Hemos sido débil eslabón en momentos cruciales
Muchas voces se han levantado para señalar que el Congreso Mexicano no ha estado a la altura del papel que le corresponde en la consolidación de la democracia en México.
Sin un ánimo lapidario, debemos asumir que nuestra transición ha tenido en el Congreso un eslabón débil en momentos cruciales, que no corresponde con el fortalecimiento que frente a los otros Poderes ha adquirido el Legislativo en los últimos años.
El inicio de este segundo periodo ordinario de sesiones es un momento propicio para proponernos superar las circunstancias que en legislaturas previas han impedido acuerdos y reformas, cuyo oportuno impulso hubiera significado en el presente mejores condiciones para México.
Hoy advertimos que muchas de las iniciativas contenidas en las agendas legislativas de los grupos parlamentarios, en los compromisos señalados en el Pacto por México, y en numerosas declaraciones de compañeras y compañeros diputados, coinciden en impulsar temas que hasta hace poco estaban relegados de la agenda nacional; la diferencia fundamental implica que hasta hace poco esta Cámara estaba dominada por una mayoría que decidió no legislar.
Hasta hace unos cuantos meses, las condiciones eran muy distintas. El trabajo legislativo estaba, muchas veces, supeditado a las diferencias, a los conflictos, al cálculo político por encima del interés legítimo de México, a las prioridades electorales que poco a poco fueron desplazaron a las prioridades nacionales y ciudadanas.
Parafraseando a Carlos Fuentes: “Sabiendo lo que no fue, sabemos lo que clama ser”, no seremos nosotros quienes nos limitemos a lamentar lo que puso ser y no ha sido y mucho menos caer en los mismos vicios que ahora denunciamos.
Por el contrario, Acción Nacional no pagará con la misma moneda, con la misma mezquindad a quienes negaron a México muchas de las reformas estructurales urgentes, descalificándolas o congelándolas.
Reiteramos sí, nuestra disposición de poner el acento en las coincidencias, de votar las iniciativas en función de sus méritos y no de su origen partidario, de hacer del diálogo el vehículo para dar continuidad a los avances y dar impulso a las transformaciones pendientes.