que habitamos en este país.

Que todas y todos defendamos la democracia, la libertad y nuestra soberanía porque México solamente así podrá garantizar un destino de grandeza.

Compañeras y compañeros:

Gritemos: ¡Viva México!

Pero más importante, hagamos que México viva, hagamos que México viva mediante el respeto a nuestras leyes y nuestras ideas, hagamos que México viva dejando a un lado la mezquindad de los que creen que tienen toda la razón y son amos de la verdad.

Y, sobre todo, hagamos que México viva escuchando al prójimo y debatiendo e incluyendo las ideas y las voces de todas y de todos los mexicanos.

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