Este primero de diciembre comienza la cuenta regresiva para el presidente Felipe Calderón, en un ambiente difícil que, por el bien de la nación en su conjunto, requerirá de toda su imaginación política para evitar que se le hunda el barco.
Si bien su gobierno está preparado con la mayor reserva de dinero en toda la historia del país para enfrentar la recesión que se anuncia en el mundo, las cosas internas, en materia de empleo principalmente, no están del todo bien.
Pero tampoco están, por el momento, en condiciones de peligro que lleven a una desestabilización social provocada por la desesperación que produce la falta de los satisfactores más elementales para la convivencia pacífica.
La intensidad política que se avecina por las elecciones federales de julio del 2012 le pueden sacudir los índices de estabilidad, si desde Los Pinos se privilegia la intención del refrendo en el poder para su partido y abandona su responsabilidad de gobernar para todos.
Inseguridad y desempleo se pueden agudizar y producir fenómenos aislados de revueltas que sus adversarios electorales capitalicen en aras de ganar el poder, con el consecuente riesgo de llevar al país a un escenario de consecuencias mayúsculas.
Es, pues, el inicio del último año de su sexenio y si el presidente Calderón trabaja con sabiduría, podría mejorar una imagen que, a estas alturas de su administración, está manchada por el excesivo número de muertos que se acumulan todos los días, así sean mayoritariamente del bando de los malos y la historia así lo registrará.