*¿Qué tal un mundo sin políticos?

En conversaciones cotidianas, los ciudadanos de todas las clases sociales de diferentes edades en todo nuestro país, piensan en ese escenario, en un escenario en el que desaparecen todos los políticos. Y lo imaginan como la solución a sus problemas.

Yo no creo en esa propuesta. Yo creo en la dinámica creadora de la política, pero ésta sólo puede echarse andar hasta que haya una autocrítica honesta y rigurosa.

Y para eso estamos, para plantear primero esta autocrítica y ésta tiene que ver con lo siguiente:

Hoy la legitimidad que tenemos los políticos por los votos que respaldan nuestros cargos, no es suficiente. Hoy se requiere de una nueva fuente de legitimidad que nos acerque a los ciudadanos y que recupere su confianza. Hoy es indispensable construir sobre la transparencia.

Ya desde el siglo XVIII, los liberales hablaban como uno de los principios rectores del ejercicio del poder, de la máxima publicidad. Bueno, el propio Kant al final de su obra sobre la paz perpetua, establecía la máxima publicidad no sólo como un principio jurídico; sino como un principio moral, la máxima publicidad como mediadora entre la política y la moral.

Como decimos muchas veces los políticos, estoy convencido y vengo a intentar convencerlos de que no todo está perdido y les propongo que empecemos.

Empecemos por hablar distinto de nuestros problemas para así entenderlos de una manera diferente. Sería ingenuo dar una falsa ilusión de certeza y aparentar que todo está bajo control, porque eso no es cierto.

Desordenadas nuestras fuerzas políticas, desencantada nuestra sociedad civil, cansados y hartos los ciudadanos, poco parece poder hacer la política en estos momentos.

Sin embargo, la democracia es un juego de incertidumbres y éstas siempre representan la oportunidad de hacer algo nuevo. Por eso las medidas que hoy proponemos son una forma de decir a los ciudadanos que los estamos escuchando, que la política todavía puede ser sensible a sus demandas, que hay una forma de hacer política que valore el acto de escuchar como la única forma de poder empatar las acciones de los políticos con las aspiraciones de la sociedad.